10 de Octubre: ¡Con Yara y con la Estrella!

José Ángel Téllez Villalón
10/10/2020

Con mucho autobombo se ha venido anunciando, desde hace unas semanas, el Free Cuba Fest, un drive in fest convocado y protagonizado por cubanos, pero con un título así, bien “inglesote” y bien “yuma”. Clara expresión de ese tirar pa´l Norte que marca el american way of thinking de sus promotores, los que, para provocar, porque ese es el signo de su actuar, escogieron “el día 10 de octubre para lanzar la 1ra. edición, por la trascendencia de esta fecha para los cubanos”.

Ni por asomo, una fecha patria como esta significa para ellos lo que para los exiliados mambises con los que se comparan, los que por cinco 10 de octubre consecutivos se reunieron en el Masonic Temple y en el Hardman Hall, de Nueva York, para escuchar aquellos ardientes discursos de José Martí. En el primero, de 1887, dice Martí que con los “acentos de la plegaria”, “debemos conmemorar aquella virtud”, de “los que en un día como este cayeron sobre la tierra dando luz”. Cuba latía muy fuerte en las almas leales de nuestros emigrados, dispuestos al sacrificio y convidados por el himno.

En contraste, aquellos “influencers” de almas frías, faltos de fe en su pueblo, como evidencian sus escandalosas oscuridades, tienen un ojo en Miami y otro en La Habana. El primero es ciego, o se hace, para no ver las calamidades de una sociedad en la que Tin importa, si tiene. El otro chismea con una gran lupa, como aludía Eduardo Galeano, para exagerar manchas y penurias de una sociedad en la que, con muchas dificultades y carencias, en gran medida debidas a las acciones punitivas que, semana tras semana, aprueba el magnate presidente que se vanaglorian de apoyar, todos importan.

 

Se venden como libertadores de Cuba, mas no comparten con nuestros mambises ni una centésima parte de su virtud. Desconocen que “el oficio de libertadores ―como definió Martí en 1894― no es devorarse entre sí, y codearse unos a otros ante la muchedumbre, y mirar hosco al que les cierra el paso, y derretirlo con el fuego de los ojos, y echarlo atrás a uñadas y mordeduras, y ponerse delante, a donde todo el mundo lo vea, como odalisca que llegó por fin a atraer las miradas del sultán; el oficio de los libertadores no es alquilar elocuencias, pagar plumas, adular a satélites, acaudillar bandos, asalariar hipócritas, encubrir espías, costear vicios, pensionar desvergüenzas”.

Y ya sabemos, de aruñar y morder viven, de manipular y denigrar a las instituciones cubanas, de linchar en las redes digitales a los artistas dignos y patriotas. Contra los que no se suman a sus diatribas enfilan sus compulsiones de odio y resentimientos. Como aquel represor personaje del Diablo Cojuelo escupen hoy: ¿Viniste de Cuba y no hablas mal de su gobierno? a la candela! ¿Fuiste a ver a tu familia y te bañaste en la playa con ellos, mientras grababas un disco en la Isla? ―!a la candela! ¿Saludaste al presidente de tu país o dejaste a un hijo de un “miembro de la cúpula” subirse a la tarima? ―!a la candela! ¿Te solidarizaste con otro artista achicharrado en las redes sociales? ―!a la candela!

Pepe Martí ya había tomado partido con la causa independentista cuando, el 19 de enero de 1869, publicó el único número del Diablo Cojuelo, su primer texto político. Su respuesta ante la disyuntiva “¡O Yara o Madrid!” tuvo cercanas manifestaciones, de actos y de palabras, en los trágicos sucesos del Teatro Villanueva y con la publicación de La Patria Libre, en el que aparece su poema épico “Abdala”.

Precisamente los versos más conocidos de “Abdala”: “El amor, madre, a la patria no es el amor ridículo a la tierra, ni a la yerba que pisan nuestras plantas; es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca”, fueron utilizados para identificar las cuentas de Clandestinos, el “grupo anónimo” que publicitó desde Miami el irrespetuoso intento de manchar con falsa sangre a nuestro “Sol Invictus”, inalcanzable para ese odio raquítico y estancado de quienes desconocen que “Solo el calor del sol engendra héroes”.

Aquel “performance” de los odiadores de Martí fue ideado y estimulado por la principal promotora y organizadora del Free Cuba Fest. Como se recordará, días antes de su ejecución, la “artivista” había compartido en las redes sociales una foto, junto al autor conceptual, en la que mostraban, revueltos en sarcástica burla, un cuadro firmado en el 2016 donde se ve un busto del Apóstol descerebrado y tinto en sangre.

La misma “performer” presentará en el FCF su Castro Ciao, audiovisual lanzado en las telarañas del odio por aquellos días de Clandestinos. Como el nombre del efímero “movimiento”, el del corto es un reciclaje del reciclaje que hizo La casa de papel, la popular serie producida en sus primeras entregas por el conglomerado español Atresmedia y capitalizada luego por el imperio cultural de Netflix. El “pastkitsch”, como la serie reciclada, es otro atraco simbólico de la postmodernidad, expresión de esa “moda retro” con la que se intenta “estabilizar el presente inmunizándolo contra el futuro”, al decir del intelectual venezolano Luis Brito. La apropiación ecléctica de Olema de los símbolos del pasado y de los movimientos emancipadores, como ese referente antifascista y plebeyo que ha sido Bella Ciao, es, en síntesis, una burda “rebeldía de papel”.

Estos colonizados no llegan siquiera a interpretar aquella frase del quinceañero independentista que solo aparentemente contradice la necesidad proclamada después de hacer “una guerra limpia de odio”. Como fundamentó Fina García Marruz en su imprescindible libro El amor como energía revolucionaria en José Martí, el joven Abdala llama “odio” a lo que es una “activa indignación”, una “cólera de amor”, ante el crimen que se comete contra la Patria. “(…) la diferencia ―apunta la autora― es que en tanto el odio es de origen vengativo, o irracionalmente gratuito, esta especie de cólera hermosa procede siempre del amor”. La reacción de Abdala no está motivada por el odio, sino por el amor más vasto que lo alienta, “amor que al sentirse sacado de su terreno, herido por el odio imprevisto”, que lo niega, lo llama “a la vida otra vez”.

No captan los resentidos de Miami que en aquellos versos se anunciaba esa “ardiente y dulcísima chispa”, esa “lógica del paisaje”, ese “argumento de la tierra”, por el que, a decir de Citio Vitier, el “Heredia real y operante de nuestra naturaleza histórica”, abraza, “sin saberlo” a “esa intensidad que un día se hizo hombre” y se llamó José Martí. El patriotismo, como intensidad que vibra en los destellos, es “brotación” que supera la altura de las hierbas, llega hasta los pechos y, más allá, hasta la reflexión alta y purificadora de las palmas, trasciende la cólera hasta alcanzar la revolucionaria energía del amor.

Esa “dulcísima intensidad”, que hizo vibrar a Heredia ante las cataratas del Niágara, que resonó en el alma estremecida y agitada de Céspedes ante el fluir del Cauto y la elevación del Turquino, después, en campos de Cuba Libre, reaccionaría ante las bajezas y el interés emponzoñado, con aquellos versos que describen a “Los traidores”; a los de entonces y a los actuales odiadores de Miami:

“No es posible, ¡por Dios!, que sean cubanos

los que, arrastrando servidumbre impía,

van al baile, a la valla y a la orgía,

insultando el dolor de sus hermanos.

 

Tan horrible abyección, tales villanos,

tan negra afrenta y tanta bastardía

fruto no han sido de la patria mía;

tanta mengua no cabe en mis paisanos.

 

Esos que veis a la cadena uncidos,

lamiendo, ¡infames!, afrentoso yugo,

son traidores, sin patria, envilecidos,

 

que halagan por temor a su verdugo;

son aborto del Báratro profundo

para afrentar la humanidad y el mundo”.

Por calificar de traidor a un condiscípulo que se había unido a la causa peninsular, se le arrancó la adolescencia al autor de “Abdala” y del soneto “10 de Octubre”. En los sórdidos calabozos españoles se hizo hombre ese concentrado de intensidades luminosas que fertilizó a la Patria un 19 de mayo de 1895. Llevaba sobre su pecho la escarapela de Céspedes, una pequeña bandera tejida por bayamesas. Su estrella ilumina la actual Jornada por la Cultura Cubana. La fiesta de una cultura emancipadora.

 

El Apóstol murió por Yara, por la Revolución de Céspedes, la misma que hoy continuamos. Yara porque en aquel poblado oriental tuvieron su bautismo de fuego las fuerzas patrióticas dirigidas por el bardo bayamés, al día siguiente de su trascendente gesto en Demajagua. Diez días después, fueron entonadas las notas de nuestro Himno Nacional, escritas por un amigo entrañable de Céspedes, Perucho Figueredo. 

Con la simbólica disyuntiva, ““¡O Yara o Madrid!”, extensible a otras: ¡O Cuba o España!, ¡O Carlos Manuel de Céspedes o el Capitán General de turno!, Martí destacaba la contradicción fundamental colonia-metrópoli, pero en ningún caso constreñía a esa única motivación una Revolución que también se emprendía contra la esclavitud. Por eso destacaría años después que Céspedes “no fue más grande cuando proclamó a su patria libre, sino cuando reunió a sus siervos y los llamó a sus brazos como hermanos”.

La conquista de la independencia era el primer paso para una “República moral”, para una segunda revolución, como aclarara muchos años después a su amigo Carlos Baliño, por la igualdad y fraternidad entre todos los hombres, que nos librara definitivamente del despótico espíritu colonial. Objetivos amenazados desde entonces por la insaciable “Roma americana”, presta a probar sus experimentos colonialistas en las más débiles repúblicas del sur.

Esos experimentos coloniales han tenido como principal laboratorio la ciudad de Miami. No por gusto el “éxito” de los emprendedores cubanos radicados allí fue presentado como paradigma en el discurso de Obama en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso y, más recientemente, por el actual presidente del imperio. Allí ostenta su fama la “Farándula de Miami”, a la que se han integrado algunos de los que participarán en la fiesta del Miami Marine Stadium. Allí forman manadas, con el respaldo de las autoridades, los que reproducen los mensajes de odio de Trump, los que se alinean con el discurso anticubano del exilio duro, el más recalcitrante, esos que convocan al FCF, “sensatos patricios, y que solo tienen de sensatos lo que tienen de fría el alma”. Los que, ante la disyuntiva: O Yara o Miami, optan por el yugo.