A la calle lo mejor del arte

Rafael Lam
24/6/2019

En diversas ocasiones he insistido acerca de la conveniencia de llevar lo mejor del arte cubano a la calle y, el pasado fin de semana, el presidente Miguel Díaz-Canel se ha pronunciado en ese sentido.

En Santiago de Cuba, la pasada semana, se celebró otra edición del evento El bolero en la calle. El bolero nació en sus calles, en los parques, cafés, fiestas, con las serenatas. Santiago, durante los fines de semana pone el arte en las calles y parques, en la Plaza de Marte, en el Parque Céspedes. Quizás haya que aprender las experiencias del arte calle de Santiago de Cuba. Sobre esas acciones artísticas publiqué algunas crónicas, resultado de mis visitas a la hospitalaria ciudad.

Esta práctica de crear el arte en la calle no es reciente, es de larga data, de lejanos tiempos. El arte nació en las aldeas, cavernas, plazas públicas, parques, en el seno del pueblo, de su gente.

El teatro y mucho del arte en general, sea su origen popular como la Commedia dellárte italiana, cortesano como el Jon irlandés, ritual como el africano, religioso como los autos de fe medievales europeos o, incluso divino como el Kathakali indio, ha sido siempre la expresión concentrada de una cultura que arranca con los mitos populares callejeros, las leyendas, las costumbres, los modos de vida y las experiencias históricas de los pueblos. Incorpora y se apropia de todas las formas de expresión y de comunicación humanas.

Foto tomada de Radio Habana Cuba
 

Esa historia del artista que va por el mundo solitario, con la frente en llamas, que describía en Europa Freiligrath es ahora solo historia del arte, es un adorno el exclusivismo de la torre de marfil, es la aristocracia del arte. En los tiempos modernos el artista es un heraldo, un pregonero de los sentimientos más altos y profundos, los que brotan del alma humana en busca de su expresión.

Levin L. Schucking, escribió “es propio del temperamento artístico mitigar la desagradable sensación de un fracaso echando sin más la culpa a los otros, acusándolos de mal gusto”. Voltaire toma muy en cuenta el gusto público masivo y Chaucer tenía como la cosa más natural del mundo corregir sus manuscritos para adaptarlos al gran público en las calles, plazas y parques.

Los libros, el teatro, la música, el espectáculo, el happening deben salir pronto a la calle. Jean Paul Sartre decía: “Los libros y el arte en general hay que consumirlos inmediatamente, como los plátanos, para poder apreciar todo su sabor”.

Hace mucho tiempo, más de medio siglo, a fines de los años 60, Rainer Werner Fassbinder trabajaba en Munich con su conjunto teatral y ofrecía representaciones en sótanos, guardarropas y boleras. Y Pip Simmons formó una compañía para poner en escena una serie de obras haciendo Portable Theatre, actuaban en lo que podríamos llamar espacios no teatrales.

Foto tomada de Baibrama
 

Peter Brook, con un grupo internacional, llevó su tropa a las aldeas africanas, haciendo un tipo de teatro inmediato con un nuevo lenguaje, un espectáculo que logra abolir todas las diferencias de raza, lengua y tradición cultural y que logra ser comprensible para cualquier ser humano más allá de las fronteras lingüísticas y culturales. Tenían como lema que el teatro está en la vida y la vida en el teatro.

La calle es el marco para la convivencia, las relaciones humanas crecen en la calle, en el barrio. Hace 30 años exactos la Unesco se propuso revivir la “Memoria de las Calles” (memoria del mundo); la idea original fue de Robert Delpire, llevaron la vida de las calles a estaciones de metro, esquina y principales arterias.

Eusebio Leal ha contribuido mucho con esta idea del arte en las calles, pero La Habana va más allá del Centro Histórico. También está La Rampa (L y 23), 23 y 12, Cuatro Caminos, Prado y Neptuno, San Rafael y Galiano. Hay que sacar el arte y hacer revivir las calles de La Habana en este quinto centenario y para siempre.

Desde la etapa colonial, La Habana se llenaba de retretas, las que “ocupan el lugar de nuestras vidas”, según describen cronistas como J.L.M. Wood (1871).

Alejo Carpentier cuenta en una de sus conferencias, acerca de la vida bohemia de la década del veinte, en la zona del Paseo del Prado, sobre todo cerca de los teatros, en la Acera del Louvre. No olvidemos que una de las zonas más bellas y apreciables de todo el continente es el área que comprende el Paseo del Prado, desde la Fuente de la India hasta el Malecón. Recordemos la zona de los Paragüitas, entre el hotel Saratoga y el Capitolio, conocido como los Campos Elíseos de La Habana.

La Habana está llena de espacios apropiados para mostrar y revivir retretas o verbenas y que muchos visitantes desearían ver y escuchar.

En cualquier ciudad del mundo la música está en la calle, en los metros de Manhattan, en la Séptima de Bogotá, en la Plaza de las Tres Culturas en Ciudad México, donde los mariachis no cesan de tocar. Unos músicos tocan para sobrevivir, otros por divertimento; pero todos van a las calles.

Foto tomada de Cubadebate
 

La gente debe tener la oportunidad de bailar en ese amplio y bello Paseo del Prado. Pero no puede ser de vez en cuando, sino todos los días. Hay que mostrar esa música que tenemos, que sobra y que muchas veces no tiene dónde presentarse. Precisamente a eso vienen muchos de los turistas que nos visitan, a ver y compartir la alegría de los cubanos en su vida cotidiana, vibran con la alegría que expanden los cubanos.

Lo ancho de la ciudad, el sofocante calor, las dificultades del transporte, hace que mucha gente no acuda a los teatros. Nunca los teatros serán suficientes para los dos millones de ciudadanos que tiene la capital, sin contar la población flotante. Por eso hay que llevar el arte a todas partes. Crear espacios, habilitar nuevos lugares para la diversión masiva de los jóvenes y de todo el pueblo. Lo mejor del arte debe ir a la calle, en eso estamos muchos de acuerdo.