Cuando todos los medios de comunicación estaban en función de las elecciones a celebrarse en nuestro país, una noticia sorprendió, agradablemente, a no pocas personas vinculadas con la actividad de diseño: la exposición El mundo entero es una Bauhaus, inaugurada en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam de la Habana Vieja, el jueves 23 de marzo. En mi caso particular, la exposición me retrotrajo de inmediato a los inicios de la década del ochenta, cuando ejercía como profesor de Historia del Diseño Industrial en el Instituto Politécnico de Diseño Industrial (IPDI), sito en Belascoaín entre Estrella y Maloja, La Habana. Por estos años casi todo se hacía con cierto vértigo. De ahí que impartir una disciplina prácticamente huérfana de antecedentes en nuestro ámbito académico, fuera toda una aventura, aun cuando estuviera avalada por mis diez años de experiencia como profesor de Historia del Arte y del Diseño Gráfico en la Escuela de Diseño del Consejo Nacional de Cultura. Todo parece apuntar que salí airoso de ella, porque cada vez que me encuentro con un ex alumno, la mejor de las sonrisas aflora en su rostro a la par de los recuerdos.

“La influencia de los postulados estéticos del diseño funcionalista que caracterizaron la trayectoria docente y proyectual de la Bauhaus, le dieron un rostro a la modernidad”.

También con esta experiencia docente, se asocia la circunstancia a partir de la cual escribí mi primer texto de estudio, que titulé Introducción Histórica al Diseño Industrial. Este hecho, sin embargo, estuvo determinado por la falta de escritores —digamos mejor, de “atrevidos”— entre los profesores del IPDI y el Instituto Superior de Diseño Industrial (ISDI), una vez que su dirección se propuso poner a producir la recién adquirida impresora Rizo. La Introducción Histórica al Diseño Industrial terminó de imprimirse en mayo de 1988. De los cuatro capítulos contentivos del libro, el segundo se centra en el estudio y análisis de las principales obras y diseñadores de la Bauhaus de Weimar y Dessau, bajo el título “El diseño industrial europeo de la primera posguerra”. En el prólogo se lee: “La importancia alcanzada por esta disciplina (…) es ya un hecho cultural insoslayable. Hoy por hoy, la interpretación de lo que llamamos el mundo moderno está indisolublemente ligada a la comprensión de la actividad proyectual en vinculación con la máquina”.

La importancia del diseño industrial europeo es ya un hecho cultural insoslayable.

En 1988 solicité a la dirección del ISDI mi traslado para la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana, donde fui profesor de las asignaturas Historia de los Medios de Comunicación Visual y Arte y Comunicación. En pleno “período especial” inicié mis investigaciones sobre la vida y obra de Conrado W. Massaguer y su revista Social. En la Facultad fundé la Cátedra de Gráfica que lleva su nombre y, a través de Social, conocí de la obra de la cubana Clara Porset Dumas (Matanzas, 1895- Ciudad de México, 1981), pionera del diseño industrial en América Latina. Investigación que amplié durante mis estancias de trabajo en universidades mexicanas. En mi libro Clara Porset: diseño y cultura (Editorial Letras Cubanas, 2005), comento los contactos que hiciera Clara con el diseñador industrial Walter Gropius, director de la Bauhaus, así como con otros prestigiosos profesores y diseñadores industriales que le dieron fama internacional a esta institución vanguardia del diseño, en particular, Hannes Meyer y Josef Albers.

“Todo objeto cuyo diseño optimiza la función para la cual ha sido creado, es de por sí bello”.

Su estancia en México a partir de 1936, invitada a ocupar la vacante dejada por el poeta Carlos Pellicer en la Cátedra de Historia del Arte de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), le permitió relacionarse con el proceso de industrialización que por entonces se iniciaba en el país hermano. En 1941 recibe uno de los tres primeros premios continentales en el concurso de muebles contemporáneos convocado por el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Impuesta del siguiente principio bauhausiano: todo objeto cuyo diseño optimiza la función para la cual ha sido creado, es de por sí bello, Clara coordinó y materializó la primera exposición sobre diseño industrial y artesanal de Latinoamérica, en 1952, bajo el titulo El arte en la vida diaria. La modernidad y funcionalidad de sus diseños de muebles inspirados en los referentes aportados por las culturas prehispánicas de México, tuvieron reconocimiento internacional, al obtener la medalla de plata en la Trienal de Milán, Italia, en 1957.  

Con el triunfo de la Revolución cubana, la Porset regresó a la patria con la intención de fundar la primera escuela de diseño industrial. Inicialmente, Fidel le encomienda diseñar y supervisar la construcción de dos mil piezas de muebles para la ciudad escolar “Camilo Cienfuegos”, en la Sierra Maestra, actividad que se prolongó con el diseño del mobiliario de la Escuela Nacional de Arte. No obstante, los esfuerzos y contactos hechos con vistas a realizar su proyecto de una escuela de diseño industrial, se ven mediatizados por las limitaciones de la hora, el traslado del comandante Ernesto Guevara del Ministerio de Industria y la falta de locales, entre otras causas. Finalmente, en 1965, Clara inaugura el primer y único curso de nivel medio de la Escuela de Diseño del Ministerio de la Industria Ligera, en el reparto Siboney; el nivel superior se suprime definitivamente, y Clara decide volver a México. En la UNAM su sueño se haría realidad en 1969. Un año antes, en La Habana, se creaba la Escuela de Diseño Industrial e Informacional adscripta al Ministerio de la Industria Ligera.

“La cultura no es un legado pasivo que se guarda para conservarlo intacto, sino una incitación al movimiento, que es progreso”.

En efecto, “el mundo entero es una Bauhaus”. La influencia de los postulados estéticos del diseño funcionalista que caracterizaron la trayectoria docente y proyectual de la Bauhaus, le dieron un rostro a la modernidad y, por extensión, a todos aquellos creadores de vanguardia que los asumieron en sus respectivos períodos históricos y países, no sin sacrificio y a riesgo de su propio desenvolvimiento profesional. Cuba no fue ajena a tales influencias. Al menos, así se puso de manifiesto en los más de treinta artículos escritos por Clara Porset en la revista Social a su regreso de Europa, en 1930. También en las palabras de presentación a la citada exposición de 1952, cuando dijo: “La cultura no es un legado pasivo que se guarda para conservarlo intacto, sino una incitación al movimiento, que es progreso”. Honrar, honra.

1