Vitoque ―así llamaron sus colegas de la Redacción a Víctor Muñoz― comenzaba por hacer burla de sí mismo, de su figura obesa y bonachona. Después seguía con todo lo demás, aunque su humorismo no era hiriente sino crítico, a la búsqueda de las fisuras de la sociedad.

Alcanzó una enorme popularidad en la prensa. El béisbol lo apasionó, y en 1910 publicó un libro titulado Mac, el pitcher, que tiene como protagonista a un pelotero de las Grandes Ligas y es además una rara avis en la literatura cubana, porque se trata nada menos que de una novela deportiva, dedicada al beisbol.

A Víctor Muñoz el béisbol lo apasionó, y en 1910 publicó un libro titulado Mac, el pitcher. Imagen: Tomada de Internet

De su estilo entresacamos este fragmento de una crónica beisbolera publicada en el diario El Mundo. Leída al cabo de tantos años se percibe aún que en ella el béisbol no es sino pretexto para resaltar el fenómeno de la corrupción administrativa:

Ayer se robaron dos veces la tercera base en Almendares; pero esto no quiere decir que se hayan corrompido más las costumbres públicas, ya que, en la pelota, el robo no es vituperable.

A Víctor no le interesó ser político, pero su popularidad fue tal que cuando se postuló para concejal por el municipio de La Habana salió electo. Tal como era él, fue su periodismo. Enrique José Varona, quien prologó su libro Junto al Capitolio, escribió: “El influjo de esta pluma ágil de Víctor Muñoz es sano y ha de ser fortificante”.

Chapó: De él dijo Manuel Sanguily: “El estilo de Víctor Muñoz, cuando escribe, revela la misma facilidad y gracia picaresca que cuando habla, y en todo caso es claro, fácil, sobre todo preciso, que es lo que más maravilla”.

Se le encomendó cronicar para el diario El Mundo un hecho histórico y “serio”: el primer vuelo de un aeroplano en Cuba, el 7 de mayo de 1910, realizado por el piloto francés André Bellot. El aparato se elevó lo suficiente como para decir que “voló”, aunque todo estuvo a punto de terminar en tragedia porque a continuación se proyectó en indetenible picada que lo llevó a caer en un manigual. Pero dejemos que Víctor, testigo de los hechos, sea quien lo narre:

Del grupo de espectadores se destacó una figura conocida, El Andarín Carvajal, que corriendo gritaba, con solemnidad que en otros momentos hubiese sido cómica:

―¡Vamos a salvarle!

Bellot debe el haber escapado ileso a las maniguas del lugar en que cayó, que recogieron su máquina y le impidieron quedar hecha una tortilla con el aviador en medio.

Habanero, nacido en 1873, e hijo de un rico comerciante, tuvo una educación esmerada hasta que descalabros familiares agrietaron la fortuna, y Víctor supo lo que significaba andar con los bolsillos ligeros. A los 17 años embarcó para la Florida, donde se destacó como lector de tabaquerías y se sumó a los afanes independentistas de los exiliados de Tampa y Cayo Hueso.

De regreso a Cuba, a partir de 1901 trabajó para el periódico El Mundo, donde estampó su sello periodístico en las informaciones deportivas, crónicas mundanas y temas humorísticos. De él dijo Manuel Sanguily: “El estilo de Víctor Muñoz, cuando escribe, revela la misma facilidad y gracia picaresca que cuando habla, y en todo caso es claro, fácil, sobre todo preciso, que es lo que más maravilla”.

La iniciativa de celebrar el segundo domingo de mayo de cada año el Día de las Madres no puede considerarse del todo original, aunque sí lo suficientemente sensible como para arraigarse. A Víctor Muñoz debemos los cubanos la instauración de esa fecha homenaje.

Hoy es recordado como uno de los más leídos periodistas cubanos de principios del siglo XX. También como un cubano con el don de la palabra simpática, que tanto vale a la hora de escribir. Sus cualidades estuvieron representadas en el ingenio, la observación cuidadosa, el trabajo diario y la señalización de lo que consideró reprobable.

La noticia de su muerte, hallándose en Nueva York, estremeció a la sociedad cubana. Fue el 25 de julio de 1922, a los 49 años, cuando los lectores aún esperaban esbozar unas cuantas sonrisas más con sus crónicas.

A un siglo de la fecha, recordemos por igual al cubano criollo y al periodista sagaz. Ambas condiciones confluyeron en Víctor Muñoz, o Vitoque, si así lo prefiere.