Acerca de Los hombres mojados no temen a la lluvia

Laidi Fernández de Juan
31/3/2016

La más reciente novela del escritor español Juan Madrid, Los hombres mojados no temen a la lluvia, publicada por la Editorial Arte y Literatura en 2015 y lanzada en la Feria del Libro de este año, es una verdadera joya del género policíaco. El autor, con amplia experiencia en la materia, ha sido guionista de seriales (recordamos la excelente propuesta para la televisión Brigada Central, protagonizada por Imanol Arias, de amplia popularidad), textos suyos fueron llevados al cine (Días contados, Nada que hacer, Crónicas del Madrid oscuro, entre otros), al teatro, y tiene en su haber más de 15 títulos publicados, muchos de los cuales han sido traducidos a igual número de idiomas.

 

Estamos, pues, ante un narrador prolífico. Esta característica no es suficiente para garantizar calidad literaria, como se sabe, pero en este caso, ambas condicionantes están perfectamente ligadas. Juan Madrid es un narrador excelente, con garra, que maneja con admirable destreza cualquier género literario, sin discriminar ninguno. Es periodista, es cronista, ha escrito libros tanto para adultos como para niños y jóvenes, es ensayista, y es considerado con total justicia un referente obligado en la literatura europea, entre cuyas cuerdas se mueve, ya sea en guion, en ensayo, en cuento, en artículo, o en novela.

Los hombres mojados…, título que se explica en la primera página, donde se lee: “Mojado, voz de argot talegario, dícese del hombre que ha matado más de una vez”, es una historia con múltiples acepciones. Es de amor, es de crimen, es de traiciones, es de lazos filiales y es, sobre todo, una extraordinaria denuncia del flagelo mundial llamado droga.

En contraposición al habitual desdén con que los lectores tratamos a los prólogos y a los epílogos de los libros, en este caso, son imprescindibles. Ello se explica a través de la dilucidación que el protagonista advierte al público (“Como si fuera un prólogo”), introduciendo lo que viene a continuación, pero no de forma común, sino justificando cualquier embrollo, ya que nos enfrentaremos a muchos personajes, a distintas épocas, y a más de una sorpresa. Los tres Apéndices que aparecen al final de la novela, también desempeñan un importante papel en términos de actualidad estadística y de datos que, al parecer, muestran la realidad. Dichos análisis provienen de la Comisión Parlamentaria Antimafia, en Italia (Apéndice I), de la Comisión Europea Antidroga, en Bélgica (Apéndice II) y del Centro Nacional de Inteligencia de España (Apéndice III). Poco importa si tales explicaciones se basan en investigaciones verídicas: encajan perfectamente en la urdimbre que se acaba de develar.

Además de la apasionante trama, cuya travesía nos transporta del presente a épocas remotas y a geografías distantes (Juan Madrid recorre la historia de la organización mafiosa más antigua y menos conocida, llamada ndrangheta, que significa “Hombre de honor”, oriunda de La Calabria, región situada en las estribaciones del Aspromonte, Italia), se respira en las 242 páginas de la novela un enorme respeto hacia el arte en general, y a la literatura en particular. Referencias a la plástica, a la orfebrería, a la escritura, salpican muchos pasajes, que además, contienen elementos cinematográficos.

Algunos ejemplos serían: “Ahora las novelas no son ni buenas, ni malas. Son comerciales o no. Hace tiempo que la literatura se ha convertido en una mercancía. ¿Vende o no vende? Esa es la cuestión”. Y “Todo libro que escribimos es una propuesta de mirada al mundo”.

Asimismo, coloca al protagonista como abogado, y en todo momento reverencia no solo los estudios de Leyes, sino la condición de sacerdocio que llevan implícita los grandes profesores de toda materia humanística. El magistrado Vilanova, ya fallecido cuando se inicia la novela, es citado constantemente como ejemplo de ética y de consagración.

Es precisamente la conducta moral lo que rige los pasos del letrado que nos narra parte de su vida, sin que ello sea óbice al momento de tomar decisiones cruciales que incluyen actos violentos como ajusticiamientos. Los hombres mojados…, dedicada a Rubem Fonseca, es una impecable narración, violenta y tierna a la vez, que demuestra, una vez más, la pericia escritural de un autor conocido y amado en nuestro país.