Acerca de un libro raro

Jorge Luis Mederos Betancor
19/5/2020

Si por casualidad cayera en sus manos un libro donde no se consigna en la portada el nombre del autor —o los autores—, de seguro usted no quedará muy satisfecho. Pero si además el libro no aparece en la oferta de los estanquillos oficiales, comenzará a sospechar. Si no se le menciona en la prensa, la radio o la televisión; si nunca se le ha realizado promoción alguna; si la mayoría de los intelectuales y especialistas de literatura lo desconocen… ¿para qué entonces detenerse a hojearlo? Es obvio, usted puede, con toda razón, imaginar que se trata de un texto sin la menor trascendencia, y nadie le culpará de ello.

Y si (por una de esas eventualidades que suelen ocurrir) aún usted se decidiera a emprender su lectura por mera curiosidad y alguien le informara que fue escrito por un puñado de alcohólicos, no me cabe la menor duda de que lo dejaría en el mismo lugar donde lo encontró y decidiría buscarse una mejor distracción. Y una vez más, repito, nadie podría reprochárselo porque todo lo antes dicho es una verdad más grande que un templo. Y en buen cubano: con esos truenos ¿quién duerme?

Pareciera un destino bien triste el de un libro con estas características y sin embargo no hay tal. Por su propio mérito se cuenta entre las obras de no ficción más leídas del mundo con una tirada no menor de cien millones de ejemplares en menos de setenta años y muchísimas traducciones. Se trata de Alcohólicos Anónimos o el Libro Grande o, definitivamente, el Libro Azul, título por el que más se le conoce. Su historia es tan peregrina que apenas podría ser esbozada en tanto los propios autores se encargaron, la gran mayoría, de borrar su identidad en el tiempo para tal vez dejar un legado más perdurable.

William “Bill” Wilson, creador del libro y del método para abandonar el alcoholismo.
Foto: Tomada de Internet

 

Todo comenzó un día de junio de 1934, cuando un corredor de bolsa, William “Bill” Wilson y un cirujano, Robert “Bob” Smith se encontraron y mantuvieron una charla ininterrumpida durante seis largas horas de la cual no hubo testigos. Ambos eran portadores de un estigma vergonzante: la adicción al alcohol. Qué conversaron, qué compartieron o se prometieron, es imposible de averiguar a estas alturas. Lo cierto es que Bill Wilson iba en pos de su propia sobriedad e intuyó que solo podía resolverlo hablando con alguien que padeciera su propio mal. Desde entonces ambos se dieron a la tarea de mantenerse sin beber mediante el compartimiento intensivo con otros hombres a quienes pudieran rescatar de las garras alcoholismo. En menos de tres años sumaban alrededor de cuarenta personas que se habían recuperado por este método nunca antes utilizado y decidieron escribir un libro aunando su experiencia colectiva. Se sabe que Bill Wilson fue el principal promotor y redactor de los textos; que luego iba sometiéndolos a crítica y corrigiéndolos en cada encuentro con el resto de la comunidad de alcohólicos en recuperación que, al terminarse el libro, ya había crecido hasta el número de cien. De aquellos escritos originales luego transformados o suprimidos se tiene muy poca información, lo cierto es que más temprano que tarde quedó conformado un volumen que recibiría el nombre de La Salida. Luego se pudo constatar que en la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos ya existían once obras con ese mismo nombre y se decidió sustituir por Alcohólicos Anónimos para defender su identidad.

Al nuevo libro se le realizó promoción en un muy popular programa de radio del comentarista Gabriel Heatter y tres días más tarde los autores fueron a su casa postal con un par de grandes maletas vacías para recoger lo que suponían sería un diluvio de pedidos. Encontraron solamente dos solicitudes de información. No tuvieron en cuenta que la empresa de publicar el libro se lanzó con poquísimo dinero y en una época donde los libelos de autoayuda (Hágase millonario en un mes, etc.) ya comenzaban a mirarse con escepticismo. Así que la joven comunidad se vio cargada con cinco mil ejemplares sin vender y grandes deudas imprevistas. Sin embargo, en marzo de 1941 la suerte comenzó a sonreírles luego de la publicación, en el Saturday Evening Post, de un artículo acerca de Alcohólicos Anónimos por el periodista Jack Alexander; las ventas aumentaron de forma dramática y de inmediato se solicitó una segunda tirada.

Para no hacer más larga la historia, el ejemplar un millón fue presentado por Richard Nixon, entonces presidente norteamericano (¡caramba, algo bueno tenía que hacer ese hombre en su vida!); el ejemplar dos millones por Joseph Califano, secretario de Salud, Educación y Asistencia Social; el ejemplar quince millones por la viuda del Dr. John L. Norris y el ejemplar veinte millones por los grupos de familiares de alcohólicos (Al-Anon). El 30 de junio de 2005, el ejemplar veinticinco millones le fue regalado a Jill Brown, administradora de la prisión de San Quintín, donde muchos reclusos se liberaron de la adicción por el alcohol gracias a la terapia sugerida en el libro; la presentación la realizó el decano de la facultad de justicia y seguridad en la Universidad de Eastern, Kentucky, el Sr. Allen Ault.

Hasta el 31 de Diciembre de 2007, solo en inglés, se habían editado veintiocho millones trescientos treinta mil quinientos cincuenta y seis ejemplares; una cifra, a mi modo de ver, nada despreciable. En español, la primera impresión se realizó en 1962 y hasta la misma fecha, según datos que me fueron proporcionados, existían setecientos ochenta y siete mil ciento setenta y un ejemplares del Libro Azul o Libro Grande, en la actualidad el número se desconoce. Todo parece indicar que, lo mismo en español que en inglés, existen muchas más ediciones, puesto que los Alcohólicos Anónimos no se caracterizan por el rigor en sus estadísticas.

Cubierta del Libro Grande. Foto: Tomada de Internet
 

Hasta aquí, los datos más o menos cuantificables que he podido compilar sobre el destino del libro. Pero es de presumir que, como la comunidad de los Alcohólicos Anónimos funciona en más de ciento ochenta países, no todos de habla inglesa o hispana, también existan traducciones al alemán, al japonés, al indio, al chino, al ruso, al portugués, etc. Nada apunta a una cifra no menor de ciento cincuenta millones de ejemplares dispersos por el mundo.

Pero todavía estos números no validan de facto una tesis sostenible acerca de la importancia y trascendencia del Libro Azul; harían falta algunas precisiones que me parecen puntuales.

En primera instancia, el texto no es solo un grupo de testimonios acerca del sufrimiento de aquellos hombres en su etapa de bebedores activos, sino que comprende un programa detallado de doce pasos para la recuperación de cualquier alcohólico que desee, honestamente, destronar la adicción. El programa, a lo largo de ochenta años, ha demostrado una efectividad sin precedentes.

Segundo: aventura la tesis de que el alcoholismo es una enfermedad incurable, aun cuando la medicina de entonces no lo diagnosticara así, (tuvieron que pasar más de diez años para que la Organización Mundial de la Salud les diera la razón a aquel grupo de ex-borrachos).

Tercero: incluso cuando, sospecho, por cuestiones de traducción se pierde mucho de su valor literario, no deja de existir un impresionante testamento de dolor y esperanza entre sus páginas.

Podría argumentar mucho más, pero con el fin de ilustrar mis afirmaciones regreso a los números: La comunidad de los Alcohólicos Anónimos supera la cifra de tres millones de miembros activos a nivel mundial, lo que significan tres millones de vidas salvadas mediante las enseñanzas del Libro Azul. Sumémosle a ello la cantidad de muertes por accidentes, agresiones o desequilibrios mentales que se han evitado por el solo hecho de permanecer sobrios estos tres millones y, aun de manera conservadora, podríamos calcular otro millón —ya van cuatro—. Agreguemos los miembros no cuantificados que, una vez alcanzado el equilibrio, abandonan la comunidad, podríamos (repito: desde el punto de vista conservador) cuantificar unos dos millones más —ya van seis—. A lo largo de ochenta años, de seguro han muerto un par de millones de alcohólicos sobrios —ya van ocho—… Si, además, tomamos en cuenta la cantidad de libros editados, se supone que exista un numeroso grupo de personas que mediante su lectura, y aun sin incorporarse a los Alcohólicos Anónimos, han podido salvar su vida, bien por la abstinencia mediante el conocimiento de la enfermedad, bien por la prevención: no peco de exagerado si supongo que pueden ser otros dos millones —y llegamos a diez—.

En fin, que estamos hablando de un libro que ha tenido la oportunidad de salvar aproximadamente a diez millones de seres humanos: casi la mitad de las vidas que se perdieron en la Segunda Guerra Mundial. Habría que ser muy exigentes para no agradecerlo. Como no soy economista, ni esta es la intención que mueve al presente, me guardo aventurar una hipótesis acerca de las ventajas financieras que ello ha representado para el mundo, de seguro más fáciles de cuantificar que el costo de una vida, pero infinitamente menos importantes.

Cualquier intento de minimizar la importancia y trascendencia de una obra de esta magnitud es absurdo. Bill Wilson se encuentra señalado entre las cien personalidades más importantes del siglo XX y pienso que de manera muy merecida. En el Hotel Sevilla existe una tarja de reconocimiento en la habitación donde se hospedó en uno de sus viajes a Cuba. Fue autor de una extensa obra relativa al alcoholismo que en la actualidad utilizan los programas de salud más avanzados del mundo; por ello le fue otorgado el Premio Lasker de Medicina, que recibió en representación de toda la comunidad, más tarde rechazó humildemente el Honoris Causa de la Universidad de Yale. Del resto de los coautores, excepto del Dr. Bob, se conoce bien poco y ya ninguno está vivo. Eran norteamericanos típicos (como se llamaron a sí mismos) de diferentes ideologías, credos y status sociales; no eran hombres de letras e imagino que tampoco ambicionaban serlo, su único objetivo fue ayudar a otros seres humanos a alcanzar la sobriedad y la paz. Como puede observarse, lo lograron. Y por más que me rompo la cabeza no recuerdo en la historia de la literatura del siglo XX una obra con estas características ni con una finalidad más humana.

“…no recuerdo en la historia de la literatura del siglo XX una obra con estas características
ni con una finalidad más humana”. Foto: Tomada de Internet
 

De esta manera, el Libro Azul, el Libro Grande o, sencillamente, Alcohólicos Anónimos continúa su labor peregrina por el mundo, desconocido en los grandes circuitos de distribución, en los medios oficiales y por casi todos. Pero exige cada año una tirada mínima de un millón de ejemplares. Como las armas en verdad poderosas y de gran efectividad, rara vez se muestra en público, pero siempre está ahí, dispuesto a entrar en acción en el momento en que se precise de él.