Amado del Pino: todo el talento y toda la ética

Marilyn Bobes
24/2/2017

Este 25 de febrero Amado del Pino hubiera podido cumplir 57 años. Pero la muerte lo sorprendió en Madrid el mes pasado, para luto de la cultura cubana y de quienes lo conocimos y supimos que en él se reunían toda la ética y todo el talento de un ser humano excepcional.

Se me quedó una deuda con él y fue la de escribir un comentario sobre su obra Reino dividido, de 2009, donde reúne a dos grandes del mundo hispanoamericano: Pablo de la Torriente Brau y Miguel Hernández. 


Foto: Cortesía Vital Teatro

Él insistía, en sus viajes a Cuba, en que yo leyese esa pieza, pero no sé por qué (y ahora me arrepiento) lo iba relegando a favor de otras ocupaciones, de tal manera que nunca pude cumplir con ese amigo de las buenas y las malas que fue Amado, y no solo para mí sino para todas las personas que compartieron su trato afable y nunca maledicente.

En 2003, él era el encargado de este espacio en La Jiribilla. Aquí escribió sus crónicas brillantes siempre sobre interesantes aspectos de la cultura cubana. Porque a pesar de ser un hombre fundamentalmente del teatro, fue también uno de los mejores periodistas que tuvo nuestro país en las últimas décadas.

Afortunadamente, Amado del Pino recibió en vida el reconocimiento que se merecía. Tomemos como ejemplo el Premio de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro que le fue conferido en 2000 con toda la justicia que no siempre caracteriza a este tipo de galardones.

De igual manera, su teatro fue representado y publicado, no solo en Cuba, sino también en otros países como México y España, y galardonado en certámenes tan importantes como el de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba que le otorgara el Premio José Antonio Ramos por la que quizás fue una de sus obras más notorias: Penumbra en el noveno cuarto.

Aunque se graduó de Teatrología en el Instituto Superior de Arte (ISA), el éxito de Amadito (como le decíamos sus amigos) no se debe precisamente a la formación académica rigurosa, sino a ese olfato para captar los problemas más acuciantes de la sociedad cubana y llevarlos a la página con un desenfado y una naturalidad a la que no faltaron apelaciones poéticas y esa soltura para la introducción del lenguaje más popular.

Quizás el teatrista se nutrió del periodista atento y agudo, y es por ello que se convirtió en uno de los más sobresalientes dramaturgos cubanos de los últimos treinta años, con un repertorio que se representó con éxito en su país y fuera de él y que tuvo, además, la poco común publicación y hasta la adaptación a los lenguajes televisivos y cinematográficos.

El realizador Charlie Medina llevó al cine Penumbra en el noveno cuarto y, si bien su interpretación de la pieza de Del Pino puede calificarse de buena, yo la prefiero en su versión teatral, puesta inolvidable que se debe a un colectivo de actores, dirigidos por Osvaldo Doimeadios.

Quizás el teatrista se nutrió del periodista atento y agudo, y es por ello que se convirtió en uno de los más sobresalientes dramaturgos cubanos de los últimos treinta años.

En 1995, Rosa Ileana Boudet incluyó su Tren hacia la dicha en una antología que recogía las diez mejores obras teatrales de la década. Y es que fue, precisamente, ese Tren… el que hizo volver todas las miradas hacia el dramaturgo con un texto al que el crítico Osvaldo Cano calificó como “una obra plena de sutileza y de honda enjundia poética”.

Aunque Amado del Pino pasó sus últimos años entre Murcia y Madrid (capital esta última donde murió) nunca dejó de ser frecuente presencia en Cuba, tanto físicamente como por sus trabajos periodísticos acogidos por las publicaciones y revistas locales.

No sabía que estaba enfermo. Que la ocasión en que me pidió que escribiera sobre Reino dividido sería la última en que nos encontraríamos.

Lo recuerdo siempre de buen humor, acompañado de su esposa Tania Cordero, comentando las últimas novedades de nuestro panorama cultural.

Nunca lo oí hablar mal de nadie y siempre tenía en la boca una palabra de aliento para los escritores y los periodistas con los que mantenía una límpida y estrecha relación.

Amadito del Pino no “cumpliría” sino que cumple este 25 de febrero sus primeros 57 años. Nos dejó los mejores recuerdos y un legado. Es suficiente para sentirlo vivo entre nosotros.