La gran Habana cumple 40 años de ser declarada Patrimonio de la Humanidad. Ahora, a la distancia de cuatro décadas, es muy atinado explicar ¿por qué esta capital cubana mereció esa distinción?

La Habana fue una encrucijada de culturas, una soberana civilización. El profesor Joaquín E. Weiss (1894), en su libro La arquitectura colonial cubana, escribe:

Descontando a México y Perú, dos de los más extensos y ricos territorios de la América histórica. Pero fuera de estos, es probablemente la arquitectura más completa en nuestro continente. Su personalidad es clara y bien definida; sus soluciones, enteramente funcionales, reflejan de modo impresionante el medio social en que se producen la vida y las costumbres del país y los materiales que el suelo y la industria brindaron a sus habitantes. La sobriedad y sencillez de sus soluciones no pueden estar más a tono con los ideales modernos, al propio tiempo es pintoresca y de un gran colorido.

Catedral de La Habana.

¿Por qué La Habana es La Habana?

Fueron muchos los viajeros que transitaron por La Habana. Los cronistas de la colonia, desde lejanos tiempos, elogiaban la gran ciudad predestinada por los dioses y los hombres. Desde 1622, el fraile Antonio Vázquez de Espinosa, en una escala, describe la ciudad como algo paradisiaco, un ambiente propicio para las inquietudes superiores del espíritu.

La Habana es muchas cosas: es historia, cultura y sangre. La componen castillos, fortalezas, resistencia, lucha, hospitalidad, altruismo, gente amable. Es alegría, vida bohemia, disfrute social. Es una ciudad que resguarda en sus predios múltiples tesoros, que pueden por sí mismos contar buena parte de la historia de la capital cubana.

“La Habana es muchas cosas: es historia, cultura y sangre”.

En una de las celebraciones por el aniversario de la villa de San Cristóbal de La Habana, la periodista Magda Resik pidió a Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad, una reflexión relacionada con la capital cubana:

La Habana es para todos nosotros, y también para mí, un espacio muy grande en la memoria. Ella misma es un trozo de la memoria de Cuba, de América y del mundo. ¡Tantas cosas han pasado en esta ciudad! ¡Es tan bello su urbanismo, está tan bien trazado su diseño de cara al mar! Es también una urbe que por una serie de azares ha conservado, como otras europeas al estilo de Praga, las diversas épocas arquitectónicas.

La ciudad cuenta con el máximo sistema de fortificaciones de castillos de toda América. La Habana es la Llave del Nuevo Mundo y el antemural de las Indias Occidentales. Así aparece por regia voluntad en la Real Cédula de 24 de mayo de 1634. Esta convicción, contenida en frase que el tiempo esculpiría con letras de oro, aceleró las medidas de defensa que permitieron que, hacia 1646, La Habana fuese una ciudad virtualmente inexpugnable.

“La Habana es también su gente alegre, divertida, hospitalaria, amiga”.

Sobre 1577 se construyó el Castillo de la Fuerza. Al terminar el siglo XVI, La Habana tenía sobre el extremo nororiental de su bahía el célebre Castillo de los Tres Reyes del Morro y, enfrente, el Castillo de San Salvador de la Punta.

Después del ataque de los ingleses, en su retirada en 1763, se construyó un inexpugnable sistema de fortificaciones que custodió la ciudad con tres grandes fortalezas. La Cabaña, que se concluyó en 1774 con una extensión de setecientos metros, era la más poderosa de España en América. Tan es así que, desde el siglo XVI, el ingeniero Bautista Antonelli había reconocido que “el que fuere dueño de esta loma, lo será de La Habana”. Las otras eran El Castillo del Príncipe y el Castillo de Atarés, a los que se añadía un conjunto de baterías, cuarteles y almacenes.

Pero La Habana no es solamente su geografía, sus castillos, su hermosa arquitectura, La Habana es también su gente alegre, divertida, hospitalaria, amiga. “La Habana hala mucho”, decía magistralmente Eusebio Leal.

La Habana es un crisol de nacionalidades.

Por ese motivo, a La Habana han venido muchos de los grandes hombres: reyes, condes, príncipes, presidentes, altos dignatarios, ministros, embajadores, así como escritores, intelectuales y artistas de todo tipo.

Los más grandes cantantes y músicos quisieron presentarse en los majestuosos teatros de La Habana. Quien no triunfa en La Habana no triunfa en América. “Vamos a hacer América”, decían los directores de las grandes compañías de teatro o música.

“A mí me fascina París, me gusta mucho Venecia. Pero no cambiaría ninguna de las dos por La Habana”, confesó Eusebio Leal.

A La Habana no solo vinieron hombres de todo el mundo a conocerla, muchos de ellos quisieron ser parte de la vida de esta ciudad. De esa manera, La Habana se convirtió en un crisol de nacionalidades de la propia América, Europa, África, China, India y países del Oriente.

“Quien no triunfa en La Habana no triunfa en América”.

En otro momento, Leal expresó:

La Habana es una de las ciudades más importantes del mundo. La catalogo entre las cinco más hermosas del planeta. He viajado bastante y pude comparar ciudades. García Márquez ha expresado que acaso La Habana es una de las ciudades más bellas del mundo. Hemingway decía que solo Venecia y París eran superiores. A mí me fascina París, me gusta mucho Venecia. Pero no cambiaría ninguna de las dos por La Habana. La Habana es una ciudad que hala mucho, tiene sus propios misterios, su propia maravilla, su propio encanto, sus propios secretos. A través de una sola avenida, desde el Castillo de la Fuerza hasta los confines de Miramar, por el Malecón y la Quinta Avenida, se puede ver toda la historia de su asentamiento, su desarrollo. Es una ciudad que sobrevolándola o caminándola, se ve una ciudad pensada. Como si esto hubiera sido una coincidencia de deseos a lo largo del tiempo. No es un caos reunido, sino que tiene la gracia de las grandes ciudades. La Habana tiene muchas cosas.