La conspiración de Aponte […] dio una respuesta impresionante a las élites que escondían su miedo a un cambio radical aferrándose a la creencia de que podían aislar a Cuba del contagio revolucionario que circulaba por el mundo atlántico […] indica cómo la revolución haitiana dio forma a un movimiento […] La Conspiración de Aponte revela el conocimiento íntimo que tenían los esclavos y la población de color de las luchas de liberación en otras partes del mundo atlántico. Al planear su rebelión en Cuba, los líderes cogieron valor […] y vincularon sus acciones con los movimientos de otros lugares […] La rebelión de Aponte confirmó el temor de los amos a estas influencias externas y el fracaso de su intento de aislamiento. (Matt Childs) [1]

El silencio

En el 210 aniversario de la sublevación organizada por José Antonio Aponte, [2] cuyo levantamiento comenzó el 15 de enero y concluyó el 9 de abril de 1812, con su ejecución sumaria. En un contexto que celebra el 502 de la fundación de La Habana, este habanero precursor de la independencia de Cuba continúa prácticamente ausente del patrimonio histórico reconocido. Durante mucho tiempo, la historiografía clásica cubana se propuso invisibilizar aquellos acontecimientos y personajes que consideró peligrosos para los intereses de los grupos de poder colonial.

Con el propósito de garantizar una ciudadanía de la blancura [3], lo más alejado posible de las identidades de origen africano y, al mismo tiempo, intentar conservar la subalternidad de quienes, según ese pensamiento, debían ser excluidos de la condición de ciudadanía, cuyo derecho correspondía exclusivamente a personas blancas; el régimen colonial se propuso ocultar aquellas proezas de líderes como Aponte, quienes rompían obstáculos aparentemente invencibles para alcanzar la emancipación de la esclavitud y la independencia de Cuba. Sus acciones abarcaron varias regiones del país, un héroe a quien elijo hoy para llamar la atención acerca del silencio en que ha permanecido, incluso después de 1959.

Se trata de una personalidad enraizada en la identidad habanera, que ha permanecido inexplicablemente invisibilizada, cuya vida y acciones continúan prácticamente desconocidas a pesar de su impronta en las calles de La Habana. Por la osadía de organizar la primera conspiración contra la metrópolis española en la Isla, fue ejecutado y su cabeza fue colocada en una jaula en las céntricas calles de Belascoain y Carlos Tercero. Al colocar la escalofriante imagen de la cabeza de Aponte en el espacio público, la idea era que esa exposición sirviera de escarmiento para quienes intentaran seguir su ejemplo contra la España colonizadora.

José Antonio Aponte vivió en la calle Jesús Peregrino, vecindario Pueblo Nuevo, en aquella época llamada Guadalupe, un barrio de extramuros donde habitaban poblaciones de ascendencia africana. El impacto político de sus acciones fue tan grande, que el imaginario racista de la época promovió una frase que ha llegado hasta la actualidad: “ser más malo que Aponte”. Una definición que buscaba sembrar el pánico acerca de este líder, presentándolo como una mala persona con la intención de que la población afrodescendiente libre y esclavizada y también personas blancas, no siguiera sus pasos en el intento por derrocar al régimen colonizador.

Recordarlo hoy significa hurgar en la trascendencia de sus propuestas como un precursor de la independencia de Cuba, lo que significa hacer justicia a una figura de la historia cubana que tuvo un papel decisivo, no solo por su contribución para eliminar el sistema esclavista, sino también por su desempeño a favor de la independencia nacional. José Antonio Aponte se propuso organizar un proyecto conspirativo de alcance político nacional, por su expansión en otras ciudades del país, su enfoque contenía determinadas caracterizaciones ideológicas que buscaban eliminar el estatus de poder del régimen español, por lo cual sus propuestas crearon una reacción violenta de las autoridades coloniales.

“Recordarlo hoy significa (…) hacer justicia a una figura de la historia cubana que tuvo un papel decisivo, no solo por su contribución para eliminar el sistema esclavista, sino también por su desempeño a favor de la independencia nacional”.

Al acercar la mirada al escenario de aquellos acontecimientos, que inauguraron una ruta política de carácter anticipador, donde sus hazañas anunciaban un peligro para el sistema español, de ahí que su historia quedara excluida de los textos históricos y solo en fecha reciente su nombre comienza a figurar en algunos libros escolares. Poseedor de una cultura poco usual para aquel tiempo, compartía su oficio como carpintero con la creación de artes visuales y también de artesanías.

La simple existencia de este personaje y sus seguidores produjo un estado de pavor en las autoridades españolas, que observaban sus acciones como una amenaza para el régimen. Algo que preocupaba al gobierno de la Isla era que Aponte contaba con líderes blancos habaneros, algunos de ellos considerados figuras importantes, como el catalán Pedro Huguet y otros, que igualmente buscaban la eliminación del sistema esclavista. Ante el peligro inminente que él representaba, la propuesta fue arrancar de raíz el legado de este luchador tras su asesinato y, para ello, contaron con el apoyo de reconocidos letrados, quienes consideraron necesario borrar su nombre de la memoria colectiva. De acuerdo con Cepero Bonilla, se trata de una realidad historiográfica de la época:

Los pensadores cubanos anteriores a la guerra del 1868 fueron todos esclavistas […] y todos mantuvieron también una concepción racista del desenvolvimiento de la sociedad cubana. El odio de raza fue un factor actuante en nuestro proceso historico. Los hacendados cubanos de principios y mediados del siglo XIX […] comprendían que en el devenir estaba escrita la emancipación de los esclavos, pero para entonces esperaban haber excluido, eliminado, al hombre de piel negra del conglomerado cubano. No podía ser de otro modo. [sic.] [4]

Un elemento decisivo que contribuyó a consolidar los ideales de José Antonio Aponte en su proyecto conspirativo fue, sin lugar a dudas, la revolución haitiana, basada precisamente en la experiencia de lucha de ese pueblo. El impacto de esa revolución en la cercana isla de Saint Domingue, bajo el dominio francés, fue un hecho de gran impacto al declarar el fin de la esclavitud africana en el año 1804 y proclamar la república de Haití, lo cual despertó un sentimiento de pánico en las matrices de dominación colonial.

Este líder conocía, por sus lecturas, de los movimientos antiesclavistas en las Américas, y contaba además con un bagaje teórico de la literatura de la época, que planteaba el comienzo de la crisis del sistema esclavista y el auge de determinados movimientos sociales. Conocía de la existencia de un nuevo orden filosófico y político como resultado de un cúmulo de sucesos, entre ellos la Revolución Francesa de 1789 y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y trató de colocar esos enfoques en el contexto de la realidad de la Isla.

En Cuba, el “miedo al negro” había ganado espacio debido a las campañas comunicacionales que estimulaban los peligros de la revolución haitiana, la primera antiesclavista del mundo, especialmente para los hacendados que pretendían fortalecer el sistema esclavista, incrementando la compra de mano de obra esclavizada, con el objetivo de aumentar la producción de azúcar.

“En Cuba, el ‘miedo al negro’ había ganado espacio debido a las campañas comunicacionales que estimulaban los peligros de la revolución haitiana, la primera antiesclavista del mundo”. Imagen: Internet

El silencio jugó un papel importante para disolver la imagen de José Antonio Aponte de la memoria colectiva. Un pensamiento compartido tanto por peninsulares ―quienes conformaban el estatus de poder del régimen colonial― como también de sectores criollos, donde los hacendados identificados con el sistema ejercían gran influencia. Resulta una paradoja cultural cómo un personaje de ese impacto político ha continuado silenciado en la Cuba de los inicios del siglo XXI.

Orígenes conspirativos

Desde una perspectiva histórica, los sectores sociales de “personas libres de color”, como era la terminología utilizada para definir a las personas de origen africano, obtuvieron una evolución social desde épocas tempranas . Se trata de un período poco divulgado aún, debido al interés por ocultar el papel de la población de ascendencia africana a partir del estatus de “personas libres de color”. Como una contradicción que marchaba a contrapelo del sistema esclavista, la manumisión [5] permitió a personas esclavizadas comprar su libertad, un procedimiento que formaba parte de la herencia de la legislación española, que tenía su génesis en leyes romanas que habían conservado cierta vigencia. Un contexto que hizo posible que esos grupos sociales avanzaran en la movilidad ascendente, mostrando sus destrezas en oficios como artesanía, música, sastres, dentistas, flebotomianos ―quienes se ocupaban de asuntos relacionados con la extracción de sangre―.

Las causas de ese progreso tuvieron sus orígenes en las posibilidades de ocupar espacios laborales que favorecieron esa participación social. Muchas personas que llegaban a la Isla desde la península ibérica, como parte del proceso de colonización, eran portadoras de un rango militar de hidalguía, como herederos de una arrogancia emblemática que estaba opuesta a tareas como la agricultura, las artesanías y todo tipo de labor que incluyera un tipo de manualidad. En España, durante siglos, esas funciones habían sido consideradas tareas impropias de una representación social honorable, por lo cual, eran realizadas por comunidades árabes en su gran mayoría.

El desprecio hacia determinados quehaceres formaba parte de la cultura de la Hispanidad, lo cual favoreció la inclusión de determinados sectores de la población afrodescendiente en tareas indispensables de una sociedad en desarrollo. Las primeras incorporaciones fueron en el trabajo en las minas, la construcción de fortalezas militares y la reparación de buques. El historiador Manuel Moreno Fraginals argumenta:

Durante los siglos XVII y gran parte del XVIII, el sector negro-mulato adquirió una nueva dimensión. En primer lugar, se incrementó la importación de esclavos, creando incluso un desequilibrio con respecto a la población blanca o blanqueada; en segundo lugar, y esto es muy importante, la población negro-mulata, urbana, libre y esclava, tuvo una especial relevancia social, expresada en niveles de autarquía económica y autodecisión personal en abierta contradicción con las normas jurídicas esclavistas y las rígidas barreras formales de la pureza de sangre. […] Los negros se convirtieron en mano de obra esencial […] desde los humildes trabajos agrícolas y domésticos hasta las más refinadas labores artesanales de pintores, escultores y plateros. [6] 

Un escenario que favoreció los cimientos de una clase media incipiente, como consta en documentos del Archivo Nacional de Cuba. Está el caso de mujeres de ascendencia africana [7] quienes llegaron a obtener un estatus económico que hizo posible obtener propiedades, artículos de lujo como joyas, incluso dinero para comprar la libertad de sus familiares y personas cercanas esclavizadas. Una realidad histórica prácticamente desconocida aún, que expresa la repercusión de un silencio prologado acerca de la historia de un segmento identitario decisivo de la nación cubana. Un error que conduce en la actualidad ―por ignorancia— a que algunas personas supongan que fue la revolución de 1959 la que otorgó por primera vez determinadas prerrogativas a las personas de origen africano para avanzar socialmente. 

Un elemento determinante de la vida de José Antonio fue su itinerario como combatiente de los Batallones de Pardos y Morenos, [8] siguiendo la tradición de su padre, Nicolás Aponte y abuelo, Joaquín Aponte. Su participación en esa institución armada hizo posible adquirir un entrenamiento y capacitación como parte de un ejército emergente en defensa de los territorios españoles conquistados.

“Como una contradicción que marchaba a contrapelo del sistema esclavista, la manumisión permitió a personas esclavizadas comprar su libertad, un procedimiento que formaba parte de la herencia de la legislación española, que tenía su génesis en leyes romanas que habían conservado cierta vigencia”. Imagen: Internet

Esa organización militar diseñada específicamente para hombres libres de ascendencia africana creada por el régimen colonial desde la temprana fecha del año 1570 para la defensa del sistema colonial español, contaba con miles de soldados que obtuvieron, incluso, el reconocimiento de los reyes de España. El bautizo de fuego de esa institución militar fue la toma de La Habana por los ingleses en 1762, donde tuvieron un desempeño notable, que fue reconocido públicamente durante el sermón de las banderas en la iglesia del Espíritu Santo y, más tarde, también se destacaron en la Defensa del Morro.

Formar parte de esa organización armada daba la oportunidad a su membresía de obtener determinadas libertades que ofrecían condiciones de ciudadanía con mejores estatus económicos y sociales, al tiempo que fortalecía el carácter identitario en sus aspiraciones de obtener beneficios similares a los de sus homólogos blancos. Con la intención de legitimar esa institución armada, el reglamento planteaba que debían ser tratados con estimación, ya que una mayoría de ellos poseían oficios que les garantizaban un estatus de cierta comodidad como personas libres de color. Para quienes formaban parte de esa organización militar para la defensa del régimen español, sobre todo en territorios extranjeros, se presentaba una dicotomía, según Pedro Deschamps Chapeaux:

A pesar de la situación hasta cierto punto privilegiada, en que estaban colocados los miembros de los Batallones de Pardos y Morenos en comparación con el resto de la población de color […] En los finales del siglo XVIII y primeras décadas del XIX, paralelamente a las inquietudes que alientan las reivindicaciones que demanda la clase esclava, se pronuncian oficiales y soldados de los Batallones de Pardos y Morenos, conscientes de su importancia en la organización militar de la Isla. Bien cierto es que por sí solos no se manifestaban, pero sí participaban en conspiraciones y movimientos contra el régimen colonial. [9] 

Al profundizar en los orígenes de la conspiración de José Antonio Aponte, sus antecedentes se encuentran en la primera revolución que culminó con la abolición de la esclavitud en la colonia francesa de Saint-Domingue y la proclamación de la República de Haití en el período comprendido entre 1791–1804, como una señal que marcaría una etapa de cambios decisivos también para otros liderazgos regionales. Un evento que le ha costado a ese país pagar caro su arrojo para enfrentar a las potencias europeas, acciones que no perdonaron las potencias colonialistas, quienes apostaban a la permanencia de la esclavitud africana como modo de producción por excelencia.

“Al profundizar en los orígenes de la conspiración de José Antonio Aponte, sus antecedentes se encuentran en la primera revolución que culminó con la abolición de la esclavitud en la colonia francesa de Saint-Domingue y la proclamación de la República de Haití”.

Con sólidos presupuestos teóricos, José Antonio Aponte había acumulado una experiencia compartida con un grupo de líderes de la vecina isla de Santo Domingo, donde el impacto de la revolución francesa había proclamado la igualdad, pero no se aplicaba a las personas esclavizadas, ni tampoco a los mulatos ni negros libres. Allí las personas de origen africano superaban al segmento de personas blancas en una proporción de más de 20 a 1, donde alrededor del 80% se desempeñaban como fuerza de trabajo esclavizado en las plantaciones. María del Carmen Barcia describe el escenario en que se desarrollaron las tareas conspirativas:

El movimiento insurgente se había fraguado en tres espacios privados: la vivienda de Clemente Chacón, que también incluía una taberna, bodega y casa de huéspedes, cuestión que permitía enmascarar las reuniones y las relaciones con los complotados en las áreas rurales que allí pernoctaban; la casa del cabildo Mina Guaguí, del que era capataz Salvador Ternero, y la casa-taller de José Antonio Aponte, con similares características, ubicaciones que facilitaban el trasiego de los conspiradores. [10]

Sin lugar a dudas la conspiración de José Antonio Aponte marcó el comienzo de una ideología emancipatoria no solo por sus presupuestos teóricos precursores, sino porque el proyecto en sí mismo estaba dotado de un preludio anticipatorio. Usar una estrategia territorial que iba más allá del espacio de la capital habanera, consciente de que el sistema esclavista exigía de una dimensión participativa de carácter nacional. Su experiencia en los Batallones de Pardos y Morenos le otorgaba a su vez una preparación militar particular para enfrentar un asunto de complejidad superior, que requería no solo de contextos urbanos, sino de la incorporación de otros grupos sociales donde los contextos rurales estaban llamados a incorporarse contra la esclavitud impuesta por el sistema colonial.

Incluir referencias a la revolución haitiana le permitió que sus propósitos fueran más allá de la eliminación de la esclavitud, al colocar también la búsqueda de la independencia. Pero, sobre todo, conocedor de lo que ocurría en ese momento en otras realidades geopolíticas, le agregó a su elevada sensibilidad artística ―expresada en su famoso libro― una visión compleja y sofisticada del mundo de la época. Su evolución personal como político y estratega dotado de una cultura poco común, chocó con la percepción de sus verdugos que no lograron descifrar el contenido de su obra pictórica, que expresaba a su vez una síntesis de su proyecto libertario.

Continuará


Notas:

[1] Childs, Matt. La Rebelión de Aponte de 1812 en Cuba y la lucha contra la Esclavitud Atlántica. Ed. Oriente, 2011.pp. 76 y 77.

[2] Bolívar Echeverría. Modernidad y Blanquitud, Ed. Era, 2010, p. 40.

[3] Aponte, José Antonio. La conspiración de Aponte, José Luciano Franco. Ed. Ciencias Sociales, 2006. Conspiraciones y revueltas: la actividad política de negros en Cuba (1790-1845), Gloria García, Ed. Oriente, 2003. José Antonio Aponte: perspectivas interdisciplinarias.Colectivo de Autores. Ed. ICIC. 2019.

[4] Bonilla, Cepero. Azúcar y abolición. Ed. Grijalbo, Barcelona, 1976, p. 19

[5] Manumisión. Posibilidades de personas esclavizadas de comprar su libertad. Tuvo sus orígenes en las leyes romanas. En Cuba fue una práctica establecida para ciertos grupos de personas de ascendencia africana. Permitió que en algunos territorios, sobre todo en La Habana, esas personas avanzaran a ciertas formas de emprendimiento.

[6] Moreno Fraginals, Manuel.Cuba/España, España/Cuba.Ed. Grijalbo, Barcelona, 1995. pp. 85 y 86  

[7] Hevia Lanier, Oilda.Emergiendo del silencio. Mujeres negras en la Historia de Cuba. Ed. Ciencias Soc., 2016, pp. 3-51

[8] Deschamps Chapeaux, Pedro. Batallones de Pardos yMorenos. El negro en la economía habanera del siglo XIX, Ed. Union, 1970, Batallones de Pardos y Morenos Libres.Pedro Deschamps Chapeaux. Ed. Arte y Literatura. 1976. Cómo surgió la cubana nacional. Walterio Carbonell. Ed. Bachiller, 2005.

[9] Pedro Deschamps Chapeaux. Ed. Union, Ob. cit.

[10] Barcia, Ma. del Carmen. José Antonio Aponte: perspectivas interdisciplinarias. Ed. Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello. 2019. p. 22

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