La Feria Internacional del Libro de La Habana, en su edición 31, ha sido dedicada a la bibliógrafa Araceli García Carranza y al escritor Julio Travieso. Al día siguiente de que iniciara la gran fiesta de la literatura cubana, en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí (BNCJM) repicaron las campanas en homenaje a la doctora García Carranza.

“Investigadora y bibliógrafa en Araceli, significan lo mismo”.

Un coloquio sobre la vida y obra de la bibliógrafa, moderado por el director de la institución, Omar Valiño, y con la participación del Instituto Cubano del Libro, reunió a colegas y amigos de nuestra estimada doctora Araceli García Carranza —leyenda de la Bibliotecología en la Mayor de las Antillas— en el Teatro Hart de su biblioteca. Para la ocasión, disertaron Rafael Acosta de Arriba, Eloísa Carreras Varona, Iliana Ortega Cerra y quien suscribe.   

Deber y placer se reunieron esa tarde de viernes, ante la posibilidad que me concedieron de participar en el mencionado coloquio. Para la ocasión, me encomendaron la disertación de tres aspectos que han sido claves en la trayectoria profesional de Araceli, estos son: su labor como investigadora, su producción bibliográfica y su desempeño como jefa del departamento de Investigaciones de la Biblioteca Nacional.

Resulta difícil resumir seis décadas de imparable productividad intelectual. Ante tamaña tarea, y en aras de no extenderme más de lo necesario, sin dejar de plasmar lo esencial de cada faceta y con el ánimo de no convertir mi discurso en un listado de títulos y fechas, consideré prudente enlazar su labor de investigación y su producción bibliográfica, pues investigadora y bibliógrafa en Araceli, significan lo mismo.

Un Coloquio sobre la vida y la obra de la bibliógrafa Araceli García Carranza reunió a colegas y amigos de la estimada doctora.

Apenas García Carranza y Bassetti traspasó el umbral de la Biblioteca Nacional José Martí, aquel primero de febrero de 1962, la investigación de autoridades y la indización de revistas cubanas del siglo XIX ocuparon sus jornadas en el Departamento de Catalogación y sentaron las bases para su posterior labor como bibliógrafa. Desde entonces, las fichas se convirtieron en sus mejores aliadas, pequeños espacios en cartulina o en papel, en donde la Doctora en Filosofía y Letras volcaba con rigor, la información analítica de publicaciones seriadas cubanas.

En esos primeros tiempos vieron la luz el Índice Analítico de un grupo de publicaciones periódicas del siglo XIX,en coautoría con Fichú Menocal,y el de la Revista Bimestre Cubana.

Muy pronto llegaría la joven Araceli al departamento de Colección Cubana, un oasis intelectual dentro de la propia Biblioteca Nacional, cuyos recuerdos, a inicios de los años sesenta, la remontan a estanterías casi vacías, pues la mayor parte de la documentación se encontraba en cajas y la institución se preparaba para recibir donativos y bibliotecas de personalidades que el Estado recuperaba.

Inspirada en la labor de sus compañeros, con la certera guía de la doctora María Teresa Freyre de Andrade y ante el enorme caudal de información por develar, continuó Araceli en la confección de índices analíticos, resultado este que incorporó a la Bibliografía de la Guerra de los Diez Años, compilada por la doctora Aleida Plasencia.

Sin embargo, la Biobibliografía de Don Fernando Ortiz, publicada en 1970, constituye la primera obra que traza el comienzo del largo camino de producción biobibliográfica de personalidades de la doctora García Carranza, al punto de sumar una treintena de libros y folletos publicados, y alrededor de 80 textos, solamente en la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí.    

Ante la pregunta que le realizara, vía telefónica, una mañana de domingo en la que comenzaba a redactar estas líneas, y en el intento de sintetizar la esencia de su ingente labor en esta disciplina humanística, cual sentencia, respondió: “La bibliografía es un camino de conocimiento que yo le trazo al estudioso, que supone el dominio de las colecciones, así como la investigación de la vida y la obra del intelectual”.

Esos caminos develados a los investigadores por Araceli, amén de lo que representan para los estudiosos y las futuras resonancias que tienen en el orden científico, la llevaron a relacionarse y ganar la amistad de ilustres cubanos como Alejo Carpentier, Roberto Fernández Retamar, Carlos Rafael Rodríguez y Eusebio Leal, por solo mencionar a algunos de los biobibliografiados con los cuales tuvo la oportunidad de intercambiar en el proceso de conformación de las obras. 

“La bibliografía —sostiene García Carranza— es un camino de conocimiento que yo le trazo al estudioso, que supone el dominio de las colecciones, así como la investigación de la vida y la obra del intelectual”.

La revisión de centenares de manuscritos, textos originales, recortes de prensa, correspondencia y cuanto documento integra el fondo personal de las distintas personalidades trabajadas por García Carranza, además de constituir un privilegio, representa un manantial del que ha bebido y fortalecido su intelecto, con la misión de devolverlo todo en estricto orden lógico para su mejor comprensión y estudio.

Las biobibliografías y artículos publicados que llevan la firma de Araceli, cual hijos intelectuales, resumen la silenciosa y dedicada labor a la que ha consagrado su existencia. Con su escritura ha contribuido a penetrar la obra de grandes cubanos como la del novelista Alejo Carpentier, uno de los autores que ha trabajado con mayor sistematicidad desde la década del setenta y hasta la actualidad, en su desempeño como curadora de la colección del autor de El Reino del este mundo y asesora de la Fundación que lleva el nombre del más grande novelista del siglo XX cubano.

Asimismo, se ha ocupado de la obra, y en muchos casos también de la trayectoria vital, de notables intelectuales como Eliseo Diego, Emilio Roig de Leuchsenring, José Lezama Lima, Lisandro Otero, Roberto Friol, el Guerrillero Heroico Ernesto Guevara y Armando Hart Dávalos, por solo mencionar a algunos.

Pero no solo nuestra bibliógrafa mayor —heredera y fiel continuadora de Bachiller, Trelles y Peraza— ha biobliografiado a destacados humanistas, su pericia y la necesidad de dejar constancia, en compactos volúmenes, de determinadas temáticas, así como de sucesos e instituciones relevantes para la historia de Cuba, la ha llevado a desarrollar, entre otros temas, repertorios del Asalto al Cuartel Moncada, de arte cubano, de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí y la propia bibliografía de la Biblioteca Nacional que nos acoge.

No por último resulta menos importante el trabajo sostenido de Araceli con la bibliografía martiana. Desde 1968, en tiempos de la luminosa Sala Martí, que sostuvieron los dignos cubanos Cintio Vitier y Fina García Marruz, y más tarde para el Centro de Estudios Martianos, compila la bibliografía de nuestro Apóstol, con un total de 49 volúmenes publicados.

Araceli reunió la bibliografía martiana en 49 volúmenes.

En la actualidad, cuando un número no despreciable de información circula a través de la red de redes, se le dificulta cada vez más a la bibliógrafa acceder a lo que se publica, principalmente lo relacionado con la obra de nuestro Apóstol. Su fiel constancia y la comunicación con grandes amigos, en Cuba y allende los mares, le aportan la información necesaria para continuar con su noble y tenaz misión.

Para quien ocupó durante años la jefatura de Colección Cubana, más tarde la del departamento de Bibliografía y desde hace casi dos décadas el de Investigaciones Histórico Culturales y Bibliotecológicas, nada en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí le ha sido ajeno. Aun cuando considera que no posee el suficiente liderazgo para dirigir —desde aquella mañana en la que el Capitán Sidroc Ramos la nombrara jefa de Colección Cubana—, la estela de aciertos y resultados de trabajo bajo su mando, ha demostrado lo contrario.

A Araceli García Carranza “nada en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí le ha sido ajeno”.

Quienes tuvieron y tienen el privilegio de sentirse dirigidos por esta gran mujer, pueden dar fe de su bondad y capacidad de ponerse en el lugar de los otros, sin arrogancia ni poses, allanando asperezas, incentivando la creatividad, uniendo esfuerzos, desde el ejemplo.

Puedo dar fe, en lo personal, por la cercanía que nos enlaza ante el apoyo en tareas de orden administrativo, de su constancia, preocupación por todos y en especial, de su agradecimiento. “Gracias, queridita”, es una expresión casi cotidiana en Araceli. Gracias, cuando soy yo quien debe agradecerle el privilegio de haberla conocido y de ofrecerme la oportunidad —como ella la tuvo con otros en el pasado— de crecer y beber de su savia erudita y maternal.

“‘Gracias, queridita’, es una expresión casi cotidiana en Araceli. Gracias, cuando soy yo quien debe agradecerle el privilegio de haberla conocido”.

Cuando hablamos, en la Biblioteca o por teléfono, con avidez anoto aquellas frases que dice y que no deben quedarse en el viento, como la que expresara recientemente en su cubículo, con motivo de la dedicatoria a su obra en la presente Feria del Libro. “Se trata de un reconocimiento a la Biblioteca Nacional —dijo— y a mi generación, una generación sacrificada e iluminada por la cultura cubana”.

Impresiona a sus 85 años la intensidad y variedad del trabajo intelectual de Araceli. Bien sea en la Biblioteca Nacional, la Fundación Alejo Carpentier, el Archivo Crónicas o desde la computadora de su apartamento, donde no pasa un día sin que la bibliógrafa aporte algo nuevo a la cultura cubana y universal.

La pasión por servir, por ser útil y amable ha distinguido siempre a Araceli García Carranza. El cubículo que ocupa desde hace años en la Biblioteca Nacional es el espacio al que acuden intelectuales, lectores y bibliotecarios en busca de referencias, comentarios de algún tema de la cultura o simplemente a saludar a la dama de la eterna sonrisa, portadora de la elegancia necesaria en los tiempos que corren.

En sus labios está siempre el agradecimiento a sus compañeros de trabajo, de antes y de ahora, cuidando al extremo las omisiones, honrando la memoria de sus predecesores y de todo aquel que contribuye a su labor.

“La pasión por servir, por ser útil y amable ha distinguido siempre a Araceli García Carranza”.

Cabría entonces preguntarnos: ¿cuántos nuevos horizontes ha contribuido a vislumbrar en materia de conocimientos y los que surgirán en el futuro, apoyados en las trazas vitales de sus compilaciones, en los análisis de repertorios, en la secuencia engarzada de hechos y obras? Resultan infinitos, incontables, no solo por la cantidad sino por lo que representan para la cultura cubana y universal.    

¿Cuánta modestia se esconde detrás de los múltiples y diversos caminos que ha abierto Araceli a generaciones de investigadores de Cuba y del mundo? Para quien considera su profesión como la más hermosa de todas las profesiones, la constancia y la conciencia plena de saberse en deuda eterna con la cultura y el conocimiento, han sido premisas de su trabajo cotidiano y constituyen directrices de sus días, sin distinción de laborables, feriados o fines de semana. Deber y placer se han unido desde el comienzo y son la clave de su provechosa existencia.

Gracias, Maestra, es un privilegio poder honrarla desde su Biblioteca, quedaremos siempre en deuda con su obra y con su ejemplo.