Aun cuando la fetidez y la humedad carcomían cada metro del pavimento, Narváez era hermosa. Las tranquilas aguas del río San Juan rozaban lentamente sus riberas, devenidas malecón y realzadas por los barquitos pesqueros, siempre anclados en la orilla. Entonces, poco importaba la insalubridad: una puesta de sol allí inspiraba los más tristes poemas y las más melódicas canciones.   

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Narváez fue siempre una de las mejores áreas paisajísticas y urbanísticas de la ciudad de Matanzas, de ahí que a partir de 2017 y como parte de las acciones comprendidas en el Plan Maestro concebido para celebrar el aniversario 325 de la urbe, se decidiera su restauración y la concepción de nuevos espacios.  

Hoy resulta imposible visitar la Atenas de Cuba y no llegar hasta allí, sobre todo porque promete convertirse en una de sus principales rutas culturales en los próximos años.

Las galerías talleres

Una novedosa forma de concebir el arte y mostrar a los creadores en interacción con el público que pregunta y se interesa por las creaciones, resurge en las antiguas casas almacenes cercanas al San Juan.

En estas galerías se puede apreciar íntegramente el proceso creativo. Son espacios diseñados para exponer y comercializar las piezas, en un contexto que atrapa a quienes visitan los talleres. Sin duda, la conversión de esta centenaria arteria en paseo peatonal ha proporcionado un impulso al arte en esta zona, recontextualizando y valorizando sitios antes subutilizados. 

Esculturas de gran formato se elevan sobre la serenidad del río y dan la bienvenida al transeúnte; seguirlas nos lleva hasta uno de sus artífices, Osmany Betancourt Falcón, conocido por Lolo. En mitad de la calle se encuentra un remanso de paz.

Los restos del basurero que fue aquel sitio se afanan en moldear las más vistosas cerámicas o en fundir el hierro para descubrir nuevas formas.

En la galería taller se pueden admirar diversas técnicas de la cerámica, desde la tradicional hasta el rakú, pinturas, dibujos, esculturas únicas y piezas confeccionadas en fibra de vidrio, metal, terracota, o materiales reciclados, así como obras de salón y de escala urbana.

Incluso, es posible sorprender a artistas de la talla de Manuel Hernández que, imbuido en sus guajiros, explica con humildad que ellos tan solo forman parte del entorno y del patrimonio.

“Matanzas se está refundando, haciéndose más misteriosa y atractiva. Siempre fuimos una ciudad de paso, y ahora nos declararon destino turístico, pero solo tenemos que mostrarnos como somos, auténticos, sin disfrazarnos, porque nuestro principal encanto son los habitantes”, confirma Manuel Hernández.

Lolo es el alma del taller. Graduado en 1992 de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de La Habana como escultor y dibujante, emprendió en 2010 la tarea de limpiar y dar forma a uno de los escenarios más acogedores de la céntrica calle.

“Al inicio la idea era hacer un taller, luego decidimos exponer lo que estábamos haciendo en cerámica y acero, y fuimos acondicionando la galería. Anterior a esta renovación manteníamos un proyecto en las márgenes del río, con esculturas y murales de artistas nacionales e internacionales. El haber restaurado la calle nos ha ayudado a visibilizarlas”.

El taller se mantiene siempre abierto y, sin costo alguno, se pueden admirar los procesos creativos, luego está la galería, donde se exponen los productos terminados.

Mederos, el paisajista

Unas cuadras más abajo casi concluye su galería taller el pintor Jesús Alberto Mederos Martínez. Él es el autor de la mayoría de los murales que hoy exhibe la ciudad yumurina, entre ellos, el existente en el restaurado Museo de Bomberos.

Además de exponer y comercializar su obra, Mederos propone el trabajo con niños con trastornos en la conducta y ancianos, proyecto que surge a partir de la obra Aún estamos a tiempo, con la cual alcanzó el tercer premio en el Programa Mundial de Alimentos.

“Siempre tuve la idea de trabajar en un taller a la orilla del río, de forma ecológica y didáctica, para involucrarlos en las cosas lindas que podemos hacer por la ciudad, como murales y paisajes y contaminarlos con la renovación que vivimos”, añade.

Así, reviviendo el arte en su función social, se reinventan nuevas figuras que iluminan el paseo peatonal. Además de estas galerías se construyen otras con novedosas propuestas. A ellas, según confirma Leonel Orozco, conservador de la ciudad, se suma el proyecto cultural Sala 3D para el patrimonio natural, de la Sociedad Espeleológica de Cuba y la Fundación Antonio Núñez Jiménez; el proyecto Café Cantante, de los artistas plásticos; el café sede de la Bienal de La Habana; el espacio Barquito de papel, de Fara Madrigal; el Cibercafé y la plaza Esquimore, de los artesanos.

Ahora sí la Ciudad de los Puentes puede preciarse de ser la única ciudad cubana que posee un malecón ubicado en un río de área urbana, con atractivos culturales y turísticos.