Almodóvar y Egoyan recolocan melodrama y thriller

Joel del Río
12/1/2017

Por obra de la casualidad, o más bien gracias al empeño inveterado del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) por sostener contra viento y catástrofe una programación cinematográfica de alto nivel artístico, coinciden en cartelera los más recientes filmes de dos autores altamente reconocidos en circuitos festivaleros y críticos: el español Pedro Almodóvar con el melodrama femenino Julieta, y el canadiense Atom Egoyan mediante el thriller, protagonizado por Christopher Plummer, Remember, o Recordar.

Respecto al nuevo filme del celebérrimo Almodóvar, lo primero sería advertirle al espectador sobre el posible error de confiar en criterios de otros, o en la lectura presurosa de una sinopsis, para ver o no ver, gustar o no gustar de Julieta. Un dislate todavía peor, después de verla, sería condenarla al fusilamiento crítico por compararla con obras anteriores del director sobre la condición femenina sufriente por el abandono (Mujeres al borde de un ataque de nervios, Hable con ella), acerca de progenitoras martirizadas (Todo sobre mi madre, Volver) o descendientes rencorosas y traumatizadas (Tacones lejanos).


Cartel de Julieta. Foto: Internet

Aunque Julieta triangula los tres temas antes aludidos, se trata esta vez de una narración más apacible, con actuaciones concebidas desde un perfil más bajo. Los códigos del melodrama filial (comedido) se atenúan mediante retrospectivas aclaratorias sobre los momentos de pérdida, mentiras y errores que alejan a la hija de la madre. Las indelebles transgresiones del pasado, y la desesperación provocada por ciertos duelos arrasadores, gravitan sobre la existencia de estas dos mujeres, y llegan al espectador en estado puro, prístino, pero sin excesos de ninguna índole.

A estas alturas, mi lector ya adivina que, fan confeso del buen melodrama como soy, disfruté de Julieta, a pesar de la leve congestión de casualidades, coincidencias, golpes de efecto, muertes súbitas y remordimientos inevitables. Porque Almodóvar ha llegado al templo de los autores que dominan a plenitud un género, y en este olimpo de los magnos formalistas, el director se divierte en iluminar de bermellón, y verde-azules vocingleros, este pequeño y despojado cuento, cotidiano, de la canadiense Alice Munro.

El director manchego toma el relato nevado y pacífico, y coloca algunos gramos más de tragedia y predestinación. Quizá la recreación fílmica de los personajes femeninos creados por la Premio Nobel de Literatura requería mayor sutileza y serenidad, pero sería injusto, e incoherente, rechazar un filme de Almodóvar por almodovariano, por atreverse a vincular, otra vez, el sentido de suspense de Alfred Hitchcock con el patetismo de Douglas Sirk, y la expresionista paleta de colores que ambos autores usaron en los años 50.

Emma Suárez, una actriz de prestigio, pero carente de registro almodovariano, en tanto apenas ha incursionado en la comedia farsesca ni en el melodrama extremo, le confiere notable credibilidad a esta matriarca apesadumbrada y compleja, en el aciago empeño por explicarse las razones del cisma abierto en la comunicación con su hija. Y conforme con tales coordenadas, algunos críticos acusan la trama de simplona, formulista y carente de inspiración.

Aunque apenas logre satisfacer las expectativas de algunos delirantes fanáticos (siempre dispuestos a condenar al manchego al infernal círculo preparado para los cineastas decepcionantes), por su encomiable incapacidad para repetir y reciclar sus obras maestras, Julieta es una película de diversos y evidentes méritos, más bergmaniana que hollywoodense, sofisticada y sutil cartografía de un relieve emotivo adolorido y sin ostentaciones.

El filme Recuerda, de Atom Egoyan, también evidencia la voluntad del autor por manipular a su modo el thriller en vertiente vengativa, puesto que el protagonista es un anciano atacado por Alzheimer, y muy bien puede olvidar detalles y rostros en su intento por ajusticiar a un criminal de guerra. Como en otras películas de este autor, se recurre temáticamente a las verdades ocultas y los secretos que se develan súbitamente. Tal giro argumental sostenía dramáticamente tres de sus mejores películas: Exótica (1994), El dulce porvenir (1997) y El viaje de Felicia (1999).

Remember cuenta la historia de Zev Guttman (interpretado con extraordinaria solvencia y estricta dignidad por Christopher Plummer), un anciano de 90 años que lucha con la pérdida de la memoria. Un día recibe una carta de su amigo Max (ambos ancianos fueron prisioneros en el campo de concentración de Auschwitz) con la propuesta de que vaya en busca de un criminal nazi, culpable de la muerte de las familias respectivas de Zev y Ma. Este último está confinado en una silla de ruedas, de modo que Zev debe materializar la venganza y castigar al hombre que destruyó sus vidas.

Influido por Alfred Hitchcock, tanto por el sentido del suspense como por ciertos matices de humor negro (un vengador anciano que de pronto pudiera olvidar la esencia de su desquite), Recuerda trae a la mente también filmes como Memento, pero además del héroe anciano, vindicativo y olvidadizo, está el tema del holocausto y de los criminales nazis que escaparon a la justicia, de modo que el filme se relaciona, en su contenido netamente histórico, con títulos como la memorable Marathon Man (1977) o la argentina Wakolda (2013).

Con tres o cuatro escenas verdaderamente memorables, incluidos los polémicos momentos finales, tanto de Recordar como de Julieta, es seguro que ninguno de los dos filmes representa el punto más alto en las filmografías de sus respectivos autores, pero resultan obras inteligentes y sensibles, concebidas para el cinéfilo inteligente y curioso, capaz de comprender que los grandes cineastas, incluso los geniales, también pueden hacer películas pequeñas y singulares.