Bayamo, cuna de la nacionalidad

Maya Quiroga
12/10/2018

San Salvador de Bayamo, segunda villa fundada por Diego Velázquez, adelantado de la Corona Española en Cuba, es considerada la cuna de la nacionalidad, y exhibe con orgullo las huellas de una historia de rebeldía que marcaron totalmente la identidad del cubano.

La urbe se fundó a la sombra del Bayam, árbol de la sabiduría, en una zona muy fértil bañada por el río Cauto, cerca del golfo de Guacanayabo. En el escudo de Bayamo aparecen un árbol y un león en actitud muy pacífica. “Se decía que bajo las sombras de ese árbol las fieras más terribles se apaciguaban”, apunta Domingo Cuza, profesor de Historia de la Escuela de Hotelería y Turismo en la ciudad.


La Iglesia de San Salvador de Bayamo fue construida en 1516 y declarada catedral en el siglo XX.
Fotos: Internet
 

En la llanura donde Velázquez decidió emplazar definitivamente la villa, el 5 de noviembre de 1513, se asentaba el cacicazgo aborigen más próspero y uno de los más densamente poblados de la Isla. Mediante estudios antropológicos se ha comprobado que el diez por ciento de los genes de los bayameses presenta un fuerte componente arahuaco.

Ludín Fonseca García, historiador de Bayamo, ha señalado que: “Los colonizadores españoles sintieron orgullo al nombrarla San Salvador, porque con ello aspiraban a liberar de un pensamiento irredento a los habitantes de la Isla, sobre los restos calcinados del cacique indio Hatuey. Pero Bayamo se convirtió en heredera cultural del símbolo de rebeldía”. Precisamente la leyenda de la Luz de Yara nace cuando los aborígenes recogieron, con respeto, las cenizas de Hatuey y las depositaron en Bayamo.

El 20 de octubre es una fecha muy especial para todos los cubanos. La villa guarda como tradición entonar el Himno de Bayamo para recibir el Día de la Cultura Nacional. A la medianoche del día 19, justo a la entrada de la Catedral de San Salvador de Bayamo, 12 bayamesas (seis blancas y seis negras) entonan la marcha triunfante: “Al combate corred, bayameses, que la Patria os contempla orgullosa”. Son ellas fieles herederas de quienes corearon, por vez primera, ese canto de guerra compuesto por el patriota independentista Perucho Figueredo.

Un mural, localizado en el arco central de la Catedral, contiene la letra del Himno Nacional, cuya música era tarareada en la ciudad antes de que se conociera la letra, ya que nació en la Iglesia como parte de una fiesta religiosa.

El mural también refleja la bendición de la Bandera de La Demajagua, hacienda donde Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, les diera la libertad a sus esclavos el 10 de octubre de 1868, acto que marca el inicio de las gestas libertarias cubanas. Fue el párroco Don José Batista quien bautizó la bandera que aparece en el cuadro en manos del general Luis Marcano.


El gran mural del pintor dominicano Luis Dessangles refleja el momento de la bendición de nuestro emblema nacional
 

Cuentan que es esa la única iglesia del mundo en cuyo atrio se observa un suceso histórico. Destaca por la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores, obra de Manuel de Socorro, con un especial estilo barroco. Tallada en madera de cedro y laminada en oro, es fiel exponente de la arquitectura colonial cubana y en ella se pueden apreciar frutas tropicales. Hoy, es el templo principal de la diócesis de Bayamo-Manzanillo. Fue declarada Monumento Nacional en 1935.

Símbolos de Bayamo

El 27 de octubre de 1851, un enamorado de la joven Luz Vázquez la sorprendió en su ventana con una serenata, donde el tenor Carlos Pérez Tamayo interpretó La Bayamesa, hermosa melodía escrita por José Fornaris, con música de Céspedes y Francisco del Castillo; considerada como la primera canción romántica cubana.

Con la tea incendiaria, un madero blanco y uno negro, se recuerda el mayor acto de rebeldía acaecido el 12 de enero de 1869, cuando Bayamo, declarada capital provisional de la Revolución desde el 20 de octubre de 1868, fue incendiada por sus habitantes para no caer nuevamente en manos españolas. Sin titubear por un instante, hombres, mujeres y niños prefirieron vivir libres en los campos, donde muchos perecieron víctimas del hambre, la enfermedad y la guerra.

Como dice el estribillo de un son popularizado por Adalberto Álvarez: “Yo quiero ir a Bayamo montando en coche”. Precisamente los coches proporcionan el placer de viajar a través del tiempo y la historia. En fábricas como La Rueda o La Calesa aún se reproducen fielmente los coches Duquesa y Milord, similares a los construidos por los primeros artesanos de la villa, que dieron vida a quitrines, volantas y cabriolés desde 1515.


 

Cerca de las figuras inmortalizadas en el Museo de Cera de Bayamo, único en Cuba, trascurre la vida en la capital de la provincia granmense, dotada de bellezas naturales como el pico la Bayamesa —la segunda altura más importante de Cuba—, humedales, cuevas y una gran variedad de orquídeas, helechos y mariposas transparentes.

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