“Centrismo” y “Tercera vía”, ¿solo etiquetas?

Iroel Sánchez
28/6/2017

Un artículo del historiador Elier Ramírez Cañedo titulado “Centrismo y tercera vía en Cuba” ha despertado variadas reacciones. Pero a veces ilustra, o complementa un poco, dar la palabra a los protagonistas, algunos de los cuales Raúl Antonio Capote ha señalado con nombres y apellidos en su artículo “Tercera opción en Cuba: El drama de los equilibristas”, y otros han recibido una descripción bastante elocuente:

“Un conocido profesor universitario, hoy devenido además en “reformador constitucional”, “propulsor” de cambios constitucionales, etc., incluso de una nueva Constitución”.

Hay quien arguye que “centrismo” es una etiqueta, una creación artificial. Sin embargo, los delata el lenguaje equidistante de quienes citan a Gramsci pero niegan lo que este afirmaba cuando decía: “Vivir quiere decir tomar partido”, o peor, creen que no es evidente el partido que toman:

“Otro aspecto que, según muchos, parece interponerse en el camino de las negociaciones es el de Alan Gross, el contratista norteamericano preso en Cuba por ejecutar acciones no permitidas por las leyes, y los tres cubanos que cumplen sanciones severas en Estados Unidos por trabajar para entidades de la seguridad cubana” (“Cuba Posible: pensar el futuro de la Isla (II)”, en OnCuba Magazine, 11 de noviembre de 2014).


Alan Gross. Foto: Internet

Para los centristas, Alan Gross era “el contratista norteamericano preso en Cuba por ejecutar acciones no permitidas por las leyes” —se puede interpretar que se llevó una luz roja o un cartel de “Pare”, y no que trabajaba para las políticas subversivas de Estados Unidos contra Cuba—; sin embargo, nuestros héroes cumplían “sanciones severas” —nunca injustas— “por trabajar para entidades de la seguridad cubana”.

O este otro equidistante ejemplo, firmado por la persona que en 2011, a través de la influyente New America Foundation (NAF) —la mayor beneficiaria de fondos de la USAID en sus programas de “promoción de la democracia en Cuba”— intentaba responder: “¿De qué manera estas tendencias se relacionan con los intereses estratégicos de la política norteamericana y su objetivo declarado de promover una transición pacífica a una Cuba democrática y orientada al mercado?”. Con “tendencias” se refiere, en sus palabras para la NAF, a “la liberalización política y el surgimiento de una Cuba más abierta hacia el mundo exterior”. Decía el colaborador de la NAF: 

“La política del embargo es una política imperial porque pretende imponer a través de la coerción el tipo de gobierno que a ellos les gustaría en Cuba, con las políticas que a ellos les gustarían desde Cuba. Es posible que esa política sea suplantada por una política de proyección hegemónica que lo que procura es persuadir al otro actor, a partir de dinámicas de información, dinámicas de incentivos, de que es mejor, para el actor más débil, adoptar cambios que lo hagan caber o entrar en un rompecabezas mayor donde predomina el liderazgo norteamericano.

“Esto es algo que Cuba no parece aceptar y eso ya es un conflicto de Cuba no solo con Estados Unidos, sino con un sistema internacional donde la primacía norteamericana es una realidad. El actual sistema político cubano y la dirección cubana no se sienten cómodos con el mundo de esa manera y hacen todo lo posible por cambiarlo. ¿Es posible que Cuba modere esa manera de ser? Yo creo que sí. ¿Es posible que Estados Unidos asuma la búsqueda de sus mismos objetivos por un método más persuasivo y menos coercitivo?” (Arturo López-Levy: “En la medida en que la reforma económica cubana abra los apetitos empresariales, el lobby pro embargo tiene que retroceder”, Progreso Semanal, 14 de Marzo, 2014).

Hay “un conflicto de Cuba no solo con Estados Unidos sino con un sistema internacional donde la primacía norteamericana es una realidad” y la causa es que “el actual sistema político cubano y la dirección cubana no se sienten cómodos con el mundo de esa manera y hacen todo lo posible por cambiarlo”. Para el ideólogo de la NAF, Cuba debe moderarse en su manera de ser pero EEUU no, Washington solo debe perseguir los mismos objetivos de modo distinto, recomendación que Obama puso en marcha a partir de 2014. Para entender por qué, hay que leer la definición de New América Foundation que dio Julian Assange a Ignacio Ramonet:

“La New America Foundation, por ejemplo, en Washington, ¿quién la financia? La respuesta es: Eric Schmidt personalmente, y Google como compañía, y el Departamento de Estado, y Radio Free Asia, y varias entidades más, pero las que he mencionado son las principales patrocinadoras. Y su directora general, Anne-Marie Slaughter, había trabajado anteriormente como asesora muy cercana a Hillary Clinton en el Departamento de Estado, y sigue siendo una asesora actual del Departamento de Estado. Y es profesora en Princeton, al mismo tiempo. Por lo tanto, aquí los tenemos a todos juntos: Eric Schmidt como individuo, Google como compañía, el Departamento de Estado como parte del Ejecutivo de EE.UU. Igual ocurre con Radio Free Asia, y con el mundo académico representado, en parte, por Anne-Marie Slaughter” (Ramonet entrevista a Assange: “Google nos espía e informa a EEUU”, Cubadebate, noviembre de 2014).

Lo mismo sucede con el término “Tercera vía”, otra “etiqueta inventada”. Un llamado a Miami, publicado en El Nuevo Herald el 21 de marzo con el título “Miami, La Habana, Europa: hoja de ruta”, desde la “socialista” Fundación Alternativas —vinculada al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y con el ex jefe del gobierno ibérico Felipe González y el ex Ministro de Cultura y luego Exteriores, además de ex Secretario General de la OTAN y fundador de la revista Encuentro de la cultura cubana, Javier Solana, en su nómina— arroja algunas luces y explica cómo sincronizar la estrategia hacia La Habana entre Europa y EE.UU., buscando una “tercera vía” para influir en Cuba:

“En este proceso, tan malo sería ir muy deprisa como muy despacio; tan malo sería focalizar exclusivamente en los avances económicos, como exclusivamente en los políticos. No hay que saltarse ningún paso. Asimismo, es preciso sincronizar la sociedad de dentro, con la de fuera —la diáspora de Miami. Ello exige un cambio en la estrategia de aproximación. Las dos vías ensayadas hasta ahora por españoles y europeos no han funcionado. Una era la vía “oficialista” de contactos con el régimen, con limitaciones obvias. La otra vía era el contacto con unos disidentes que no han contado con un respaldo significativo en la isla, y que a menudo han maniobrado, o bien aisladamente, o bien torpemente, siempre bajo la sospecha de la financiación “subversiva” de Miami (las Damas de Blanco, por ejemplo).

“Precisamente la tercera vía que Europa y EE.UU. deberían poner encima de la mesa negociadora, el núcleo del Deal, no son grandes exigencias a priori en libertades y pluralismo político por parte del régimen cubano —pues eso ha de llegar en el proceso negociador—, sino tener pleno acceso a la incipiente sociedad civil, tanto la “opositora” como la “no opositora” y la aún “no posicionada”, fortaleciendo sus bases económicas y favoreciendo su movilidad interna y exterior, mientras se va cimentando progresivamente una clase media”.

(…)

“En Europa, países como la República Checa, Polonia, Suecia o Finlandia, van dejando atrás sus reticencias, mientras se confirma el giro de Francia o Alemania. España y Europa pueden resultar útiles también como escenarios de encuentros orientados a la reconciliación y al desarrollo, en un proceso transparente, y con el conocimiento de las autoridades cubanas. Por ejemplo, recientemente, grupos de opositores cubanos se reunían en Madrid en torno a la articulación de un consenso mínimo que incluye movimientos políticos, ley de asociaciones, ley electoral o Cuba 3.0 (Internet)”.

Cualquier semejanza de ese “consenso mínimo” con el programa tercerista ratificado a propósito de los anuncios anticubanos de Donald Trump por quienes antes hacían equilibrios entre Alan Gross y los Cinco, ¿es casualidad?


Fleckenstein. Foto: Internet

Knut Fleckenstein, vocero internacional de los socialdemócratas en el Parlamento Europeo, ha dicho sobre la política de la socialdemocracia europea hacia Cuba después de las declaraciones de Trump en el teatro Artime de Miami:

“Nuestros esfuerzos por respaldar a los cubanos comienzan sabiendo que en Cuba no se respetan los derechos humanos. Y la única forma de que los cubanos logren lo que quieren es dialogar con su Gobierno y no dejar sola a la sociedad civil.

(…)

“Primero: que las ganancias del turismo no vayan a parar a los consorcios estatales, sino que sean utilizadas para apoyar a todos los pequeños empresarios que abren sus negocios y aportan a la formación de una economía. Segundo: el intercambio comercial debe ser atractivo para ambas partes. Tercero: sin reformas básicas hacia una democratización las relaciones no pueden funcionar a largo plazo”.

En el evento sobre “Cuba y sus desafíos actuales” realizado por Cuba Posible en la sede neoyorkina de la Open Society Foundation, fue el multimillonario Uwe Optenhogel, director de la Oficina de la Fundación Friedrich Ebert de la socialdemocracia alemana en Bruselas, quien hizo las preguntas a los panelistas, otorgó la palabra y también opinó, destacando y ofreciendo para Cuba su “experiencia asistiendo a algunas sociedades en transición”, según sus propias palabras.

Aunque el Señor Optenhogel con esas palabras se refería explícitamente a la “asistencia” de su organización en las transiciones al capitalismo de los países de Europa del Este —que como ha documentado la académica británica Emily Morris no se pueden calificar de exitosas y mucho menos ejemplares para Cuba−, no mencionó el papel de la Fundación Friedrich Ebert en “algunas sociedades en transición” sobre el que el ex agente de la CIA Philip Agee declaró en marzo de 1987 en una entrevista a la revista Zona Cero, citada por Alfredo Grimaldos en la página 150 de su libro de 2006 La CIA en España y publicado en Cuba en 2007:

“Dentro del Programa Democracia, elaborado por la Agencia, se cuida con especial atención a las fundaciones de los partidos políticos alemanes, principalmente a la Friedrich Ebert Stiftung, del Partido Socialdemócrata, y la Konrad Adenauer Stiftung, de los democristianos. Estas fundaciones habían sido establecidas por los partidos alemanes en los años 50 y se utilizaron para canalizar el dinero de la CIA hacia esas organizaciones, como parte de las operaciones de ‘construcción de la democracia’, tras la Segunda Guerra Mundial. Después, en los 60, las fundaciones alemanas empezaron a apoyar a los partidos hermanos y a otras organizaciones en el exterior y crearon nuevos canales para el dinero de la CIA. Hacia 1980, las fundaciones alemanas tienen programas en funcionamiento en unos 60 países y están gastando cerca de 150 millones de dólares. Operan en un secreto casi total… Las operaciones de la Friedrich Ebert Stiftung (Fundación), del SPD, fascina a los norteamericanos, especialmente sus programas de formación y las subvenciones que hicieron llegar a los socialdemócratas de Grecia, España y Portugal, poco antes de que cayeran las dictaduras en esos países e inmediatamente después… En Portugal, por ejemplo, cuando el régimen de Salazar, que había durado 50 años, fue derrocado en 1974, el Partido Socialista completo apenas habría bastado para una partida de póker y se localizaba en París, sin seguidores en Portugal. Pero con más de 10 millones de dólares de la Ebert Stiftung, y algunas otras remesas de la CIA, el Partido Socialista Portugués creció rápidamente y en poco tiempo se convirtió en el partido gobernante”.

En la página 152 de su libro, Alfredo Grimaldos cita a Justo de la Cueva, miembro de la comisión mixta de reunificación del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en Madrid y proveniente del sector histórico del PSOE, que “deja desalentado la militancia” en 1979 declarando a la revista Tricolor:

“El PSOE va donde diga la CIA a través de Willy Brandt. Hasta en el propio Bundestag alemán se acaba de denunciar que la Fundación Friedrich Ebert del SPD recibe dinero directamente de la CIA”.

Un artículo de Agee publicado en el número de verano-otoño de 2003 de Socialism and Democracy titulado “Terrorism and Civil Society as Instruments of U.S. Policy in Cuba”, y traducido por el sitio La Haine dice:

“Los éxitos de los movimientos revolucionarios de Etiopía, Angola, Namibia, Zimbabue, Granada, Nicaragua y otros países reunieron a veteranos de la guerra fría del Partido Demócrata y a “internacionalistas” del Partido Republicano en la creación, en 1979, de la American Political Foundation (APF). La fundación tenía por función estudiar la viabilidad de establecer una fundación legal financiada por el gobierno para subvencionar las operaciones en las sociedades civiles de otros países por intermedio de organizaciones no gubernamentales estadounidenses.

“En el seno de la APF se crearon cuatro grupos especializados —task forces— para llevar a cabo el estudio: uno de los demócratas, uno de los republicanos, uno de la Cámara de Comercio de EE.UU. y uno de la gran confederación sindical estadounidense AFL-CIO. El trabajo conjunto recibió el nombre de Democacy Program. Estos grupos consultaron una amplia serie de organizaciones nacionales y extranjeras, y las que más les llamaron la atención fueron las fundaciones de los principales partidos políticos de Alemania Occidental, financiadas con fondos públicos: la Fundación Friedrich Ebert, del Partido Socialdemócrata (SPD); y la Fundación Konrad Adenauer, del Partido Cristianodemócrata (CDU/CSU). Cuando se crearon estas fundaciones, en la década de 1950, su tarea consistía en construir una (…) sociedad civil basada en el modelo parlamentario occidental, a la vez que utilizar su fuerza para reprimir los movimientos políticos comunistas y otros de izquierda.

“Desde muy pronto, la CIA canalizó fondos a través de estas fundaciones para las organizaciones y grupos no gubernamentales de Alemania. Luego, a partir de 1960 estas fundaciones comenzaron a apoyar a los partidos políticos y otras organizaciones afines de otros países, a la vez que canalizaban dinero de la CIA con este fin. En la década de 1980, estas dos organizaciones tenían programas en funcionamiento en cerca de 60 países y gastaban alrededor de 150 millones de dólares al año. Y lo que es más interesante, operaban en un secretismo casi total.

“Una de las operaciones desarrolladas por la Fundación Friedrich Ebert demuestra el alto grado de efectividad que pueden alcanzar. En 1974, después de 50 años en el poder, el régimen fascista de Portugal (país miembro de la OTAN) fue derrocado, y un puñado de oficiales militares comunistas y de izquierda se hicieron cargo del gobierno. En ese momento, el número de socialdemócratas portugueses, encuadrados en el Partido Socialista, a duras penas daba para formar un equipo de fútbol, y vivían todos en París sin ningún tipo de seguidores en Portugal. Gracias a no menos de diez millones de dólares provenientes de la Fundación Friedrich Ebert, además de otros fondos de la CIA, los socialdemócratas regresaron a Portugal, crearon un partido de la noche a la mañana, lo hicieron crecer como los hongos y en pocos años el Partido Socialista fue el partido gobernante en Portugal. La izquierda, en plena confusión, se vio relegada a un segundo plano”.

Ver a los “centristas” cubanos aprovechando a Trump para relanzar su programa tercerista recuerda cómo en 1954, la misma CIA que organizó el derrocamiento de Jacobo Árbenz en Guatemala le orientaba a los integrantes de su Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC) en América Latina hacer una declaración condenando el golpe de estado en el país centroamericano, como se explica en el libro de Olga Glondys El exilio republicano español y la guerra fría cultural. La CIA —dice Glondys— “vio una excelente oportunidad para intentar vencer la desconfianza de los intelectuales latinoamericanos, presentando una genuina cara izquierdista y prodemocrática del CLC”. Incluso el jefe del CLC —al igual que su miembro cubano Jorge Mañach— criticó el comunicado finalmente emitido porque tenía una mención al “totalitarismo soviético”, lo que era perjudicial para el organismo, dadas las acusaciones que se le hacían de estar pagado por el Departamento de Estado (Ver página 92 de La CIA y el exilio republicano español, Olga Glondys, Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 2012).

El representante del CLC para América Latina, Julián Gorkin, un “revolucionario proestadounidense” según Glondys, pasó de disidente del Partido Comunista de España y fundador de un Partido Obrero de Unidad Marxista, para terminar en los años 70 del siglo XX en la socialdemocracia del PSOE de González y Solana.

Acerca del PSOE, González y Solana he escrito antes. Con la ayuda de EE.UU. y la socialdemocracia alemana, desde una élite que era “poco más que una sigla”, surgieron allí y en Portugal, prácticamente de la nada, un “socialismo” y una “izquierda” listas para vender en el momento de la “transición”:


Portada de La CIA en España.

“En el libro La CIA en España, del investigador Alfredo Grimaldos, se documentan varios hechos de la trayectoria de quien fuera uno de los principales beneficiarios de la llamada “transición” española. Se relata su asistencia al congreso del PSOE de 1974 en Suresnes, Francia, con pasaporte confeccionado por el SECED (servicio de información franquista) y escoltado por oficiales de esa institución. Es en ese evento, donde —según se testimonia en la investigación— había más oficiales franquistas que participantes, en el que el entonces joven abogado sevillano es electo Secretario General. Cuenta en el libro un capitán del CESED que después de volver González de Francia un comisario de Sevilla que lo detuvo “se llevó una bronca tremenda y tuvo que soltarle enseguida”. Otro ex oficial franquista relata: “la dictadura propició el resurgir del PSOE para ahogar al PCE” (Partido Comunista de España). El Congreso de Suresnes se había celebrado solo seis meses después de estallar la “Revolución de los Claveles” en Portugal, con un marcado protagonismo del Partido Comunista, hecho que había disparado las alarmas de los norteamericanos, que no estaban dispuestos a permitir una situación similar en España.

Afirma Grimaldos en su obra: “Los delegados que asisten al Congreso de Suresnes representan, oficialmente, a tres mil militantes del interior, pero, en realidad, esa cifra es menos de la mitad. Durante los últimos años del franquismo, el PSOE es poco más que una sigla. El mayor peso de la resistencia lo han llevado los comunistas. En definitiva, lo que ocurre en Suresnes es una refundación del partido creado por Pablo Iglesias, con el modelo portugués como telón de fondo. En el país vecino no existía ni un partido socialista histórico y hubo que inventar uno”.

“González, ya en la dirección del PSOE, con el apoyo de los norteamericanos y la socialdemocracia alemana logra aislar a los comunistas en las negociaciones de la “transición”. En el XXVII congreso de 1979, impone que se elimine el término “marxismo” de los estatutos del partido. En 1983 —luego de ser electo en 1982 jefe del gobierno— apoya la estrategia de despliegue de misiles en Europa impulsada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, y en 1986 promueve la adhesión española a la OTAN. Esto último constituía un cambio radical en las posiciones del PSOE, que, en su XVII Congreso de 1976, había proclamado “a la OTAN, de entrada no”.

“En relación con la OTAN, Javier Solana, cercano colaborador de González, quien fue sucesivamente, Ministro de Cultura, portavoz del gobierno y Ministro de Asuntos Exteriores, acumula el vuelco más espectacular. Solana pasó del “a la OTAN de entrada, no”, a ser el secretario general de la Alianza Atlántica durante la agresión a Yugoslavia, por lo cual fue declarado unánimemente por el parlamento ruso, en 1997, “criminal de guerra”. En el año 2006, como alto representante para la política exterior y de seguridad de la Unión Europea, justificó los más de mil vuelos ilegales de la CIA en Europa como parte de la “guerra contra el terrorismo” —asociados a torturas y ejecuciones extrajudiciales— con estas palabras: “Con nuestros aliados norteamericanos compartimos la convicción de que se necesita una acción dura”. Fue Javier Solana el que coordinó en su origen una de las operaciones de propaganda anticubana a las que más recursos ha dedicado el gobierno norteamericano, la revista Encuentro de la cultura cubana; la presidenta de la fundación del mismo nombre, Anabelle Rodríguez, ha relatado en una entrevista cómo Solana la llamó desde su despacho para proponerle el ‘trabajo’”.

A pesar de quienes se niegan a aprender de ella, la historia es una buena maestra. Tras ver caer en Guatemala al gobierno de Jacobo Árbenz a manos de la CIA, un joven escribió a su madre que “los términos medios no pueden significar otra cosa que la antesala de la traición”, su nombre: Ernesto Che Guevara.