Crónicas de un regreso, o “ese sol del mundo moral”

Elier Ramírez Cañedo
23/9/2019

Un reto y a la vez un placer constituye para mí poder prologar Crónicas de un regreso, este nuevo y excelente libro de Pedro Prada, continuación de otra obra de gran valor: Crónicas del derrumbe soviético. El viaje del corresponsal de Granma, (Ocean Sur, 2014). Textos ambos que están indisolublemente relacionados.

Foto: Cubadebate
 

El desafío de este exordio está en que no poseo una formación desde las ciencias de la comunicación —el periodismo en este caso—, en lo que el autor ha sido un maestro, incluso con varios premios nacionales. Pero como lector insaciable que soy, sí me atrevo a vaticinar que los que lean estas páginas, sobre todo aquellos que tienen una conexión especial con Cuba, difícilmente puedan evitar caer subyugados ante el interés que, desde las primeras páginas, despierta este libro. Asimismo, como historiador, puedo calibrar el aporte de estas Crónicas… para los que en algún momento se adentren en la compleja pero imprescindible tarea de historiar en profundidad los duros, pero honorables, años del período especial; una deuda gigantesca aún no saldada.

Hace poco tiempo, en un rico debate, le escuché decir a Ana Cairo, Premio Nacional de Ciencias Sociales, una verdad incontrastable, parafraseando la famosa frase del Che sobre el papel de Fidel durante la Crisis de Octubre: “pocas veces en la historia de Cuba, brilló tanto un estadista como en los difíciles años del período especial”. Crónicas de un regreso reafirma esa tesis.

Tengo que agradecer muchísimo a Pedro Prada este libro, como seguro lo harán muchos de los cubanos y cubanas de mi generación, pues al leer estas líneas me pareció estar viviendo nuevamente —aunque con más plenitud y conciencia— aquellos años que aún están en mis recuerdos, pero que por mi corta edad —en 1994 tenía solo 12 años— solo podía captar de manera muy superficial. Aún me acuerdo de mi padre explicándome en un mapa el proceso de desmoronamiento del campo socialista y sus efectos para Cuba, de los apagones, el lavarse la boca con bicarbonato, el pan con azúcar, la llamada opción cero, la bicicleta que tanto hizo bajar de peso a mi papá, y a mi mamá sacrificando el pan que le tocaba por la libreta para cedérselo a sus hijos. Pero tampoco olvido que nunca se cerró una escuela, que no me faltó la atención médica, que conté con magníficos profesores y que mis padres me enseñaron con su ejemplo lo que sentenció en bellas palabras José Martí: “la pobreza pasa, lo que no pasa es la deshonra que con pretexto de la pobreza echan los hombres sobre sí”. A pesar de algunas penumbras, tuve realmente una infancia y adolescencia felices, llenas de luz.

Pedro Prada con estas Crónicas… me ha hecho recordar todo eso y, al propio tiempo, ayudado a reafirmar que muchos de los hijos del período especial también hemos sido un resultado, sobre todas las cosas, de nuestros abuelos y padres, de una historia, de unas ideas, que cuando se trasladan bien y se reciben en el corazón, jamás, por muy duras que sean las circunstancias, te apartan del camino. Creo que, si bien hubo desgarraduras, extravíos en parte de mi generación y la que vino luego, debido a la fuerte crisis económica padecida y la reconfiguración del sistema de valores, el capital cultural acumulado por la Revolución Cubana y su pueblo permitió que muchos de nosotros nos forjáramos también como revolucionarios.

Con el valor que tienen sus experiencias de haber sido testigo y cronista del derrumbe del socialismo en la URSS, Prada nos regala estas crónicas escritas luego de su regreso a Cuba, van desde 1992 al 2006, y con ello nos ayuda a desentrañar no solo el porqué cayó la URSS, sino el porqué no cayó Cuba. Nos devela los efectos del derrumbe del campo socialista en Cuba en todos los órdenes, algunos de los aciertos y errores cometidos en el proceso revolucionario cubano de esos años, pero también las hermosas páginas de rebeldías y resistencias que escribió el pueblo cubano y su liderazgo. Muchos de los textos están marcados inevitablemente por las comparaciones entre aquel socialismo que vivió Prada en la URSS y el que a contracorriente continuaba Cuba defendiendo y construyendo en los 90. Prada alerta una y otra vez, pluma en ristre, sobre los errores cometidos, las inconsecuencias, y otros factores que llevaron a la desaparición del socialismo en la URSS —ideas y lecciones que siempre debemos mantener desempolvadas—, para evitar que estos calen en el espíritu de los dirigentes y el pueblo cubano, pero al mismo tiempo va mostrando las diferencias existentes entre aquel socialismo y el nuestro. Siempre es revelador y sorprendente encontrar similitudes —este libro posee también esa virtud— en determinadas tácticas y estrategias que siguieron los enemigos internos y externos del socialismo en la URSS con las que vemos en parte de los que adversan hoy a la Revolución Cubana: la guerra cultural y simbólica, el vaciado espiritual e histórico, los cantos de sirena enfocados hacia amplios sectores de la juventud, la corrupción y la exaltación del egoísmo, la coaptación de la dirigencia, el secuestro de conceptos e ideas de la izquierda, como libertad y derechos humanos, la derecha disfrazada de centro, entre otras artimañas.

Sobre la generación de la que fue líder Gorbachov, escribió Prada en una de sus crónicas no publicadas —que ahora aparece en esta compilación—:

Una de las lecturas más complejas, contrarrevolucionarias y subversivas de la historia que esas generaciones hicieron fue que la socialdemocracia europea y la latinoamericana eran portadoras de la simiente de “un socialismo con rostro humano” —en el entendido de que el propio no lo tenía—, capaz de deslumbrar por proveer, per se, mercados arrebatados de productos de alta calidad y competitividad que no podían adquirirse en el cerrado mercado soviético.

(…)

Así, cuando Gorbachov llega al poder, quiere cambiar las cosas, pero se compara con los modelos capitalistas de bienestar escandinavos, clama por más humanidad y sensibilidad, pero se pierde en los combates de Afganistán, en la compra de costosos trajes Armani y perfumes franceses y en opulentas cenas con Margaret Thatcher y Ronald Reagan, mientras el país languidece. Quiere despertar al periodismo para que sea portavoz de los necesarios cambios y convierte la profesión en un grosero ejercicio de striptease. Saca al genio de su lámpara, destapa la caja de Pandora y no alcanza a reunir valor, talento ni intención de pararlo porque, al final, lo va a confesar: “Había que cambiarlo todo”… ¿Todo?

En Cuba también los perestroikos, al estilo de Gorbachov, alimentados y estimulados por el norte —ante los fracasos y el desprestigio de la “contrarrevolución” tradicional— buscan encontrar cualquier resquicio para socavar la Revolución desde adentro. Sus máscaras y disfraces se multiplican y se hacen mucho más sutiles. Lo confirma Prada en una carta que, como cierre del libro, le envía a David Deutschmann, director de las editoriales Ocean Press y Ocean Sur:

Por eso hay quien se afila los dientes y hace planes para sembrar las semillas del mal entre nuestro pueblo, hacerlas germinar en las elecciones generales de 2018, y que empiecen a dar flores y frutos venenosos en la Asamblea Nacional y en los comicios de 2023 o más tarde, sin apuro, como cáncer.

(…) El reformismo es ahora la realpolitik. Lo revolucionario es contrarrevolucionario. Las derechas, incluidas las ultras, son ahora el centro —que es, ¡nos dicen!, lo correcto—, porque es sinónimo de equilibrio. Las izquierdas, nos explican, son extremistas.

Creo que con estas ideas es fácil advertir que este libro no es solo importante por la historia que a manera de crónicas nos presenta, sino por las lecciones que ofrece para el presente y el futuro del proyecto cubano. Cuando leía y buscaba algunas de las claves de la sobrevivencia cubana en estas crónicas, y en la propia actitud de un revolucionario ejemplar como Pedro Prada, me venía una y otra vez a la mente el contenido y el título del libro de Cintio Vitier Ese sol del mundo moral, y es que los años 90, y los transcurridos del siglo XXI, han sido para Cuba también una respuesta ética, una cultura que se ha resistido a desaparecer a pesar de todos los esfuerzos del imperio del norte por aniquilarla. No en balde Barack Obama, defendiendo su “nuevo enfoque” de política hacia Cuba, en conferencia de prensa celebrada dos días después de los anuncios del 17 de diciembre del 2014, expresó: “Pero cómo va a cambiar la sociedad, el país específicamente —se refiere a Cuba—, su cultura específicamente, pudiera suceder rápido o pudiera suceder más lento de lo que me gustaría, pero va a suceder, y pienso que este cambio de política va a promover eso”.

Esa ética, esa cultura, han sido nuestras principales fortalezas, y las claves para entender la herejía Revolución Cubana frente a los poderes establecidos del injusto orden mundial, y también la que ha marcado nuestra autenticidad como experiencia socialista.

 
(Prólogo al libro Contrapunteo Cubano del derrumbe soviético. El regreso a Cuba de un corresponsal de Granma 1993-2006, de Pedro Prada).