Dejar la historia en un punto de verdad

Octavio Fraga Guerra
22/7/2016

Un documento desprovisto de intervenciones artísticas y recursos estéticos es redimensionado por el arte y el talento de los cineastas, tras ser identificado por sus valores historicistas. Erigido en virtuosas texturas e imprescindibles núcleos cinematográficos, es construido con pensadas retóricas, esenciales narrativas y aquilatados discursos, fortalecidos con los muchos íconos que deambulan en sus predios.

Con estos anclajes, que no los únicos, construyó su documental El día más largo (2011) la cineasta cubana Rebeca Chávez, presa de la emoción al identificar el valor del pliego televisivo: una entrevista realizada al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, el 4 de enero de 1959, por el periodista Luis Navarro, corresponsal de la Cadena CMQ Televisión, en Camagüey. El documento es objeto de la construcción cinematográfica, erigida como otro discurso, como un texto de evocaciones, apuntes históricos y agudo simbolismo.


Fotograma de El día más largo
 

La entrevista, tras un arduo trabajo de restauración, nos revela la trascendencia de las palabras de un protagonista excepcional. No solo por la estatura intelectual y moral del testimoniante, sino también por los argumentos que presenta, esenciales en la historia de la nación cubana.

El triunfo del Ejército Rebelde el 1ro. de enero de 1959 marcó una ruta sellada por los valores humanistas heredados de nuestro José Martí. En esta pieza documental, la autora fílmica lo subrayó erguida por la pasión, por la autenticidad de sus palabras-documento.

Rebeca Chávez, autora de los filmes Nacha Guevara (1978), Buscando a Chano Pozo (1987), Con todo mi amor, Rita (2000) y Cuando Sindo Garay visitó a Emiliano Blez (2002) entabla un discurso donde la imagen es texto sustantivo, ejemplar ejercicio de escritura histórica. Asimismo, Entre el Arte y la Cultura (2004), de la serie documental Cuba: Caminos de Revolución, contempla estos atributos.

La documentalista se apropia en este filme de la iconografía de la Revolución cubana, construye simbologías y contextualiza los hechos con fotos y videos clásicos, fortalecidos por la envoltura de imágenes inéditas. Son recursos esenciales para legitimar su puesta cinematográfica, construir veracidad y rigor histórico.

Ante la mirada del espectador cautivo esta obra resulta una ejemplar retrospectiva de hechos, cuando evoca los íconos de la gesta liberadora en trazo sentido, en letra fílmica de acusada sobriedad narratológica. Escribe su fotografía desde las esencias estéticas, conceptuales, discursivas de los grandes creadores que acompañaron el período fundacional de la Revolución cubana: Korda, Liborio Noval, Osvaldo Salas, entre otros.

En los albores de este discurso fílmico, a manera de apuntes, el documental revela la presencia de los líderes de la lucha insurreccional que tuvo su base de operaciones en los predios de la Sierra Maestra. El Che, Camilo, Raúl, Vilma, Celia son los protagonistas de este primer tiempo. La realizadora los presenta en cuidadas escrituras, en acusados tiempos, en justificados encuadres de un montaje trazado con esbelto ritmo y erguido discurso.

Se impone destacar un capítulo esencial de esta obra: Fidel es un doble narrador. Sus palabras frescas, apasionadas, sentidas, se revelan como un texto-documento, una voz que narra los hechos y la historia de aquellos primeros días, decisivos para el curso de la nación. Pero el líder histórico de la Revolución cubana es también el narrador cinematográfico, el conductor fílmico, el excepcional protagonista.

La avanzada victoriosa de las tropas comandadas por el Che, Raúl y Camilo; la huida del dictador Fulgencio Batista; la convocatoria de la Comandancia Rebelde para una huelga general apoyada por el pueblo y la traición del General Cantillo son asuntos que el narrador fílmico nos revela en el prólogo del filme y en toda la obra. Avista así su don de la oratoria, sus sentidas palabras y el compromiso con los ideales impulsores de nuestra Revolución.

El día más largo evoluciona con las palabras de Fidel, con nuevos bocetos argumentales jerarquizados en sustantivas ideas enfocadas al recuerdo de los compañeros caídos, al sentido moral y humanista de esa gran hazaña, al rol del pueblo que acompañó a los rebeldes hasta la definitiva victoria, anclada en los principios martianos.

Nuevamente los planos y encuadres apuntan hacia una mayor relevancia del personaje protagónico, fortaleciendo lo sobrio de sus palabras, lo esencial de sus intervenciones. La pantalla emerge viril con las huellas de ralladuras, los atuendos de colores pretéritos, las suciedades que la humedad firma en los cuerpos del celuloide. Este dejar en la película fortalece lo documental. Tras más de 50 años de “olvido” el tiempo ha “pintado” en sus núcleos y rebordes.

Son parte del valor de este documental las otras vestimentas narrativas que lo singularizan, los otros recursos expresivos redimensionados. Es la historia signada por las estelas del arte, por el oportuno texto de una autora cinematográfica caracterizada por el rigor, la búsqueda del valor humanista, del preciso mensaje. Son los subrayados del género cuando sus creadores entienden e interpretan las esencias.

Narrar desde la voz y la imagen del Comandante en los días previos a su llegada victoriosa a La Habana forma parte de la encomienda del filme. Representa un aporte significante para nuestra historia, tejida de cronologías, de pasajes que los historiadores y la propia filmografía documental han escrito en muchos cuadros de sustantivos planos.

Fidel se nos revela emocionado, gesticulador, seguro de sus palabras y sus ideas. Completa sus apuntes con la toma de La Cabaña comandada por el Che, la irrupción moral de Camilo en el campamento militar La Columbia y la entrada victoriosa de Raúl en el cuartel Moncada.

Rebeca nos escribe la historia de esos días, de esas horas, con un narrador cuyo liderazgo está fortalecido por la materialidad de sus palabras, por la concreción de sus compromisos. Los argumentos y reflexiones de este medular testimonio son puestos por la realizadora documental en la estela del tiempo, en el ángulo de lo logrado por más de 57 años de épica humanista.

Al excepcional protagonista-narrador lo dibuja desde la sobriedad del montaje, subraya sus palabras como discurso medular del filme documental; lo acompaña con toques de historia, con los recursos del archivo fílmico construido desde la verdad, que el tiempo confirma y legitima con la evocación.

No es casual, la documentalista deja para el último tercio del material las sentidas palabras de Fidel para el pueblo y sus muchos héroes. Son los argumentos de un líder excepcional que hizo suya la dignidad y el sentido del deber como máximas prédicas. En un último gran corte la documentalista se apropia del reservorio audiovisual de la nación, fortalecido posteriormente por los cineastas del ICAIC, la gran casa donde tejieron sus narraciones fílmicas.

Con imágenes reconstruidas, redimensionadas en El día más largo, Rebeca Chávez acompaña al Comandante en Jefe. Fortalece sus hondas argumentaciones, sus erguidas metáforas de hombre curtido en la lucha; convoca también a los acordes del Quinteto Rebelde, narradores y cronistas de ese período glorioso de nuestra historia. Un hermoso cierre documental, que no se abstrae del bullicio victorioso, de la alegría del pueblo ante la entrada de los Rebeldes a La Habana.

Frente a esta pieza fílmica de sobria factura —erigida para el fortalecimiento de los hechos, del conocimiento y la memoria, imprescindible para el curso orgánico de la sociedad y el futuro de la nación cubana— los lectores entablarán un dialogo de interpretaciones y emociones.

El documental pone en primer plano la necesidad de articular la historia con el presente y el futuro; subraya que sus actores han de ser filmados, jerarquizados, socializados, y reafirma la necesidad de documentar lo transcendente de cada momento, cada espacio, cada hecho medular.