Del barco elegido

Ana María Domínguez Cruz
22/3/2019

Toda pregunta busca una respuesta o, quizá, varias. En ocasiones, una interrogante es el pretexto para otra y otra, en el afán por transitar un camino que conduzca a una confesión, a una certeza o, ¿por qué no?, a una duda.

Foto: Cubarte
 

Cuando es el oficio del periodista el que te lleva de la mano, el reto es doble, porque se espera que las preguntas sean inteligentes, que indaguen en lo poco conocido o no sabido. Nadie quiere leer o escuchar lo repetido hasta el cansancio, y el propio entrevistado puede aburrirse, si no se hilvana bien una con otra o, en el peor de los casos, si se ve obligado a reiterar lo que ya ni sorprende.

Lo que puede ser uno de los aciertos más sobresalientes del libro El barco elegido (Ediciones Unión, 2018) es, justamente, que la poeta y narradora Zurelys López Amaya preparó cuestionarios que hurgan en lo inusual y que, sin alejar al entrevistado de su entorno artístico, lo motiva a dialogar sobre aquello que lo inquieta desde otras aristas, lo acerca al análisis social, lo seduce a compartir.

Humberto Arenal, Mylene Fernández, Abilio Estévez, Edmundo Desnoes, Gerardo Alfonso, Manuel López Oliva, Virgilio López Lemus, Fernando Pérez, Enrique Pineda Barnet, Roberto Manzano accedieron a estas conversaciones —y no entrevistas— y lo hicieron desde el tono diáfano y abierto que la autora del volumen propició. Hablan de sus inicios, sueños, frustraciones, logros, desvelos, proyectos, deseos y dificultades. Además, abordar la insularidad como denominador común de todos los nacidos en Cuba, arroja luces sobre la fuerza de la trascendencia, que supera cualquier frontera.

Es este libro, presentado el miércoles 20 en la sala Rubén Martínez Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, un libro importante para la cultura cubana y para difundir en otras naciones, como claro ejemplo de la contribución de Cuba a la espiritualidad contemporánea desde el arte.

A Enrique Sainz, prologuista del volumen y asistente a la presentación, le hubiera gustado que “al exponer sus hechos vitales y su gradual enriquecimiento interior, estos artistas hubiesen entregado mas detalles de orden intelectual y menos de orden factual, con lo cual sus palabras habrían tenido un alcance mayor y más hondo, pero ello no quiere decir que carezca de interés y de significado real lo que refieren sobre sí mismos en el trayecto de sus búsquedas y en los propósitos que tenían delante como objetivo esencial en los distintos momentos de sus vidas”.

Sin embargo, aunque concuerdo con la precisión realizada por Sainz, después de leer las 182 páginas del texto una hora después de su presentación, aseguro que no pierde trascendencia lo aquí expresado. Aplaudo la posibilidad de conocer por dentro a creadores de renombre, que dejan ver su fuerza interior y que trazan senderos para quienes necesitan encontrar pistas. El talento o el don posibilitan el ejercicio del arte, dijo Virgilio López Lemus y, ciertamente, es un arte también “arrancarle” secretos a quienes, aunque lo parezca, no los develan todos. Ese ha sido el merito mayor de Zurelys López Amaya, quien tomó prestado el título de un poema de Rafael Alcides para nombrar su libro, que ya no es de ella ni de los protagonistas de sus páginas, sino de la cultura cubana. Luego de comprenderlo así, es fácil percatarse de que no importan las aguas que nos rodean, sino el rumbo que el barco toma.

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