Dos retratos de la sociedad chilena

Onaisys Fonticoba Gener
14/12/2016

En el 2014, el exsenador chileno Carlos Larraín declaró a la prensa que los juicios por los que había pasado su hijo —acusado de homicidio por un accidente automovilístico—, habían sido “un aprovechamiento político grosero”. “Pegarle a un joven que está empezando la vida para pegarme a mí —agregó— fue una cosa muy triste que me ha tenido muy golpeado durante mucho tiempo”.

Quedaban en segundo plano la muerte de Hernán Canales, atropellado por Martín Larraín (hijo del político), los dos años de juicio que nunca pudieron probar su culpabilidad, y los testimonios de sus acompañantes la noche del accidente, que daban cuenta de un Martín ebrio y fuera de control.

Para los chilenos, sin embargo, los hechos no quedaron en el “oblivion”. Aquí no ha pasado nada, filme del realizador Alejandro Fernández Almendras (Huacho y Matar a un hombre), trata precisamente de reivindicar la vida y los derechos de la clase media y baja desde el punto de vista opuesto: desde la vida de la elite política y financiera.


Fotograma: Aquí no ha pasado nada

Contrario a lo que podría esperarse, la película toma como protagonista a uno de los testigos del accidente (Vicente Maldonado) y, en una irónica semejanza con la realidad, da al acusado el nombre de Manuel Larrea, manteniendo las iniciales del acusado real, Martín Larraín.

“El caso me provocó indignación —comentó el realizador en conferencia de prensa. Más que un filme que tratara el caso, quise retratar un segmento de la población poco explorado en el cine chileno: la clase alta, su mundo de privilegios, y la disolución entre la realidad y la idea que tienen de ella.

“Las clases media y baja se reducen a entradas de sirvientes con pocos parlamentos, una forma de representar la realidad social que se vive en Chile. El protagonista se convierte en una especie de micromundo que presenta la idea de que todo gira alrededor de él”.

Producida por Jirafa Ltda y con una duración de 94 minutos, Aquí no ha pasado nada se estrenó este año en el Festival de Sundance, Chile, y fue seleccionada para representar a su país en los Premios Goya del 2017.

De la misma productora llega también El Cristo ciego, filme de Christopher Murray que establece una curiosa relación entre la fe y las condiciones sociales del país suramericano. En palabras de su director y guionista, esta es una película sobre religión y pobreza que reflexiona sobre el modo en que la fe se convierte en un instrumento para la supervivencia del hombre en tanto llena sus vacíos personales y materiales.

filme chileno El Cristo ciego
Fotograma: El Cristo ciego.

“No se habla desde la institucionalidad de la fe, aclaró, sino de la forma en que se conecta con las experiencias de cada cual. Se realizó en un pueblo eminentemente religioso de Chile, en el que se produce también un cruce interesante con la política”.

La trama principal presenta a Rafael, un hombre solitario de un pueblo del desierto chileno, que de niño tuvo una revelación divina y no es hasta su madurez que decide emprender una peregrinación —basándose en las palabras que escuchó— para realizar su primer milagro.

Una vez más, la filmografía chilena se sumerge en los problemas sociales y ofrece perspectivas apegadas a su realidad. Diversos modos de reflexionar que bien podrían trasladarse a otros contextos latinoamericanos, o como acotó en una ocasión el propio Murray, que bien podrían “descubrir los conflictos sociales universales del pasado y presente”.