El Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar: 80 años de un clásico de nuestras letras

Félix Julio Alfonso López
9/10/2020

Para Miguel Barnet, en sus 80

“Tan ancha y honda fue la tarea de don Fernando que puede cargar, sin pandearse, el título altísimo de tercer descubridor de Cuba, en comprometida secuencia con el genovés temerario y Humboldt, el sabio.”
Juan Marinello

 

En algún momento de finales del año 1940[1], salió de la imprenta “Heraldo Cristiano” de La Habana un libro singularísimo, que estaría llamado a impactar vivamente en la interpretación de la historia económica, cultural y social del devenir cubano, y cuya repercusión en el campo intelectual llega hasta nuestros días. Se trataba del volumen de Fernando Ortiz Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (advertencia de sus contrastes agrarios, económicos, históricos y sociales, su etnografía y su transculturación), con prólogo de Herminio Portell Vilá e introducción por Bronislaw Malinoswki, publicado por la editorial Jesús Montero, en su Biblioteca de historia, filosofía y sociología.  Como la mayoría de los libros de Ortiz, estaba dedicado, a un olvidado Dr. Enrique Fernández Soto “por admiración, gratitud y amistad”. Era un vademécum compacto de 475 páginas, desglosadas en un ensayo introductorio de 131 folios (El “Contrapunteo…”, propiamente dicho) y un copioso anexo (344 páginas) denominado “Historia, etnografía y transculturación del tabaco habano e inicios del azúcar y de la esclavitud de negros en América”, compuesto por XXV apartados de extensión variable, profusamente ilustrados, dedicados esencialmente a enjundiosos comentarios y glosas eruditas de documentos relacionados con asuntos tan heterogéneos como “El tabaco y el cáncer”, “La copla andaluza sobre el tabaco habano” o “Del inicio de la trata de negros esclavos en América, de su relación con los ingenios de azúcar y del vituperio que cayó sobre Fray Bartolomé de Las Casas”.

Don Fernando Ortiz, tercer descubridor de Cuba. Fotos: Internet
 

Al momento de su publicación, Fernando Ortiz era ya un intelectual maduro (frisaba los 60 años) y era considerado el más importante de los científicos sociales del siglo XX cubano. Su polifacética obra contaba con decenas de libros en campos tan diversos como la antropología, la historia, la sociología, la economía, el derecho penal, la arqueología, la lexicografía, la musicología y los estudios folclóricos y etnográficos. En palabras del historiador y profesor universitario Herminio Portell Vilá en su exordio al texto, la labor intelectual de Fernando Ortiz era: “sin duda alguna, la más original e integralmente fecunda, la de mayor proyección universal y más completa utilidad nacional que Cuba ha tenido a lo largo de toda su historia”, y no vacila en adjudicarle al polígrafo habanero el mismo elogio que Martí hizo de Domingo del Monte, es decir, ser “el cubano más real y útil de su tiempo”.[2] El otro prologuista, el reconocido antropólogo polaco Bronislaw Malinowski, —a quien Ortiz había pedido una valoración del manuscrito inédito por lo menos desde 1938[3] y con el que sostuvo un fluido intercambio epistolar—, subrayó el importante aporte metodológico que significaba la introducción del concepto de transculturación, y trató de adscribir al sabio cubano a la escuela funcionalista que él había fundado junto con Radcliffe-Brown en Inglaterra, y a la que se habían sumado en los Estados Unidos los sociólogos Robert Merton y Talcott Parsons.[4] Las tesis centrales del Contrapunteo… pueden resumirse en los siguientes párrafos, que declaran:  

Así en lo interno como en lo externo, estudiar la historia de Cuba es en lo fundamental estudiar la historia del azúcar y del tabaco como los sistemas viscerales de su economía. Y aun para la historia universal de los fenómenos económicos y de sus reflejos sociales, pocas lecciones habrá más fecundas que las del azúcar y del tabaco en Cuba. Por la claridad con que a través de ellas se pueden apreciar las causas económicas y los efectos sociales, y porque en pocos pueblos se habrá dado como en el nuestro esa maravillosa e infrecuente coordinación de vicisitudes históricas, y ese contraste radical, ese paralelismo constante entre dos órdenes simultáneos de fenómenos económicos, los cuales manifiestan a lo largo de su desarrollo caracteres y efectos muy antitéticos (…) El planteamiento y la divulgación de este profundísimo contraste que existe entre el azúcar y el tabaco, desde su misma naturaleza hasta sus derivaciones sociales, pueden brindar alguna nueva sugestión para el estudio económico de Cuba y de sus peculiaridades históricas. Aparte de ofrecer algunos curiosos y originales fenómenos de transculturación, de esos que son de tanto interés como actualidad en la ciencia sociológica contemporánea.[5]

La última frase, que alude a “algunos curiosos y originales fenómenos de transculturación”, nos llevan directamente al concepto más famoso y universalmente aceptado de toda la obra orticiana: la transculturación, el que constituye verdadera piedra miliar de todo el alegato de Fernando Ortiz sobre la historia insular y sus procesos de construcción de una identidad híbrida y mestiza:

Hemos escogido el vocablo transculturación para expresar los variadísimos fenómenos que se originan en Cuba por las complejísimas transmutaciones de culturas que aquí se verifican, sin conocer las cuales es imposible entender la evolución del pueblo cubano, así en lo económico como en lo institucional, jurídico, ético, religioso, artístico, lingüístico, psicológico, sexual y en los demás aspectos de su vida. La verdadera historia de Cuba es la historia de sus intrincadísimas transculturaciones (…) Entendemos que el vocablo transculturación expresa mejor las diferentes fases del proceso transitivo de una cultura a otra, porque éste no consiste solamente en adquirir una distinta cultura, que es lo que en rigor indica la voz anglo-americana aculturation, sino que el proceso implica también necesariamente la pérdida o desarraigo de una cultura precedente, lo que pudiera decirse una parcial desculturación, y, además, significa la consiguiente creación de nuevos fenómenos culturales que pudieran denominarse de neoculturación. Al fin, como bien sostiene la escuela de Malinowski, en todo abrazo de culturas sucede lo que en la cópula genética de los individuos: la criatura siempre tiene algo de ambos progenitores, pero también siempre es distinta de cada uno de los dos. En conjunto, el proceso es una transculturación, y este vocablo comprende todas las fases de su parábola. Estas cuestiones de nomenclatura sociológica no son baladíes para la mejor inteligencia de los fenómenos sociales, y menos en Cuba donde, como en pueblo alguno de América, su historia es una intensísima, complejísima e incesante transculturación de varias masas humanas, todas ellas en pasos de transición. [6]

 Portada del libro  Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, Universidad Central de las Villas, 1963.
 

El Contrapunteo… es un ejemplo clásico en la manera orticiana de concebir su trabajo intelectual como una suerte de work in progress o discurso de larga duración; es decir, se trata de un ensayo cuyo origen es posible rastrearlo en otros textos anteriores, significativamente en la contribución de Ortiz al tomo XIX de la Geografía Universal (1936), dirigida por el notable geógrafo francés Vidal de la Blache, algunos de cuyos pasajes fueron reproducidos luego  con el título de “Contraste económico del azúcar y el tabaco”, en la Revista Bimestre Cubana (no. 2, septiembre-diciembre, 1936) y publicado como folleto ese propio año.[7] De igual manera, el estudio publicado en 1940 no estableció un texto concluyente, pues siguió siendo ampliado y modificado durante más de dos décadas, hasta llegar a la edición de la Universidad Central de Las Villas de 1963 (conjuntamente con otra ese mismo año del Consejo Nacional de Cultura) donde el poeta y folclorista Samuel Feijóo exponía el ingente trabajo de acumulación teórica y empírica del sabio con las siguientes palabras:

La Editorial de la Universidad Central de Las Villas, se honra sobremanera al ofrecer a sus lectores la segunda edición definitiva del famoso «Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar», un clásico de nuestras letras. Esta edición ve aumentada considerablemente su tamaño con la adición de más de doscientas páginas. El extremo cuidado del maestro Ortiz para con este libro se evidencia en los numerosos datos, notas, aclaraciones, con que lo ha mejorado. Con los años su estudio se ha ido desarrollando naturalmente, hasta convertirse en una obra imprescindible para el conocimiento profundo, verdadero, de nuestra isla.[8]

De hecho, la versión de 1940 era para Ortiz una especie de palimpsesto, un borrador maleable del que podrían nacer otros libros posibles, especialmente enfocados en la narrativa del tabaco. En esta perspectiva, el ensayo aparece como un discurso inestable, susceptible también de ser modificado, alterado, y eventualmente aumentado, como sucedió finalmente con los dos centenares de folios agregados a la publicación “definitiva” de 1963. Como le confiesa a Malinowski pocos meses después de publicado el Contrapunteo, ya Ortiz estaba pensando en:

Recomponer los materiales del libro, o mejor dicho, hacer uno nuevo con el título de “el tabaco habano”, de manera que el tabaco sea el tema central y el azúcar solamente un tema de comparación en los dos o tres capítulos que tratan de la conducta social del tabaco en Cuba. Para ello aprovecharé como capítulos todos los actuales apéndices que se refieren al tabaco, añadiéndole cuarenta o cincuenta páginas nuevas sobre “transculturación del tabaco del indio al negro y del negro al blanco”. Además, pienso hacer un nuevo capítulo sobre el tabaco y el arte haciendo una somera historia y característica del influjo del tabaco en las cajas, marcas, pipas, etc.[9]

En un tono similar, Ortiz le escribe años más tarde al historiador mexicano Daniel Cossío Villegas, fundador del Fondo de Cultura Económica, a cuya casa editora le ofrece un libro sobre “El tabaco y su transculturación”, cuyo asunto sería:

La explicación detallada y minuciosa del descubrimiento por los occidentales del tabaco en Cuba (1492), los usos litúrgicos y mágicos que del tabaco tenían los indios antillanos, los indios continentales y luego como el tabaco fue pasando mediante muy curiosas transformaciones culturales, primero a los negros y luego a los blancos (…) algo de esto publiqué ya como apéndice a mi libro  Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, pero tengo numeroso material nuevo, inédito y con hallazgos originales que duplicarían la extensión de dichos apuntes.[10]

 Portada del libro  Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1978.
 

Como era previsible, el ensayo orticiano ha gozado de considerable fortuna editorial, y ha tenido varias impresiones posteriores a la segunda edición de 1963, entre las más importantes la realizada por la Biblioteca Ayacucho en Caracas (1978), con un valioso prólogo del historiador Julio Le Riverend (reproducido en una nueva impresión cubana de 1983); la publicación al cuidado de su hija María Fernanda Ortiz Herrera que vio la luz en Madrid en 1999 y la edición crítica realizada por el profesor Enrico Mario Santí para las Ediciones Cátedra, dentro de su prestigiosa serie Letras Hispánicas en 2002.[11] Tanto Le Riverend como Santí realizaron importantes contribuciones a la comprensión del contexto histórico en que se produjo su primera publicación, marcada por el rediseño del estado burgués cubano a tono con los cambios producidos después de la revolución de los años 30, que desembocaron en el texto jurídico de mayor alcance del periodo republicano: La Constitución de 1940. En este sentido Le Riverend apuntó:

El Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar [es] la obra en que se destacan, de un modo explícito, las cualidades señeras de su pensar y su decir. No es solamente una descripción veraz de los efectos universales del monocultivo dominado por las sociedades anónimas extranjeras, un análisis de las condiciones económicas de la República neocolonial, una pauta para diversificar las investigaciones, sino también, y asimismo, un significativo arsenal de erudición y una de las páginas más extraordinarias de prosa cubana que se hayan escrito.[12]

Notas:
 
[1] A juzgar por las fechas de las cartas en que realiza los primeros envíos de ejemplares del Contrapunteo…a Bronislaw Malinowski y Melville Herkovits, a finales de octubre de 1940. Véase: Correspondencia de Fernando Ortiz. 1940-1949, compilación y notas de Trinidad Pérez, La Habana, Fundación Fernando Ortiz, 2016, p. 6 y Enrico Mario Santí, Fernando Ortiz: contrapunteo y transculturación, Madrid, Colibrí, 2002, p. 260.
[2] Herminio Portell Vilá, “A manera de prólogo”, en: Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (advertencia de sus contrastes agrarios, económicos, históricos y sociales, su etnografía y su transculturación), La Habana, Jesús Montero, 1940 (Biblioteca de historia, filosofía y sociología, 8), p. IX
[3] “Carta de Bronislaw Malinowski a Fernando Ortiz, 13 de enero de 1939”, Enrico Mario Santí, Fernando Ortiz: contrapunteo y transculturación, op. cit., p. 242.
[4] Para Malinowski: “Fernando Ortiz pertenece a esa escuela o tendencia de la ciencia social moderna que ahora se apellida con el nombre de "funcionalismo” (…) Como buen funcionalista que es, el autor de este libro acude a la historia cuando ésta es indispensable”. Bronislaw Malinowski, “Introducción”, en: Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (advertencia de sus contrastes agrarios, económicos, históricos y sociales, su etnografía y su transculturación), op. cit., p. XXI. Para una discusión sobre los diferentes enfoques valorativos de Herminio Portell Vilá y Bronislaw Malinowski del ensayo orticiano, véase: Rafael Rojas, “Fernando Ortiz contra el homo cubensis”, en: Motivos de Anteo, Madrid, Editorial Colibrí, 2008, pp. 249-276.
[5] Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (advertencia de sus contrastes agrarios, económicos, históricos y sociales, su etnografía y su transculturación), op. cit., pp. 4-5.
[6] Ídem, pp. 137-142. En negritas en el original. Como complemento añade: “Sometido el propuesto neologismo, transculturación, a la autoridad irrecusable de Bronislaw Malinowski, el gran maestro contemporáneo de etnografía y sociología, ha merecido su inmediata aprobación. Con tan eminente padrino, no vacilamos en lanzar el neologismo susodicho”. Ibídem.
[7] Fernando Ortiz, Contraste económico del azúcar y el tabaco, La Habana, Imp. Molina, 1936.
[8] Nota de presentación de Samuel Feijóo al Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (advertencia de sus contrastes agrarios, económicos, históricos y sociales, su etnografía y su transculturación), Universidad Central de Las Villas, Dirección de Publicaciones, 1963.
[9] “Carta a Bronislaw Malinowski, 11 de febrero de 1941”, Correspondencia de Fernando Ortiz. 1940-1949, op. cit., p. 10.
[10] “Carta a Daniel Cossío Villegas, 30 de julio de 1945”, Correspondencia de Fernando Ortiz. 1940-1949, op. cit., p. 261.
[11] Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (advertencia de sus contrastes agrarios, económicos, históricos y sociales, su etnografía y su transculturación), Madrid, Cátedra, 2002. Se trata de una edición que subsana erratas de otras publicaciones precedentes, con ayuda de un ejemplar corregido por Ortiz de la edición príncipe. Sobre esta edición ha escrito el crítico Carlos Espinosa que: “a partir de ahora, quien desee realizar un estudio serio del Contrapunteo… deberá acudir ineludiblemente al texto en la versión de Cátedra, que por el rigor, el esmero y la inteligencia con que ha sido preparada, constituye todo un modelo de lo que debe ser una edición crítica”. Encuentro en la red, Año IV, 24 enero de 2003.
[12] Julio le Riverend, “Fernando Ortiz y su obra cubana”, en: Órbita de Fernando Ortiz, La Habana, Unión de Escritores y Artistas de Cuba, 1973, p. 37.