El “Edén” de Tamayo: el propio

Estrella Díaz
15/11/2019
Reynerio Tamayo. Foto: La Papeleta
 

Visitar por estos días el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, aledaño a la Plaza de la Catedral, uno de los más emblemáticos sitios de la capital cubana —que por estos días celebra su medio milenio—, es ponerse en contacto con la visión plástica y el imaginario de Reynerio Tamayo, un artista que no deja de sorprender en cada propuesta y quien, con su muestra personal Edén Habana, ha demostrado (si falta hiciera) que posee una mano tremendamente entrenada para el dibujo, pero también ideas muy claras de lo que quiere comunicar y criticar y lo que desea reverenciar, ¡todo visto con la gracia y el desenfado que caracteriza su quehacer!

Este jueves 14 de noviembre, en horas de la tarde, un abultado grupo de seguidores de Tamayo acudimos al Lam con la curiosidad de conocer qué se podría encontrar colgado en las paredes de ese palacete que, cada dos años, desde la década de los ochenta, auspicia las bienales de La Habana: son cincuenta y tres piezas de varios formatos en las que Reynerio explota varias temáticas. Se inclina ante las habaneras y habaneros ilustres de todos los tiempos a partir de retratos poco convencionales porque pone en contexto a cada uno de ellos. En este primer momento de la muestra, se visibiliza un acucioso trabajo en cuanto a contenido y forma y una indiscutible minuciosidad y limpieza en el trazo. Todo concebido en solo 70 x 50 centímetros y realizado en técnica mixta sobre lienzo.

En la segunda sala hay cuadros de mayor dimensión que constituyen una verdadera fiesta, no solo por el empleo total de la paleta, sino porque Tamayo es poseedor de una sutil picardía criolla que sabe compartir y hacer cómplice al espectador. Además de ingenioso a la hora de componer, Tamayo hurga en temáticas muy serias, pero vistas a través de su particular prisma humorístico que, obviamente, ha heredado del mundo grafico que lo precede y que se asoma, constantemente, en cada una de sus creaciones.

El tercer momento lo dedicó a agradecer —¡algo tan importante en estos tiempos!— y desde el gran formato reinterpretó varias edificaciones de las escuelas de arte en las que estudió, pero no lo hace a la manera convencional de representación, sino todo lo contrario: reinterpreta la arquitectura, la humaniza y le imprime un toque de humor casi nostálgico.

Cuando se recorre Edén Habana, uno no deja de pensar en las muchas horas que este artista ha dedicado no solamente a “pensar” la obra, sino a realizarla; y es que hay piezas de un detallismo impresionante y de un laboreo que se percibe, que es obvio. Por otra parte, el espectador sonríe y ríe todo el tiempo ante cada propuesta, y es que el “Edén” de Reynerio Tamayo, el suyo propio, es sugerente, talentoso, pero, sobre todas las cosas, muy de él.