El imaginado “patrimonio inmaterial”. ¿Un acercamiento a la verdad o una falsedad engañosa? (II)

Jesús Guanche Pérez
16/6/2016

La UNESCO y el supuesto “patrimonio inmaterial”

Con la intención de divulgar la Convención de 2003, la UNESCO también ha  contribuido a la confusión, pues ha colocado en su sitio web un mensaje en el que pretende homologar los contenidos del denominado “patrimonio inmaterial” con el patrimonio vivo —el primero debajo en mayor formato (el oficial) y el segundo algo menor encima—, que se ha ido imponiendo también en el discurso internacional, como si fueran sinónimos.

Un análisis semántico al respecto nos haría posible descalificarlos como sinónimos o términos concomitantes, aunque lo único que tienen en común es que ambos se refieren a calificativos del patrimonio.

En realidad, nos encontramos con concepciones disyuntivas, pues si supuestamente hubiera un “patrimonio inmaterial”, solo desde un punto de vista ingenuo o irracional podría considerarse patrimonio vivo. De hecho, si aceptamos como válido el concepto de patrimonio vivo, este no puede considerarse desde un punto de vista racional como equivalente al supuesto “patrimonio inmaterial”, pues como bien han demostrado la biología y todos los campos del conocimiento con ella relacionados, la vida es una forma particular de la materia orgánica con determinado tipo de orden, desde las algas unicelulares hasta las plantas y los animales más complejos, incluidos los seres humanos, generadores, portadores y transmisores del patrimonio cultural no limitado al campo de los objetos que, como bien señala la Convención, es necesario salvaguardar.

Al mismo tiempo, la aceptación conceptual del patrimonio cultural vivo como sustituto del supuesto “patrimonio cultural inmaterial” no implica necesariamente, como forma de interpretación dogmática, el reconocimiento o identificación de un supuesto “patrimonio cultural muerto”, pues eso significa retroceder al error inicial; es decir, a la propia concepción maniquea que generó el pseudoconcepto de “patrimonio cultural inmaterial”.

Otra contradicción derivada de lo anterior se presenta en El mensajero del Patrimonio Inmaterial, un boletín mensual de la UNESCO que viaja por Internet en formato PDF, en cuyo fondo aparece en grande: patrimonio vivo. Este boletín publicado en febrero de 2006 pone al día, de modo sencillo, el estado actual de los países que han ratificado tan importante Convención y otras noticias de interés [1]. Aunque el esfuerzo es muy loable, en su primer Editorial salta a la vista la intención de Rieks Smeets, de la “Sección de Patrimonio Inmaterial”, de homologar ambos términos:

No podría haber habido mejor ocasión para lanzar El Mensajero del Patrimonio Inmaterial que la inminente entrada en vigor de la Convención del PCI. Pero más allá del momento histórico, esta nueva publicación mensual tiene como principal objetivo informar sobre la miríada de actividades pasadas, presentes y futuras en las que participa la Sección de Patrimonio Inmaterial (ITH) de la UNESCO en todo el mundo.

Concebida para profesionales del PCI y otros interesados, como la UNESCO en general y otras agencias de la ONU, delegaciones nacionales, comisiones nacionales, ONG´s, socios en el sector privado y otros actores de la sociedad civil, El Mensajero proporcionará información actualizada sobre la ratificación e implementación de la Convención. Nuestro boletín también informará sobre actividades prácticas y de investigación, ejemplos a seguir, planes de acción de las Obras Maestras, Tesoros Humanos Vivos, lenguas en peligro, tradiciones orales, música tradicional, danza y mucho más. Gracias a la utilización de las rúbricas Agenda y Noticias del Patrimonio Vivo, nuestros lectores podrán mantenerse al corriente de conferencias, conmemoraciones, publicaciones, exposiciones y novedades en la sección ITH, como por ejemplo, el relanzamiento de nuestra página web.

Esperamos que este boletín se convierta en una herramienta útil para todos aquellos que contribuyen, directa o indirectamente, a la salvaguarda del patrimonio vivo de la humanidad, y esperamos nos envíen sus comentarios y sugestiones [2].

Este intento de homologación entre el supuesto “patrimonio inmaterial” y el patrimonio vivo se repite como hábito del discurso en los otros boletines [3]. Aunque la falsa homologación es muy criticable, pues se trata de dos términos no compatibles, el criterio sobre el patrimonio cultural vivo se va abriendo paso poco a poco pese a las iniciales manipulaciones erradas [4].

Por ello, he insistido en diversas ocasiones [5] que el concepto de patrimonio cultural vivo no puede ni debe reducirse de modo simplista al concepto de patrimonio vivo, pues el ámbito denominativo de este último es mayor: la vida; mientras que el primero se encuentra circunscrito a lo cultural (la vida humana en sociedad). Como patrimonio vivo solamente también puede considerarse la valoración humana sobre la biota terrestre y marina de un país, de una región, o del orbe, tanto la endémica como la de un área mayor. Es precisamente la cualidad cultural la que diferencia este patrimonio vivo y lo especifica en su dimensión antrópica.

Por su parte, el criterio denominativo de “patrimonio inmaterial” resulta, desde el punto de vista lógico, independientemente de su originaria acepción jurídica, una entelequia [6], un sinsentido, una falsedad. En este contexto vale preguntarnos: ¿Cómo es posible valorar en la condición de patrimonial algo que no existe en ninguna de las formas de manifestarse la materia? 

La imposición jurídica del pseudoconcepto de “patrimonio inmaterial” evidencia una subordinación de los valores patrimoniales relacionados con la sabiduría, las habilidades y otras acciones humanas a los criterios preestablecidos por el derecho internacional, sin una adecuada actualización a los cambios más recientes en el desarrollo del conocimiento. Cabría también entonces preguntar: ¿qué es lo inmaterial?, ¿existe acaso determinada forma de la inmateria?, ¿es lo inmaterial algo existente o algo construido idílicamente por la propia ignorancia humana?, ¿es lo inmaterial un acto de insuficiencia gnoseológica para denominar algo que no se ha podido conocer adecuadamente? En cambio, ya se venía hablando desde hace más de una década del patrimonio cultural vivo y se le había hecho poco caso al asunto, así como al significado y actualidad del concepto.

Por ello, los pseudoconceptos “patrimonio cultural inmaterial”, o su versión simplificada de “patrimonio inmaterial”, lejos de basarse en una propuesta racional, son focos de confusión que parten de la extrapolación o el acomodo mecánico de términos jurídicos con base en una filosofía idealista y centrada en el derecho individual, con un evidente sustrato religioso en lo que concierne a la añeja separación del cuerpo y el alma, al ser de la conciencia o del espíritu. Este campo del conocimiento sobre la diversa complejidad de la materia y la anulación de “lo inmaterial” ya ha sido resuelto en el orden filosófico, y los nuevos descubrimientos científicos subrayan la riqueza y amplitud del campo, tanto en los niveles micro como macro de la realidad.

Desde este punto de vista, los pseudoconceptos “patrimonio cultural inmaterial” y “patrimonio inmaterial” pueden ser equivalentes, por lo absurdo, a la cuadratura del círculo, al kerosene en polvo o a la escuadra redonda; es decir, sofismas [7] o términos imaginados que solo operan en la mente, pero no forman parte de la realidad.

No obstante las confusiones generadas por el mal manejo de términos y conceptos, la Convención de 2003 sigue siendo un importante paso de avance que es necesario apoyar y desarrollar. La idea de motivar las discusiones al respecto debe tomar muy en serio los objetivos de la Convención, que puede y debe ser enmendada y que como toda obra humana puede ser perfectible. Al mismo tiempo, por el respeto que merece el trabajo de la UNESCO como institución internacional y los múltiples esfuerzos que se realizan a favor de las ideas y del patrimonio mundial. Nadie tiene la última palabra, pero considero necesario compartir ideas que no precisamente siguen la rima a lo que puede ponerse de moda y repetirse de forma mimética sin mayor reflexión al respecto.

El valor de la significación y las acepciones que pueden tener los términos no pierde ni perderá interés, pues, por ejemplo, todavía se dice en el lenguaje corriente “planeta” y hace ya más de un milenio se superó la visión ptolomeica del universo. Se sabe que los grandes cuerpos esferoides que giran de diversos modos y tiempos en torno al Sol no son planos y se crean convenciones terminológicas para denominar algo fuera de toda lógica y luego también se dice que la ciencia debe acercarse a la verdad y, de ser posible, ser su fiel defensora.

Notas:
1. Véase El mensajero del Patrimonio Inmaterial, febrero de 2006, no. 1, en  SECCIÓN DE PATRIMONIO INMATERIAL (ITH) www.unesco.org/culture/ich
2. Op.cit, p.1
3. Véanse a modo de ejemplos los boletines dedicados a las lenguas en peligro, septiembre de 2006, p.8. y el n°. 6, de mayo de 2007, que abre con este título sin comentarios: “Nuestro patrimonio vivo, explorar lo inmaterial” para anunciar una Exposición de fotografías al aire libre en la UNESCO, París.
4. Véanse, por ejemplo, diversas propuestas de turismo cultural en América Latina, que se anuncian como patrimonio vivo. Guía metodológica para proyectos y productos de turismo cultural sustentable, en PDF.
5. Véase Jesús Guanche. El patrimonio cultural vivo y su protección, en www.uney.edu.ve/publicaciones/patrimonio-vivo-guanche.pdf,  donde se hace referencia a otros trabajos publicados en Internet.
6. Aunque el concepto de entelequia fue inicialmente definido por Aristóteles como la realización de toda la perfección que un ser puede alcanzar y luego Gottfried Wilhelm Leibniz le dio al concepto un uso diferente relacionado con las mónadas, o entidades individuales que componen el Universo, aquí se emplea en su posterior sentido peyorativo; es decir, como aquello que no existe y es una mera abstracción sin fundamento.
7. Recordemos que el sofisma se basa en una argumentación o silogismo mediante el cual se intenta demostrar o defender una falsedad con la intención de convencer de ello. Suele elaborarse de acuerdo con las reglas de la argumentación lógica, pero siempre lleva a una conclusión inaceptable porque es absurda o porque se emplean de un modo intencionadamente erróneo las reglas de la deducción. Este sofisma (“patrimonio cultural inmaterial”) se ha basado en confundir el alcance semántico y complejo de la materia.