“Escribir es resistir”

Narmys Cándano García
16/2/2016
Foto: Abel Carmenate
 

De esa forma definieron el acto de creación literaria, principalmente de los escritores del siglo XX, cuatro de sus más altos exponentes en América Latina: los uruguayos Fernando Butazzoni y Mario Delgado Aparaín, y los cubanos Leonardo Padura y Senel Paz, invitados al panel “Cuatro ficciones verdaderas” que tuvo lugar en Casa de las Américas como parte del programa de la 25 Feria Internacional del Libro de La Habana.

Jorge Fornet, vicepresidente de la Casa, fue el moderador del conversatorio que devino, en primer lugar, homenaje a la literatura uruguaya, y además, una precisa reflexión acerca de los elementos que deben estar presentes a la hora de construir o (re) crear una historia.

Senel Paz destacó la presencia en Cuba de creadores uruguayos de las diversas manifestaciones artísticas y la alta calidad de su obra, la cual calificó de valiosa contribución a la historia más reciente de la cultura nacional. Al mismo tiempo, invitó a reflexionar sobre el acto de escritura como una acción casi involuntaria, que “brota” desde dentro del artista.

En ese sentido, Mario Delgado Aparaín afirmó que escribir es una manera de rescatar la memoria colectiva, y en su caso personal, se convirtió en una necesidad contar sobre la vida del continente y sus pobladores como “la única forma de probar que existimos y hacer que los otros (dictadores y monopolizadores) dejaran de existir”.

Subrayó que relatar una historia es resistir con el lenguaje, construir un cosmos propio; no es inventar, sino recrear la realidad desde un punto de vista personal.

En opinión de Fernando Butazzoni, el escritor se convierte en una especie de mediador entre una idea y el texto que la desarrollará; pero advierte que se debe controlar ese acto de creación-mediación para que la escritura no se convierta en un automatismo que muchas veces conduce al error de olvidarse del lector, que es quien verdaderamente termina de construir cada libro.

Señaló que cada texto provoca reacciones y sensaciones diferentes, por lo que “el lector es en definitiva el que está en el centro de la creación literaria”. Sin embargo, advierte una tendencia en una vertiente de la literatura contemporánea latinoamericana y mundial a menospreciar al lector, cuando lo más sagrado debe ser respetar el contrato que el escritor debe establecer con el consumidor de su obra.

Coincidió con ese criterio Leonardo Padura y subraya la importancia de preguntarse a la hora de crear para qué y para quién se escribe, pues cada texto, más allá de su valor literario, genera un alcance social.

Resaltó que la literatura como acto de resistencia caracteriza a los escritores de su generación (años 1970-80), quienes “no han tenido que descubrir nada, pues los antecesores hicieron los grandes discursos, las novelas abarcadoras (…)” lo que conlleva a otra responsabilidad que es rescatar para la memoria colectiva acontecimientos que no tienen historia, lo cual —considera— les ha dado una libertad que no tuvieron esos predecesores dada la grandeza de los temas que les tocó tratar.

En el caso de Cuba, apunta que la necesidad de recuperar pequeñas historias se agudiza con la falta de debate público y reflexión sobre la realidad e incluso sobre el pasado que a veces solo destaca los grandes temas o personalidades. De ahí que la literatura se haya encargado de llenar esos vacíos, y de hacer “la crónica de estos tiempos” debido a silencios, ausencias o manejos de la información que no han permitido reflejar determinados conflictos de la sociedad cubana de los últimos tiempos.

Entonces vuelve sobre la importancia de que un escritor sea consciente de la finalidad de su obra, de la responsabilidad que asume al poner cada hecho o idea a disposición del lector.