Habana a todo color

Joaquín Borges-Triana
23/6/2016

Uno de los fenómenos más curiosos al referirse al modo en que nuestra música transmite una determinada imagen del entorno nacional es el relacionado con la representación hecha a propósito de la capital de los cubanos. En verdad, la identidad de ciudades como La Habana deriva de múltiples fuentes y es susceptible a cambios. Esta clase de urbe se encuentra vinculada a procesos históricos, ligada a las narrativas de todos los sectores de la población y recreada a través de las prácticas cotidianas de la vida cultural.

En verdad, la identidad de ciudades como La Habana deriva de múltiples fuentes y es susceptible a cambios.Obviamente, las percepciones acerca de un sitio como la capital cubana son fragmentadas por divisiones de etnicidad, clase y otros factores. De acuerdo con lo expresado por el académico estadounidense Robin Moore en su ponencia "Evocaciones de La Habana en las canciones de Gerardo Alfonso" [1] más que “reflejar” las ideas de un lugar y momento, la música las interpreta y contribuye a su formación. Los artistas usan canciones para proyectar nuevas imágenes de la vida urbana en circulación.

Tal pareciera que es una ley no escrita que los músicos cubanos deben homenajear a la ciudad de La Habana para llegar a conocer el éxito en la Isla. Como los cazadores antiguos, músicos de distintas generaciones y épocas le han ofrendado numerosas canciones, en espera de que ella, la ciudad madre, les otorgase su bendición. Así, con el transcurso del tiempo —el implacable, el que pasó, como diría Pablo Milanés—, La Habana acumula un record impresionante de canciones escritas como tributo a esta urbe.

Me resulta literalmente imposible poder hacer un estudio o tan siquiera mención de todo ese basto repertorio inspirado en la capital cubana. Incluso, creo que sería digno de una investigación académica formular un análisis de cómo la imagen de la ciudad vertida en textos escritos para diferentes géneros y estilos musicales ha ido cambiando según cada época en cuestión. Por lo pronto, solo hablaré del acercamiento al tema de la representación de La Habana en distintas manifestaciones de la música popular urbana y, en particular, en la Canción Cubana Contemporánea, hecha por compatriotas nuestros durante los últimos decenios, tanto dentro como fuera de las fronteras territoriales del país.

Tal pareciera que es una ley no escrita que los músicos cubanos deben homenajear a la ciudad de La Habana para llegar a conocer el éxito en la Isla.Existe consenso entre los estudiosos del tema de la música popular cubana en cuanto a que en la canción de origen trovadoresco, al igual que ha ocurrido en el resto de las manifestaciones artísticas en Cuba, durante los últimos 30 años ha habido cambios en su discurso, temas y enfoques. A través del devenir de la trova ha sido una tradición la vinculación de la misma con los problemas sociales, políticos y de toda índole dados en su época. Ese legado o vínculo con lo histórico tiene una continuidad en el quehacer de los creadores afiliados a la Nueva Trova y en los cultores de la Canción Cubana Contemporánea, porque la incorporación de lo social a la canción no entra en contradicción con el hecho de que esta continúe siendo un instrumento de expresión artística al que se le otorga una dimensión trascendente, con lo que al género se le concede tal facultad desde una categoría popular. En dicho sentido, a partir de los últimos años de la década de los 80 y en especial a comienzos de los noventa, aparece una nueva mirada acerca de La Habana y su realidad. Véase el siguiente fragmento del texto de “La Habana dormida” (original de Adrián Morales), donde la imagen de la ciudad es plasmada con una elevada dosis de escepticismo, como lugar y motivo de reflexión existencial:

Qué triste La Habana dormida

desde esta ventana donde el sol no llega

calles demasiado tranquilas, vecinas del puerto

ácido refinería.

Existen creadores que hacen del asunto de la representación de La Habana una suerte de arte poético. Esos son los casos de Carlos Varela, Frank Delgado y Gerardo Alfonso. Estos tres cantautores pueden reconocerse como cronistas de lo que sucede, en lo fundamental, dentro del ámbito urbano, y una y otra vez acuden temáticamente a La Habana, a la obsesión por la ciudad y sus paisajes, que para ellos trascienden el fenómeno geográfico para habitar dentro del ser humano. La anterior es la lectura que, al menos en mi caso, le doy a temas como “Bulevar” y “Jalisco Park”, de Carlos Varela; “La Habana está de bala” y “La farándula habanera”, de Frank Delgado, o “Aquí cualquiera tiene”, “Sábanas blancas”, “Lo que me atrapa” y “Suave, suave”, de Gerardo Alfonso. En ese sentido, si una composición de Carlos es representativa de su relación con la capital cubana, esa resulta, sin la menor discusión, “Habáname”, singular declaración de amor por esta ciudad y que, de forma paradójica, al darse a conocer a mediados de los 90, fuera extraoficialmente censurada en los medios de comunicación en Cuba.

En el análisis de cómo la música entre nosotros ha reflejado el día a día de la capital cubana, hay también que referirse al abordaje del asunto por parte de nuestros rockeros. Decididamente, atrás han quedado los tiempos en que el rock hecho por los cubanos tenía muchos problemas en cuanto a la calidad de sus letras. Desde mediados de los 90 es posible aludir a producciones caracterizadas por la buena factura en el discurso textual. Excelente ejemplo de ello lo encontramos en la banda sonora de la película Habana Blues, como lo demuestra la pieza homónima del filme, escrita por X Alfonso, Kelvis Ochoa y Descemer Bueno:

Hoy, miro a través de ti, las calles de mi Habana
tu tristeza y tu dolor, reflejan sus fachadas,
es tu alma y soledad, la voz, la voz de esta nación
cansada
solos tú y yo, en la ciudad dormida
solos tú y yo, besando las heridas
ay Habana
cada vez te olvidabas más de ti, para apoyar mis sueños
pero sé que lastimé tu corazón, jugando con tus
sentimientos
fue la luz, esa que robé dejando a oscuras tus deseos, eh, eh
solos tú y yo, en la ciudad dormida
solos tú y yo, besando sus heridas
Habana
y tengo que dejarte ir, poniendo el mar entre los dos
pagando el precio de otros que viven de la
contradicción
otra familia que quedó marcada por la separación
como luchar, con ese sol con la política y con dios.

El saber expresar ideas inteligentes, incluso en una propuesta de clara orientación hacia lo comercial, en canciones donde La Habana resulta la protagonista, se trasluce en un álbum como Havana (Generamúsica), realizado por la agrupación homónima dentro de los parámetros del rock latino. En el fonograma se incluye un tema tan trascendente como “Otro amanecer”, que transmite el sentir de muchos de los miembros de nuestra generación que han emigrado. En virtud de su armoniosa conjunción entre música y texto, esta creación, escrita por Iván Latour en colaboración con Osamu Menéndez, clasifica entre lo mejor del rock nacional:

Otro amanecer, lejos de saber,
Si en mi Habana llueve aún,
Ciudad de León, llega esta canción,
La nostalgia crece más;
Mis amigos hoy,
son los emigrantes de cualquier lugar,
Me pregunto aún si me quedarán,
cuerpos que abrazar allí,
Cada vez que pienso en alguien es,
Un cubano que se fue,
Cada vez que miro en mi interior,
Siento el ansia de volver,
Desde afuera vi lo que ya perdí,
Lo que no tendré más,
Mi ciudad natal, pudo ser la más,
Bella de las que ya vi,
Hablo de vivir, no de sucumbir,
Odio las políticas,
Y hablo en nombre de, ellos que no están,
Los que no pudieron más,
Cada vez…

Otro amanecer, lejos de saber,
Si en mi Habana llueve aún.

Es evidente que son muchos los asuntos que, en relación con el fenómeno del vínculo entre música e imagen de La Habana, podrían ser objeto de exégesis para futuras investigaciones y a los cuales no me he referido en el presente texto. No obstante, como se puede comprobar, uno de los principales valores de buena parte de la creación musical de la que he venido hablando, radica en ser continuidad de la indagación antropológica y sociológica que ha distinguido al arte en Cuba. El análisis de los textos de muchas de estas piezas funciona a manera de un resorte que nos facilita la comprensión de ciertos hilos invisibles, o visibles, que mueven el tejido social de la capital cubana ahora mismo. Hoy esto se hace sin la menor retórica, sin tener que pronunciar palabras políticas, con la agudeza de entrever, en cada sentimiento o en cada actitud, su eco o su causa social.

Una ganancia de lo mejor entre esta clase de creación, en el sentido del intenso diálogo que sostiene con su entorno, radica en el hecho de que se ha librado de la ambición total de pretender definir la complejidad de nuestra situación en cada verso o estrofa de una melodía. No por semejante proceder dejamos de estar ante un discurso duro y amargo, sin concesiones en relación con una realidad muy difícil, en la que los desaguisados económicos han conducido a otros, bastante más graves, vinculados al comportamiento ético de la ciudadanía.

El tratado de sociología, a propósito de La Habana del presente que se desprende de este repertorio musical, resulta efectivo tanto por su carácter implícito, muy distante de lo verborreico, y que parte de lo emocional para abordar la actual vida en nuestra añeja ciudad. Por ello, con independencia de las aptitudes, posturas y credos asumidos por cada cual, ya sea en Cuba o en otros países del mundo, los temas de rock, pop, rap, canción… facturados por nuestros compatriotas y que tienen como fuente de inspiración la vida en el territorio habanero, no dejan de ser, al menos, un diagnóstico preciso de la época, un retrato del espíritu que la animó y la conmovió. Son creaciones que, si bien no pocas veces aparecen transidas por la nostalgia y la noción de pérdida, poseen como importantísimo valor el hecho de persistir en preservar la memoria.

Ello es expresión de un profundo y auténtico amor por hacer una Habana mejor, sentimiento al que se refiere Vanito Brown (antes Caballero) en su composición “Habana a todo color” y que da vigencia y trascendencia a la creación musical de cada generación que ha intentado ofrecer su propia imagen para dedicarle sus composiciones a la capital de los cubanos.

Concluyo mi exégesis con la reproducción del texto de una canción de Moneda Dura, "Cuando duerme La Habana", que es un formidable ejemplo de los actuales derroteros por los que transita el universo letrístico de la música cubana a la hora de entregarnos la imagen de una ciudad que, gústenos o no, cada día es más transnacional, plural, políglota y transterritorial:

 

Cada noche mi ciudad
se despierta y echa a andar
y es un aguacero de gente rara y marginal.
Quinta Avenida, 23,
el malecón, el bulevar
son un reverbero donde se quema el odio.

(…)

Yuppies, freakies, un travesti,
homosexuales, delincuentes,
jineteras por doquier.
Es a mí a quien piden el carné.
Va rodando nuestro sueño,
¿a dónde vamos a parar?
Jungla, madrugada
te hostiga y te traga sin masticar.

Y en la confronta una radio pone a toda voz Moneda Dura
y esta canción undergroundque trata de burlar la censura.
Cuando duerme La Habana
yo salgo a caminar,
cuando duerme La Habana
cualquier cosa puedes encontrar, mi negra
y cuando duerme La Habana
otra ciudad sale a luchar su pan, ya tú ves.
Cuando duerme La Habana
parece que el mundo se fuera acabar mañana
y cuando duerme…

 

Notas:
1. Trabajo presentado en el VII Congreso de la rama Latinoamericana de la IASPM, celebrado en La Habana en junio de 2006.