Invisible bridges

Joaquín Borges-Triana
21/4/2016

Hace poco impartí un curso a un grupo de estudiantes procedentes de una universidad de Estados Unidos, quienes estaban interesados en conocer el devenir del rock y del metal en Cuba. Ello me permitió volver a escuchar viejas grabaciones de décadas anteriores y comprobar que algunas mantienen aún total vigencia y suenan como si se hubiesen realizado en los días que corren. Tal sensación la experimenté al reencontrarme con el disco Invisible bridges, el único fonograma registrado por la banda denominada Cosa Nostra, sin la menor discusión una de las agrupaciones fundamentales en la escena rockera cubana durante los años 90.

Mientras me deleito con los cortes de este CD, me reafirmo en la opinión de que los integrantes de Cosa Nostra eran de esa clase de gentes que saben muy bien lo que se traen entre manos. Con ocho años de existencia y pese a los numerosos cambios de personal que hubo en la historia de la agrupación, en su quehacer se percibe que siempre mantuvieron una línea de continuidad, la cual le proporciona un sello característico en el panorama sonoro del rock facturado en Cuba.


Foto: Tomada de Internet
 

Invisible bridges clasifica como uno de esos discos que no hacen concesiones en aras de una mayor comercialización. La apertura de criterios con la que se concibe el material lleva a que en el mismo se produzcan muy interesantes mixturas entre elementos procedentes de disímiles formas musicales. Hay, incluso, un cierto aire experimental en piezas como “What does it mean to me?” o “When we’re going down”, en las que de manera eficaz se mezclan pasajes jazzísticos, integrados de forma orgánica a una atmósfera rockera.

El deseo de expandirse a las corrientes imperantes en la música de los días en que se registró Invisible bridges, lleva a la banda a insertar en sus creaciones influencias del tecno en un tema como “Don’t piss me off”. No falta, claro está, una balada, representada en la grabación por el corte titulado “Rachel”, una pieza que desde que la escuché por primera vez hace ya muchísimo tiempo, como parte del demo Silocibina, no dudé en calificar de estupenda, opinión que mantengo en la actualidad.

Por otra parte, una evocación del sabor newyorkino del rock se trasluce en “Loser”; mientras que “Psycho desire”, quizás lo mejor del  álbum Invisible bridges, trae reminiscencias de los tiempos gloriosos de la psicodelia, ejemplo de la manera en que nuestros rockeros y metaleros más avanzados consiguen procesar las influencias procedentes del exterior y devolverlas después de haberse apropiado de lo esencial de las mismas.

Algo que durante sus años de existencia siempre me cautivó en el modo de tocar del grupo fundado y dirigido por el bajista Eduardo Mena, es el dominio que sus integrantes evidenciaban acerca de los distintos estilos que abarca el rock. Así, por ejemplo, partiendo siempre de un sonido fuerte y agresivo, en los trece cortes del único fonograma que nos dejaron, se fusionan sin el menor prejuicio elementos del rock de los 70, del thrash, del punk, del funk, del hardcore, del jazz, de la música cubana, de la canción…, para dar como producto final una de las más acabadas muestras de lo que pueden hacer los rockeros y metaleros de nuestro país cuando tienen la posibilidad de entrar a un estudio de grabación y el talento les acompaña.