La cultura de las falacias es, también, una pandemia

Fernando Buen Abad Domínguez
4/6/2020

 

Abunda en la industria cinematográfica la tendencia fake, no pocas veces disfrazada de ficción e incluso de documental. “Todos mienten” dice el Dr. House en la teleserie con el mismo nombre. Eso incluye a la catarata de series televisivas de moda. Si hubiese una auditoría ética para la producción cinematográfica, en la que primara el rigor de la verdad, basado en evidencias y documentos certificados, quedarían en pie muy pocas realizaciones industriales o independientes. No caben aquí los nombres de los productores y directores cómplices de esta juerga. Manipulación simbólica en pantalla. Sálvense todas las excepciones, que las hay y muy honrosas.

Buena parte del negocio basado en hacer películas pertenece a la maquinaria de guerra ideológica responsable de infectar audiencias con el “sentido común” de la mentalidad burguesa. A esa identidad pertenece casi toda la producción de cine bélico, las historias fílmicas de vaqueros contra indios, cierta retahíla de biografías fílmicas y, desde luego, el american way of life en comedias, relatos románticos o thrillers con su siempre fake de idolatría por la “justicia”, los tribunales, los detectives y la policía. Sin faltar la industria de la porno.

Logo de Paramount Pictures. Foto: Tomada de Internet
 

No se cometerá aquí el improperio de reducir todo cine (o toda realización artística) a un amasijo de falsedades, condenando la imaginación libre a una pataleta conspiranoica. Muy lejos estamos de esa emboscada. Todo lo contrario, es necesaria una reivindicación emancipadora de las herramientas de producción creativa y de las relaciones de producción para la imaginación, sin la dictadura semántica de la ideología dominante. Tampoco se perpetrará aquí la insolencia de culpar a las víctimas que consumen la industria cinematográfica fake, sin tener a mano los dispositivos críticos necesarios que la Educación Pública debe proveer y que hasta hoy, dicho con suavidad, es escandalosamente insuficiente.

Se trata de poner al desnudo el andamiaje ideológico, subordinado a la lógica mercantil para adulterar toda relación con la realidad —desde los procesos del conocimiento hasta su enunciación—, en los soportes de la cultura de masas. Y ahí reina la mentira. Hay que recordar siempre que el capitalismo es un sistema económico e ideológico basado en mentirle a los trabajadores sobre la producción de la riqueza. La plusvalía es una realidad pasteurizada por la lógica fake del sistema. El reformismo es un fake sistematizado para esconder la lucha de clases que es el motor de la historia y la madre de todas las batallas.

Son unos cuantos los dueños de la industria cinematográfica dominante. “Algunos empresarios, como Adolf Zukor y Marcus Loew (fundadores de la Paramount y la Metro Goldwyn Mayer, de forma resectiva), comenzaron su carrera explotando salas de exhibición, antes de volverse productores. Los que les siguieron absorbieron simultáneamente las redes de distribución y de explotación. Esta combinación entre el star system y la integración vertical dio nacimiento a los grandes estudios de Hollywood (Metro Goldwyn Mayer, Warner Bros., 20th Century Fox, Paramount Pictures, United Artists, RKO, etc.).”[1] Añádase Netflix y sucedáneas. De sus modelos de negocio salen los guiones que filmarán escenas de todo género, adaptadas a los intereses del negocio y del sistema. Ahí se decide cómo se tratará el amor y el desamor, la riqueza y la pobreza, la justicia y el delito. Ahí se eligen —e imponen— los estereotipos raciales, laborales, religiosos y sexuales. Se determina quién gana y quién pierde. Ahí se estudian las audiencias (o target) y también los ritmos de la circulación de la obra en las salas cinematográficas que están monopolizadas. Ahí se decide la “verdad” y la mentira. Sus disfraces y sus retruécanos. Mientras comemos pop corn o nachos. Un cantante mexicano, paladín de la cursilería, de quien aquí no se hará publicidad, compungía la voz para cantar: “miénteme más que me hace, tu maldad, feliz”.

No diremos que la pandemia de fake ocurrió sin darnos cuenta. Ha sido un proceso largo. Hace tiempo que se ensayan los mecanismos de infiltración y se han desarrollado todas las estrategias que el talento opresor ha tenido para sembrarnos en la cabeza falacias que se hicieron “verdades”, a fuerza de repetirlas e invisibilizarlas. Muchas de ellas llegaron a nuestras vidas en forma de entretenimiento. Aceptamos los dichos de las autoridades (religiosas, gubernamentales, militares y académicas) como verdades; aceptamos que nadie somos para poner en duda el relato hegemónico y que más nos vale ser dóciles ante el discurso del poder si queremos llevar “la fiesta en paz”. Entramos a la era de la posverdad arriados por los perros pastores mediáticos. Entramos al campo del disfrute por el engaño, porque interpelar a “la voz del amo” exige esfuerzos, compromisos e incomodidades ajenas, sensiblemente, al confort del rebaño. Y nos derrotaron, a punta de falacias, también. “Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza”,[2] dijo Simón Bolívar.

Cubierta del Tratado de semiótica general, de Umberto Eco. Foto: Tomada de Internet
 

Llegamos al punto necesario de tener que generar un movimiento planetario para frenar a pandemia de falsedades generadas por la industria de las mentiras, en todas sus modalidades. Pero lo asimétrica que es la batalla contra lo fake, no impide advertir sobre su necesidad en los terrenos más patentes y latentes; en lo que se ve y en lo que no se ve; en las superficies y en las profundidades; en la diversidad de todo engaño y en la abundancia de técnicas desplegadas para eso. La lucha no es solo contra casos aislados, la lucha es contra un sistema de mentiras diseñado para dominar la economía y la ideología. En su Tratado de semiótica general, Umberto Eco la define como “la disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir”; pero necesitamos, además de estudiar las falacias, combatirlas. No podemos dedicarnos solo a desactivar casos específicos, hay que ir a las fuentes teóricas y prácticas de los fabricantes de fakes. Y no hay punto de reposo. De verdad.

Notas:
[1] https://www.insumisos.com/diplo/NODE/686.HTM
[2] http://www.archivodellibertador.gob.ve/escritos/buscador/spip.php?article9987