La Habana ya está de fiesta

Rafael Lam
20/11/2018

Este viernes 16 de noviembre comenzaron los festejos por el quinto centenario de La Habana , una urbe ecuménica, al decir de Eusebio Leal. El Historiador de la ciudad asegura que “La Habana hala mucho, me fascina París, a Venecia he viajado muchas veces, es una ciudad que me gusta mucho. Pero no cambiaría a ninguna de las dos por La Habana. La Habana tiene sus propios misterios, su propia maravilla, su propio encanto, sus propios secretos”. (Prismas, 1997).

Paisaje urbano. Foto: Sonia Almaguer
 

A veces la costumbre nos hace olvidar muchas cosas. Los que viven al lado de las pirámides de Egipto no necesariamente comprenden la gigantesca obra que sus antepasados construyeron.  ¿Conocen exactamente los nativos de América Latina las historias de los nahuales y mayas de México, de los chibchas de Colombia, de los cumanagotos de Venezuela, de los quechuas del Perú, de los charrúas de Uruguay, de los araucanos de Chile?

¿Saben de las ruinas más bellas de México, de los mayas de Oazaca, con sus palacios de muros fuertes cubiertos de piedras talladas, que figuran hombres de cabeza de pico con la boca muy hacia afuera, vestidos de trajes de gran ornamento y la cabeza con penachos de plumas? ¿Conocen la grandiosa entrada del palacio, con las catorce puertas, y aquellas gigantes de piedra que hay entre una puerta y otra? (Ver a José Martí en La Edad de Oro).

La admiración por la ciudad ha cambiado en los cubanos, y Eusebio Leal tiene mucho que ver en eso. Aun así, no pocas veces los que acostumbran caminar por La Habana desconocen la ciudad donde viven.

Por ejemplo, muchos no saben que un especialista como el profesor de la Universidad de Cornell y Presidente del Colegio de Arquitectos, Joaquín E. Weiss, en su libro de La arquitectura colonial cubana (2002), escribió que descontando a México y Perú, dos de los más extensos y ricos territorios de la América histórica, la arquitectura cubana es probablemente la más completa y mejor representada de la época colonial en nuestro continente.

Su personalidad es clara y bien definida; sus soluciones, enteramente funcionales, reflejan de modo impresionante el medio social en que se produce la vida y costumbres del país y los materiales que el suelo y la industria brindaban a sus habitantes. Su sobriedad y la sencillez de sus soluciones no pueden estar más a tono con los ideales modernos, al propio tiempo es pintoresca y de un gran colorido. La grandeza de su escala, sus amplios soportales, sus voladizos, balcones, sus enormes rejas, han sido admirados por viajeros de todos los tiempos, incluso por arquitectos de proyecciones enteramente modernas.

Paseo del Prado habanero. Foto: Internet
 

La rareza de la capital cubana reside en muchos aspectos: es una urbe que parece intacta, desde mediados del siglo XX. No es una ciudad moderna en su arquitectura, y escapó a la avalancha arquitectónica de la “cancunización”, que cambió la faz de ciudades de Iberoamérica al perder la esencia prístina colonial. En La Habana no hay puentes colgantes ni rascacielos que llaman “elefantes blancos”; pero cuenta con la mejor fortificación de América, una zona estratégica por donde pasaban el oro, la plata y las piedras preciosas saqueadas de las Américas. 

Toda esa rareza la hace atractiva y seductora. Eusebio Leal, con su proyecto apoyado por el gobierno cubano, fue levantando la ciudad de sus escombros, que resurgió de las cenizas como el Ave Fénix. El centro histórico emerge de sus propios restos. Esa es su gran proeza, que deja atónitos a los visitantes, prendados de la magnificencia de su arquitectura.

Hagamos como dijo Alejo Carpentier: “Seamos curiosos cuando caminemos por La Habana. Porque La Habana tiene un privilegio que solo conocen las grandes capitales del mundo. Y es que el aburrimiento no vive en sus calles. La calle habanera es un espectáculo perenne. Hay en ella materia viva, humanidad, contrastes, que pueden hacer las delicias de cualquier observador”.