La historia del poeta contada por sus libros

Madeleine Sautié Rodríguez
15/1/2016

Para recordar a Eliseo en el 95 aniversario de su nacimiento, y en el 20 de su deceso, llegó hasta la sala Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) la narradora Josefina de Diego (Fefé), hija del poeta, quien por medio de la conferencia “Lo que me cuentan los libros de la biblioteca de mi padre”, compartió con exquisita puntualidad pormenores que revelaron no pocas incógnitas de la vida personal del cantor de En la Calzada de Jesús del Monte.

Un nutrido público en el que se encontraba la poetisa Fina García Marruz, tía materna de De Diego,  participó de la charla en la que Eliseo se hizo omnipresente, más allá de la vida eterna que su magisterio literario le garantiza. Los contenidos, agrupados en epígrafes co­mo “Librerías e imprentas”, “Segunda Guerra Mundial”, “Una inglesa no muy británica: Mary Stanley Low y su ancho mar”, “Libros raros y antiguos”, “El diseño de cubiertas y su evolución”, “El colofón y sus historias”, “Algunos hallazgos”, “De­dica­to­rias y final”, develaron pinceladas de la familia que no pudieron menos que engrandecer el ya bien ganado afecto de que goza.

Durante toda su vida, desde que abrió los ojos a este mundo —cuenta Fefé— la han acompañado los libros de la biblioteca de su padre. “Ahí estamos retratados mis dos hermanos y yo, delante de esos sa­bios estantes repletos de maravillas, silenciosos testigos de todas nuestras alegrías y tristezas.

Del rasgo metódico de su carácter que extendió el poeta hasta el riguroso ordenamiento de sus libros —lo cual implicaba un extraordinario ahorro de tiempo al tratarse de una tupida biblioteca en la que encontrar un título podía “convertirse en una empresa titánica”— habló Fefé, quien ha continuado durante larguísimas jornadas de trabajo la faena que su padre nunca pudo terminar.

El engorroso empeño se le antojó a la hija, desde que lo retomara el pasado año, un regalo de cumpleaños.  Justo este tiempo le ha llevado organizarla por nombre del autor, tí­tu­lo del libro, nombre de la editorial, año de su publicación, lugar de ubicación del libro, estado de conservación y observaciones. Se trata de una biblioteca con aproximadamente cuatro mil ejemplares, con libros en  español y  en inglés.

Cubiertas, dedicatorias, pegatinas y sellos de todas las casas editoras e imprentas halladas fueron escaneadas por Fefé  al tiempo que le fueron revelando secretos emocionales de sus padres que ella nun­­ca antes alcanzara a leer, así como el en­cuen­tro con títulos de antaño, al­gu­nos muy raros, tal como deben anidar, según piensa, en toda bi­blioteca  que se respete.

Aún con temas pendientes que tratar, Fefé está consciente de que cada uno de estos subtemas que ha creado para su exposición darían para una conferencia cada uno. En su inventario recogió más de 40 librerías e imprentas en toda la ciudad de La Habana. La anécdota no puede dejar de brotar cuando se va al encuentro con tanta vida y recordó que fue en la librería Mi­nerva donde su madre, Bella García Marruz, vio por vez primera a Lezama.

Empeñada en conseguir para Eliseo el libro La mujer pobre, de León Bloy, entró en el establecimiento, donde no lo había. Ahí entablaron una conversación que concluyó en la librería La Victoria, en la que sí estaba el libro que finalmente le regaló Lezama con dedicatoria “A las hermanas García Marruz, a su distinción y a la gracia exquisita de su temperamento”.

La pesquisa fue oportuna para que Fefé reparara en que en medio de la Segunda Guerra Mundial se hu­bieran publicado tantos libros y que “en medio de una debacle de esas dimensiones, estos países pensaran en la importancia de la cultura y quisieran preservar la producción de libros a toda costa”.

Los libros descubrieron a esa singular británica que fue Mary Stanley Low, visible en fotos de familia, que impartió clases de inglés en el Com­munity House, junto con Eli­seo, que fue poeta radicada durante más de 20 años en Cuba y que tenía ciudadanía cubana. De grandes vínculos con el surrealismo español y destacada actividad cultural en la Isla, para Fefé  “sus poemas se deberían conocer en nuestro país y debería incorporarse su nombre al Diccio­na­rio de la literatura cubana, por derecho propio”.

Absorta ante lo inesperado, enigmas revelados y otros que jamás confesarán sus misterios, Fefé reconoce que el trabajo ha sido un en­cuentro permanente con su padre y con sus historias de vida, como  “adentrarse en una extraña dimensión del tiempo”. “Parecía como si los libros me quisieran hablar, contarme, ‘mira, este libro lo compró tu padre en Nueva York’, o ‘Comprado con mi Bellita, (…) (Bellita luce su blusa de lunares)’”.

Ahora junto a marcadores, postales, fragmentos de cartas que dormían en los libros, que a su vez guardaban permanentes estados de á­ni­mo, escritos en un papel, o viajes que nunca llegarán a su destino, Eliseo vuelve a establecer diálogos con los suyos, compartidos por Fefé en un encuentro original y emotivo que ha hecho extensivo para que nos acerquemos más al poeta, cuando cumpliría 95 años de proba existencia.

Fuente: Granma