La ilustración: una filosofía de vida

Ana Lidia García Hernández
4/5/2016

La Universidad no significó para la diseñadora Idania de Río solo el lugar donde aprendió las herramientas básicas para desarrollarse como profesional, sino también el período en que conoció del trabajo en equipo, de la satisfacción de compartir una filosofía estética y de pensamiento. En aquella etapa en la que pertenecía, además, al grupo Camaleón, comenzó a relacionarse con La Jiribilla en su versión impresa, publicación que sin dudas marcó para siempre su carrera y ha quedado en su memoria como elemento inolvidable de “una época feliz”.

¿Cómo llegas a insertarte en el equipo de creación?
No recuerdo cómo llegaron Eduardo Sarmiento y Darién Sánchez a diseñar La Jiribilla de papel, pero sí que nos unimos a ellos desde los primeros números en el año 2003. Éramos David Alfonso y yo, aún estudiantes del Instituto Superior de Diseño (ISDI); Nelson Ponce, que ya era profesor de esa misma institución, junto a Sarmiento y Sánchez. Todos conformábamos el grupo Camaleón, donde básicamente lo que nos aunaba era la ilustración, aunque también hicimos algunos murales y una revista muy pequeña que no prosperó.


Foto: Thays Roque
 

¿Cuánto te aportó el trabajo en La Jiribilla de papel?
Realizamos muchas ilustraciones para la publicación, y eso nos sirvió también como espacio de formación en este campo. A veces los artículos eran muy densos, tenían una apelación constante a la inteligencia; y esto nos permitía ser un poco osados, menos literales en la representación, o hacer ilustraciones que, a veces, no todo el mundo entendía, pero también llevaban un mensaje implícito.  

Realizamos muchas ilustraciones para la publicación, y eso nos sirvió también como espacio de formación en este campo.El estilo gráfico de La Jiribilla de papel comenzó a ser súper importante, era un tabloide que se podía reconocer en cualquier parte. Eso era bueno para todos, porque sentíamos que formábamos parte de algo diferente e interesante. A nosotros nos sirvió muchísimo, y pienso que al equipo de redacción también, pues sus miembros sentían que había una identidad tanto conceptual como visual. Eso es genial que pase, porque entonces tus lectores te pueden buscar tanto por el contenido como por las ilustraciones.

Para nosotros como diseñadores fue magnífico, enseguida nos conectamos con un trabajo real y pudimos experimentar mucho, siempre con la idea clara de lo que se buscaba. Además, nos ayudó a desarrollarnos intelectualmente, conocer y hablar sobre temas más serios con los cuales, de otra forma, no hubiésemos estado conectados.

El estilo gráfico de La Jiribilla de papel comenzó a ser súper importante, era un tabloide que se podía reconocer en cualquier parte.

¿Cómo definirías el estilo de Camaleón y lo que se reflejaba en la publicación?
Algunas personas dicen que el estilo de Camaleón era descuidado y realmente no creo que sea una buena definición, porque fuimos creciendo junto a La Jiribilla…, donde todo estaba muy pensado en cuanto a texto, titulares.

No me gusta hablar de un estilo del grupo; creo que sí había una forma de hacer en común, aunque el resultado fuera diferente. Éramos una especie de familia, por eso estábamos conectados con la misma línea de pensamiento. Por ejemplo, compartíamos temas como la cubanía, las sensaciones que produce vivir en una Isla, el mar alrededor, también la brutalidad que pueden llegar a manifestar las personas.


Tapiz: Archivo de La Jiribilla
 

En ocasiones trabajábamos juntos, alguno hacía algo y luego venía otro y superponía lo suyo. Era un sistema algo caótico, pero a la vez bien ubicado en tiempo y espacio. Quizá por todo eso muchos mencionen el término descuidado, y también porque era fresco en exceso y entendíamos que ilustrar no era dibujar.

Éramos una especie de familia, por eso estábamos conectados con la misma línea de pensamiento.La mayoría de las ilustraciones que hacíamos no eran “buenos dibujos”, ese no era el objetivo, sino que estuvieran conectadas con una idea, con un mensaje. Mucho más importante que la línea, el trazo, la perfección, era el sentimiento que nos unía, la opinión de cada uno sobre lo que decía el texto.

¿Qué filosofía defendían como grupo?
Estábamos muy conscientes del potencial que tiene la ilustración en sí misma y no como apoyo o muleta de un texto. Desde esa premisa, a veces forzábamos un poco los límites; la ilustración era un subtexto del texto, y en ocasiones lo ironizaba o polemizaba. Cuando esta simbiosis se logra es perfecto, porque potencias otro foco de atención.

La mayoría de las ilustraciones que hacíamos no eran “buenos dibujos”, ese no era el objetivo, sino que estuvieran conectados con una idea, con un mensaje. Mucho más importante que la línea, el trazo, la perfección, era el sentimiento que nos unía, la opinión de cada uno sobre lo que decía el texto.

También pienso que fue una oportunidad muy interesante para probar la validez de todas estas herramientas. Normalmente los editores no están dispuestos a exponerse de esa manera, porque quieren jugar al seguro y poner lo que la gente va a entender fácilmente.

¿Qué lugar ocupa este período en tu carrera como diseñadora?
Durante mucho tiempo, mi trabajo en La Jiribilla de papel fue lo más importante como profesional. En el ISDI nos aburríamos mucho, recibíamos muchas asignaturas, pero a veces yo sentía que no teníamos nada que hacer. Y como a uno le gusta poner en práctica lo que aprende, para nosotros la aparición de esta publicación fue fundamental, ya que nos brindó un espacio donde crecer.

Hasta que se disolvió Camaleón, ese era nuestro principal motivo de conversación; nos reuníamos, discutíamos los temas de cada número y pensábamos en las ilustraciones que debíamos hacer. Durante mucho tiempo, nuestra pertenencia al grupo marcó no solo la ilustración que hacíamos para La Jiribilla… Gran parte de nuestros carteles como grupo, y después como creadores individuales, también estaban muy marcados por la ilustración.


Tapiz: Archivo de La Jiribilla
 

¿Has seguido vinculada a esta vertiente de las artes visuales?
Hice ilustraciones para La Jiribilla de papel hasta que se disolvió Camaleón y nuestra vida cambió mucho, todos tomamos rumbos diferentes. Después tuve la oportunidad de colaborar con un semanario ecuatoriano, donde descubrí que podía hacer humor gráfico. Fue algo que no tenía nada que ver con La Jiribilla…, donde ilustrábamos todo y lo que hacíamos estaba muy a tono con el texto. 

Lo que había realizado hasta ese momento, desde el punto de vista de la ilustración, era muy simbólico, muy críptico o conceptual; las metáforas eran muy visuales, no había otro tipo de lenguaje. Ese era mi background, pero cuando empecé a trabajar con este semanario poco a poco fui cambiando mi estilo, descubrí que también podía hacer obras más literales, figurativas.


Tapiz: Archivo de La Jiribilla
 

Trabajando en La Jiribilla… alternaba mi labor editorial haciendo muchas ilustraciones para libros, carteles de teatro, películas o espectáculos musicales. He estado muy vinculada con la Editorial Tablas-Alarcos durante largo tiempo, y allí desarrollo varias tareas.  

Estuve dos años en Uruguay y trabajé en un estudio de animación e ilustración, donde conseguí empleo gracias a mi experiencia en La Jiribilla… Se trataba de una institución que hacía creaciones de todo tipo, siempre basada en lo que nosotros ilustrábamos.

Aunque en la actualidad no hago tanta ilustración, sigue estando muy presente en mi carrera. Cuando tengo que hacer un cartel, siempre que puedo utilizo la ilustración.