La medicina y la literatura son mis amantes

Gito Minore
7/11/2018

Eudris Planche Savón es un joven escritor cubano cuyo primer libro, Hermanas de intercambio (Editorial Gente Nueva, 2016), recibió el Premio Pinos Nuevos en el año 2015  y en 2017 estuvo nominado al Premio de la Crítica literaria en su país, que se otorga a los mejores libros publicados en el año en curso. Eudris, también es doctor en Medicina, actualmente se especializa en Oncología y, sobre su obra, que recién nace, han escrito trabajos críticos reconocidos autores e investigadores, como la editora de la revista argentina de literatura para niños y jóvenes El Mangrullo, Raquel Marta Barthe, y los cubanos Joel Franz Rosell, Enrique Pérez Díaz y Fernando Rodríguez Sosa.

 Eudris Planche Savón, joven escritor cubano. Foto: José Cevallos
 

En su novela Hermanas de intercambio usted cuenta la historia de dos niñas que, tras la separación de sus padres, son objetos de valor e intercambio entre los mismos, a desmedro de aquello que sienten ellas. Sin embargo, aborda la situación no desde la denuncia o el retrato miserabilista, sino desde la mirada esperanzada y traviesa de la chica narradora, e incluso desde el humor. ¿Qué lo lleva a hacerlo a partir de esos recursos?

¿Sabes que sí? De alguna forma Camila, la protagonista de esta historia, tiene la esperanza de que su entorno cambie. Su ambiente más cercano. Que el intercambio pare y todos cohabiten en el mismo hogar. Que vuelvan a ser una “familia”, pues en el momento en que transcurre la historia, no lo son tanto. La historia de Camila y su hermana Yunieska, es la de dos niñas que, tras la separación de sus padres, estos se las reparten, como objetos, en comunión con los demás artículos del hogar. Se alejan y acercan constantemente de esa familia donde la tía es judoka, la abuela portera de futbol jubilada, el padre titiritero y la madre colecciona novios…

Camila y Yunieska solo pueden verse un fin de semana “no” y dos “sí”.  

Aunque el conflicto de los padres de Camila es el antónimo de mi vida (pues mis padres continúan casados), su esperanza es la misma que tenía yo, y mis amigos, en la infancia. Pero me refiero más bien a la esperanza de que cambiara nuestra realidad social. Seguro cada cual, en su interior y con sus particularidades, quería algún tipo de cambio en su hogar. Pero el sueño general era más externo. Cuba estaba pasando por una gran crisis económica (años 90) y eso sacó a la luz lo mejor y lo peor de cada persona.

Cubierta de la novela Hermanas de Intercambio. Foto: Cortesía del autor
 

Esos recursos que empleo a la hora de narrar vienen de la realidad. Son los mismos que aplicábamos cuando niños para sobrevivir. Los niños, no importa lo protectores que pudieran ser nuestros padres o no, nos dábamos cuenta de esa realidad. La estábamos viviendo. No había vendas en nuestros ojos para ocultarlo y ocultarnos. Y si existían esas vendas, pues seguro eran de telas viejas del vestido que usó mamá cuando tenía nuestra edad. O de un trozo de la blusa de la abuela. Y de seguro tenía grandes agujeros. En el juego de la “gallinita ciega”, te tapaban los ojos con un trapo amarrado en la cabeza y tenías que tratar de tocar a un amigo para que te sustituyera. Lo que pasa es que la gallinita no era tan ciega. Ni era tal la oscuridad. Y, algo curioso, perdona que me aleje de la pregunta, aunque no es tal la lejanía, tiene relación; es necesario un paréntesis: El juego siempre se llamó la “gallinita ciega”, sin importar que a quien le taparan los ojos fuera un varón. Nunca hubo discusiones de género como pasa en el mundo adulto. Ningún niño reclamó para que se llamara al juego el “gallo ciego” si le tocaba a un varón. Eso no tenía importancia. De hecho, es algo de lo que me percato ahora. Para un niño no existen las diferencias, para un niño no moldeado por un adulto. ¡¡¡Qué maravilla la infancia!!!

De alguna forma, y sin conciencia de ello, nos unimos y creamos nuestro propio mundo. No importaba que no tuviéramos juguetes de fábrica, o el descubrir que el parque de diversiones al que íbamos cada día tenía menos atracciones porque no había recursos para reparar los aparatos. No importaba que se pelearan los vecinos en las calles, que apenas hubiera alimentos ni implementos para el aseo. De alguna forma, a pesar de las carencias, buscamos la manera de ser felices, de hacer lo propio de la infancia, divertirnos. La realidad gris la convertimos en un juego. Podíamos estar en la calle desde que salíamos de la escuela hasta pasadas las 10 de la noche, jugando un juego tras otro. Juegos de grupo.

A través de mi literatura trato de recuperar mucho de esa realidad que viví, aunque, por supuesto, dándole un enfoque moderno, con niños protagonistas de estos tiempos. El humor siempre tendrá un espacio en mi literatura, por muy cruda que sea la realidad que retrate. La infancia que viví me demostró que siempre hay un momento para la risa. Querido, en aquella época de mayor crisis, éramos capaces de reír. No solo los niños. Y de burlarnos de nuestra propia realidad.  

¿Alguna vez jugaste con un camión hecho de cajas de fósforos de diferente tamaño? ¿Tuviste un tanque que era una lata de Coca-Cola? Yo también jugué al ping pong con mis amigas, y la pelota de ping pong era la pelotica blanca de un pomo de desodorante. ¿Jugaste a los pistoleros como yo? Las pistolas eran ramas de árboles —sin forma de pistola— o jeringuillas, y nos disparábamos agua. El juego del escondido, se llamaba el juego del ladrón/ policía. Algunas veces hacía de ladrón y me perseguían los enemigos (policías). O viceversa. Sabes que ahora no recuerdo si me gustaba más ser ladrón o policía.

Dentro de su producción inédita y en proceso de edición, ¿también escribe sobre temas de raigambre social, o tiene otras búsquedas? ¿Cuáles?

Sí. Diferentes búsquedas. Aunque lo social tiene capital importancia, y sus diferentes formas de abordarla. El contraste entre lo social y cómo eres capaz de percibirlo para mí tiene mucho valor. La naturaleza humana, por más que queramos conocer sus misterios, se torna impredecible. Cada ser humano reacciona de forma diferente ante determinados sucesos. Aun cuando haya puntos en común, son más las diferencias. Eso nos hace únicos. Por ese camino ando. Además de que intento abordar desde mi realidad otras zonas del humor, el equívoco, el absurdo, el amor, la sexualidad, la aventura de vivir, la muerte y lo onírico. Mi prioridad es ser cada vez más profundo en cada tema que toque.

¿Cómo se conjugan en usted el amor por las letras y por la medicina? ¿Alguna vez combinó ambas pasiones en una obra?

Me seducen ambas (la medicina y la literatura), son mis amantes. Se celan constantemente. A veces ellas me dicen que escoja. Pero, ¿por qué siempre hay que escoger una cosa, por qué no dos o tres? La medicina se mostró primero, la literatura he descubierto que estaba oculta y emergió con mucha intensidad justo cuando estaba cursando el primer año de Medicina. La literatura surgió celosa, temiendo que la medicina le robara su lugar en mi vida. En algún momento me asustó, pues no me parecía que tuviera un lugar. Nunca fue un hobby. De ser meramente ocasional pasó a convertirse en algo serio, cada vez más. Intente abandonarla. El primer año de Medicina se tornaba complicado, un mundo nuevo. Otras estrategias de estudio que aplicar. Otros compañeros (cuasi amigos). Venció la medicina por una semana durante un periodo de exámenes de Histología, Anatomía y Fisiología. Fui ingenuo y creí que la literatura se rendiría. Pero emergió con más fuerza. Batallando. No pude resistirme. ¿Seré un tipo flojo? Ja, ja, ja. Ya ven. Me he mantenido con ambas. Y para darles la misma importancia, tuve que renunciar a otras cosas —más bien dejarlas de hacer con la frecuencia de antes—. Atrás quedó salir de fiestas con amigos —menores dosis—, mi pasión por el cine… Mi jardín de plantas ornamentales —mi único hobby— sobrevivió hasta que me gradué de médico en 2013. Mi mamá ha tratado de mantenerlo, al menos lo riega, pero el chico del jardín soy yo, no ella. Ja, ja, ja. Una de las cosas más coloridas y felices del barrio donde crecí era contribuir, con mi jardín, a disminuir la tonalidad gris que los años 90 le querían imponer a mi barrio. Es algo que hacía desde muy pequeño.

Estas dos amantes demandan mucho y, aunque me resistí por un tiempo, he terminado abandonando la pasión por la jardinería. Pero tengo planes de retomarla.

Ahora son amigas mis dos amantes. Los tres convivimos en armonía. Sin importar la opinión de cuartos que me susurran o gritan que escoja. ¡Qué tontos son! Eso no es posible. Menos ahora que hay resultados felices por todos lados. El premio al sacrificio, a la dedicación, al amor.

Fue largo el camino a recorrer para poder dialogar. Así surgió el proyecto de mi segunda novela. Como proyecto antecedió a Hermanas de intercambio, pero necesitaba echar raíces. La medicina me aportó las herramientas de la propedéutica para investigar. La literatura, el arte de la palabra. El dominio del lenguaje. Así surgió mi segunda novela, cuyo nombre no puedo mencionar ya que está buscando su camino (concursando) con un seudónimo de autor, para ser publicada. Surgió de una idea que tuve en el año 2005 acerca de unos niños que padecían una enfermedad no muy común. Investigué mucho. Aún lo hago, el primer capítulo lo escribí en 2007, terminé la novela en 2010, y desde entonces he estado reescribiéndola. Ya está lista para ser mostrada a los lectores. Su esencia resalta el valor de la amistad a pesar de las diferencias. No hay protagonista principal. Todos son protagonistas de igual importancia, como en mi barrio de la infancia. Tengo la seguridad de que el efecto será aún más fuerte que el de Hermanas de intercambio. Es superior a esta.

Desde hace algunos años usted trabaja como miembro de la organización del prestigioso Encuentro de Jóvenes Escritores de Iberoamérica y el Caribe, que se realiza en el marco de la famosa Feria del Libro de Cuba, ¿cómo ve el actual panorama de nuevos autores de literatura infantil latinoamericana?

Desde el año 2013 he estado participando en el Encuentro de Jóvenes Escritores de Iberoamérica y el Caribe. Un evento que se realiza cada año en Cuba como parte de las actividades de la Feria Internacional del Libro de La Habana. En 2013 fue la edición tercera de este encuentro, y de alguna forma he estado colaborando hasta la actualidad con su organización. En 2016, pasé oficialmente a formar parte de su comité organizador, junto a dos colegas y amigas poetas (Zurelys López Amaya y Yanelis Encinosa).

Actualmente preparamos la IX edición para la feria del libro de 2019. Es un evento que reúne a jóvenes escritores. Todo el que quiera sumarse puede participar. El mayor requisito es la pasión por la literatura, la calidad. Este encuentro me acogió cuando apenas tenía curriculum ni libros publicados. Eso te habla de la naturaleza del evento. Te permite crecer junto a él, y dialogar con el quehacer de jóvenes creadores del ámbito de Iberoamérica y el Caribe, además de otros autores interesados de países que estén más allá de este entorno, en función de encontrar caminos a través de los cuales nuestras culturas se conozcan e interrelacionen. Lo importante es el diálogo, conocer lo que se está haciendo, promocionar.

La literatura que solemos llamar para niños y jóvenes, pero que en realidad tiene también lectores más adultos, ha contado con su espacio. Eso ha permitido actualizarnos sobre una parte de la más reciente creación joven. Gozamos de buena salud, pero queda mucho camino por andar.

A través de la lectura y la reflexión hemos llegado a conocer a otros autores que no conocíamos. Si bien es cierto que es mucho lo que se publica y no todo es de calidad, hay títulos de autores jóvenes, y no tan jóvenes, que cobran un singular valor y es necesario resaltarlos, ofrecer algunas coordenadas para encontrarlos. Vale citar a María Teresa Andruetto cuando dijera: Aunque se produzcan hoy miles y miles de libros, los buenos libros siguen siendo pocos, no han cambiado en ese sentido demasiado las cosas.

¿Cuáles son sus proyectos futuros?

Seguir creando. Contar nuevas historias desde la perspectiva del narrador que adopte, que siempre va a ser un narrador cercano a mi realidad, la que mejor conozco. Tengo muchos sueños que aún no se cumplen. La manera de hacerlos realidad es trabajando. ¿Proyectos? Amar. Vivir. Comerme el mundo. Soy piñeriano —me encanta Virgilio Piñera—, por mi casa hay una montaña: “La montaña tiene mil metros de altura. He decidido comérmela poco a poco”.