“Lo elegante me aburre, al igual que el glamour”

Ana María Domínguez Cruz
19/3/2018

Trasgresión, crecimiento personal, valentía, reto… cambio. El Diccionario, más allá de la puesta en escena que reivindica a aquella mujer que, por serlo, no pudo ocupar un puesto en la Real Academia de la Lengua Española, es ahora un punto de giro para Eva González y sus sueños.

¿Cómo no serlo? ¿Cómo sería posible que no se descubriera el cambio que arrastra consigo este texto de Manuel Calzada, Premio Nacional de Dramaturgia en España? Cuando Irreverencia Producciones era solo “una iniciativa de unos cuantos locuelos que anhelaban visibilizar proyectos, promover acciones creativas y educativas que no siempre tuvieran el beneplácito institucional y ocupar esos espacios vacíos, Eva —la soñadora—apenas era visible en el mundo teatral, y solo en ambientes feministas o de intelectuales”.

“Hay que crear cultura y educación accesible y de calidad, y si no es en espacios
convencionales, como lo prefiero yo, mucho mejor.” Fotos: Cortesía de la autora

 

Reconoce que todo se modificó en tanto surgió, como parte de esas acciones de Irreverencia Producciones, la creación de Espacio Irreverente, que ante todo es su casa. “No busco la fama, me asegura, pero sí quiero una legitimización de mi trabajo y sé que es difícil porque a veces, por suerte no siempre, el mundo teatral está cargado de una frivolidad que asusta. Esta obra provocó que sin buscarlo nos otorgaran un reconocimiento a nuestro trabajo.

“Espacio Irreverente fue una desobediencia, fue la manera de demostrar que, más allá de los talleres, las exposiciones, los debates… todas las acciones que habíamos desarrollado, tengo un proyecto de vida que no se detiene, aunque cargue con la falta de apoyo institucional, o al menos, con no todo el que se necesita.

“Aunque el ritmo sea lento, no voy a parar. Me interesa retar ese surgimiento de élites culturales. Pagar 3 o tal vez 5 CUC para disfrutar de una acción cultural no puede ser visto como normal. No es posible convertir en elitismo las acciones culturales porque de repente pasamos de lo gratuito sin calidad, de lo masivo uniforme a lo selecto que hay que pagar, y son extremos muy aplastantes.

“Hay que crear cultura y educación accesible y de calidad, y si no es en espacios convencionales, como lo prefiero yo, mucho mejor. Así no aburguesamos tanto al público y se puede tener un contacto más fresco, manejar otros códigos, y sobre todo no ser tan elegante porque lo elegante me aburre, al igual que el glamour, ya sabes, soy de Madrid”.

¿Cuánto existe de María Moliner en Eva?

Curioso que lo preguntes. La creadora del Diccionario de uso del español fue una mujer con una vida apasionante. Cuando leí la obra me sentí motivada a investigar más, y encontré conexiones de esta mujer conmigo y con otras mujeres del entorno, de mi pasado, con mi propia madre, con aquellas con las que he tenido un vínculo político en España, con mujeres de la Cuba actual.

Esta obra muestra temas muy candentes, pertinentes de defender ahora; pero buscando la María Moliner que hay en mí para hacerlo más íntimo: al final, me he hecho mi propia María. A veces nos cruzamos, a veces la batalla que ella tuvo se convierte en la mía. A las dos nos cuesta dividir vida y profesión, lo que no deja de ser algo kafkiano. Ese compromiso vital que se establece en casa, con la familia, es muy fuerte. Lo protagonizamos más las mujeres, a veces es socialmente muy injusto, y en su caso fue el detonante.

No quise un macro teatro, quise siempre una cercanía como la dramaturgia lo impone al hablarle al público tan cerca… No quise un estrado porque el texto está escrito desde un estrado imaginario que es la locura, ¿para qué hacía falta un estrado real?

Desde el punto de vista personal me gustó mucho el vínculo con el lenguaje. Hablar del lenguaje es precioso. Yo adoro el lenguaje hasta para maldecirlo, hasta para usar palabrotas. Hablar del lenguaje entonces desde esta visión trasgresora, como lo fue María Moliner a su manera, es una manera de hacerle un homenaje al lenguaje. Lo único que García Márquez le cuestionó fue que no usó palabrotas, las que usamos en español habitualmente. Pero si ella fue tan vilipendiada así, imaginemos cómo sería la historia si las hubiera incluido.

“Trabajar en este espacio, en mi casa convertida en una sala de teatro, me ofrece todos los días una lectura y
una toma de conciencia diferente”

 

La obra es una metáfora…

Sí, sobre la honestidad, la negociación, la valentía… María tiene toda esa historia, fantaseada en la obra pero con mucha dosis de veracidad. Expone varias temáticas, entre ellas, la de la dignidad del envejecimiento, sobre todo de la mujer. Nosotras siempre cargamos con apelativos y estigmas.

María era una mujer con presupuestos muy feministas. Nunca desechó sus sueños, aunque no puedo decir que era ejemplar. Ella tuvo sus fisuras, pero las superó.

¿Saldas deudas con El Diccionario?

Lo intento. Me interesa la acción creativa que te deja incómodo, que no sabes si te gustó o no, que se te queda algo en la memoria y lo recuerdas al cabo del tiempo y le haces una tercera lectura. Es una obra imperfecta, pero avanza en ese sentido.

Trabajar en este espacio, en mi casa convertida en una sala de teatro, me ofrece todos los días una lectura y una toma de conciencia diferente. Te obliga a mirar al público, que lo hace mucho mi personaje. Es muy interesante hacerlo, sin salirte de ese personaje que has buscado en ti y estar abierto al reto de que no siempre el público te dará la respuesta que esperas. Un día el chiste hace gracia, otro día no.

Por otra parte, esta obra es tremendamente emocionante y emocionable. Pero odio al actor que busca emocionarse en la escena, lo mejor es emocionar al público. Eso conlleva una preparación intensa, pero es lo que queda. No me interesa vulnerarme en escena y que luego la gente se marche y se le olvide. La actuación es una especie de religión, y no apruebo que el ego personal domine. Prefiero que haya lecciones de humildad, para mí es más importante.

Esta obra ha cambiado mi vida, incluso en la relación con mis hijos y en mi toma de conciencia con respecto al arte. Aunque este trabajo no da para comer, que se alimente el espíritu al menos.

Bajo la dirección de Eva González, la obra tuvo su más reciente temporada durante la pasada Feria Internacional del Libro de La Habana. Acompañan a Eva en esta nueva versión del espectáculo, los actores Evelio Ferrer y Roberto Albellar.

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