Lo que le falta o le sobra al verano cultural en Matanzas

Claudia Ortega Valido, Bárbara Vasallo Vasallo
21/7/2017

Matanzas, ciudad ultramarina a orillas de la bahía de Guanima, inmersa ahora en un proceso inversionista de cara a la celebración de sus 325 años de fundada, no está ajena a la programación cultural preparada, especialmente, para la temporada estival.

Desde la antológica pieza de René Fernández Santana que recrea a Los Ibeyis y el Diablo, leyenda de la cultura yoruba, hasta el homenaje sentido a Carilda Oliver Labra, una de las voces más reconocidas de la poesía contemporánea en Hispanoamérica, conforman el amplio programa, cuyo destinatario incluye a los más variados sectores sociales.

Para la urbe, que en el siglo XIX bien ganó el sobre nombre de “Atenas de Cuba”, siempre es un reto ofrecer espacios y proyectos novedosos de acuerdo a la exigencia de un público conocedor y diverso, que disfruta de una rumba en el barrio de La Marina; pero anhela un espectáculo de ballet en el escenario del teatro Sauto, aún cerrado por restauración.

Según Reidel López Rodríguez, programador de la dirección municipal de Cultura en la cabecera provincial, por experiencias anteriores la llamada Ruta de Tradiciones Africanas, concebida por el museo Palacio de Junco, atrae la atención de numerosas familias que prefieren acercarse a la cultura ancestral.

Esta propuesta incluye recorrido por el museo de Arte y la sala que atesora la colección de Arte Africano donada por el pintor Lorenzo Padilla, en el otrora Castillo de San Severino, el sitio que muestra las huellas de la esclavitud y los Orishas, y concluye en Triunvirato, con la visita al museo al Esclavo Rebelde, memorial que evoca a la figura de Carlota, la primera esclava sublevada contra el colonialismo español.

Ante un documento de numerosas cuartillas que refieren planes elaborados con dedicación para los niños y las niñas, jóvenes y no tanto, resulta difícil seleccionar cuál sería la mejor o peor propuesta, la mayoría de los Consejos Populares de la urbe de los ríos y los puentes están involucrados en la etapa vacacional.

De lujo resulta asistir a la Sala de Conciertos José White, situada frente al céntrico Parque de La Libertad, sede permanente de la Orquesta Sinfónica de Matanzas y de presentaciones de música de cámara, que tiene pendiente conquistar al público que antes acudía ávido, y luego de tantos años cerrada pareciera que perdió a los asiduos; pero es buen momento para recuperarlos.

La Sala de Conciertos José White, frente al Parque de la Libertad ofrece un programa de lujo en esta temporada de verano en Matanzas

La Sala White tiene previsto realizar un festival de jazz al que llamarían Primera Jornada de Matanzas Jazz, a finales de este mes de julio, anunció Leydet Garlobo, su directora, evento que pudiera atraer a los amantes del género y quedar prendados de otras propuestas venideras en el antiguo Liceo Artístico y Literario, por donde se pasearan Gertrudis Gómez de Avellaneda, Domingo del Monte o José Jacinto Milanés.

No faltan las habituales noches de humor, encuentros bailables en la Plaza del Viaducto, el rescate de juegos tradicionales en distintos barrios periféricos, los pequeños repentistas que medirán talento e ingenio, los bailadores de casino y los festejos populares, “siempre pasados por agua” como suelen vaticinar los más escépticos.

Los 65 años de los Muñequitos de Matanzas, el tributo a la memoria de Francisco Zamora (Minini), director de AfroCuba hasta su deceso hace apenas un año, la reinauguración del popular parque Watkins, ahora con nuevos animales y ofertas en este micro-zoológico, y un Festival Infantil de canciones, también integran la larga lista de propuestas veraniegas.

¿Qué sobra? Tal vez tantas y tantas actividades planificadas que no puedan concretarse y que dejen un mal sabor en los receptores.

¿Qué falta? Contar con el escenario centenario del Teatro Sauto, Monumento Nacional, para satisfacer la alta demanda de un público frecuente.

San Carlos y San Severino de Matanzas, se alista para celebrar en octubre de 2018 sus 325 años, ahora sumida en los aires renovadores, a la par que surgen de entre las calles los viejos adoquines dormidos, y se rescata el hotel Louvre, abren sus puertas en el Centro Histórico galerías de arte, espacios abiertos para la danza y otros que devolverían a la urbe el encanto.

Especial de la ACN para La Jiribilla