Los Independientes de Color, cien años después

Fernando Martínez Heredia
12/6/2017

Ante el reclamo fraternal y perentorio de La Jiribilla he decidido utilizar el prólogo que escribí el 8 de octubre de 2011 para Apuntes cronológicos sobre el Partido Independiente de Color, del Archivo Nacional de Cuba, que aparecerá a mediados de este año, por la Editorial Oriente, precedido por una nota que solo pretende añadir algunas otras precisiones:

Ha comenzado el año del centenario de la gran matanza racista de cubanos negros y mulatos del verano de 1912. La posrevolución convertida en república burguesa y neocolonizada mostró aquel verano hasta dónde podía llegar su esencia antipueblo en materia criminal, y el gran retroceso que significó respecto a las transformaciones experimentadas por las personas, sus relaciones y las instituciones en cuanto a las razas y el racismo, como consecuencia de las luchas políticas y sociales del último tercio del siglo XIX. Fue la respuesta brutal del nuevo régimen a un serio intento de organizar la resistencia y las demandas de un sector de la sociedad. En la república, los negros y mulatos seguían sufriendo la situación social muy desventajosa en que los dejaron la esclavitud y el sistema colonialista, más la dura marca del racismo. Antiguos combatientes mambises y una población humilde que había ganado su ciudadanía no podían conformarse con esa situación. En agosto de 1908 se fundó una agrupación política, convertida pronto en Partido Independiente de Color (PIC), que se propuso organizar la lucha por igualdad efectiva y derechos específicos, utilizando las vías legales del sistema político y de la libertad de expresión. Sus dirigentes principales fueron el veterano Evaristo Estenoz, el coronel Pedro Ivonnet —un héroe mambí de la Invasión y la campaña de Pinar del Río—, Gregorio Surín, Eugenio Lacoste y otros. El PIC, que contó con miles de seguidores a lo largo del país, formuló demandas sociales favorables a toda la población humilde y trabajadora de Cuba y mantuvo una posición patriótica y nacionalista. 


Foto: Archivo La Jiribilla

El poder burgués neocolonial atacó sin tregua al PIC desde su nacimiento, porque lo amenazaba en el terreno de su hegemonía política bipartidista, liberal-conservadora. Acusados cínicamente de racistas, en 1910 se declaró ilegales a los independientes de color mediante la Enmienda Morúa a la Ley Electoral, y se mantuvo presos durante seis meses a dirigentes y activistas. Hostigados e impedidos de utilizar la vía electoral, optaron finalmente por lanzarse a una protesta armada el 20 de mayo de 1912, décimo aniversario de la instauración de la república, en busca de obtener la legalización del partido. Esa forma de presionar no era insólita en el ámbito político de aquella época. Pero el gobierno de José Miguel Gómez movilizó miles de soldados y paramilitares contra ellos, mientras una sucia campaña de prensa los satanizaba. Durante junio y julio fueron asesinados Estenoz, Ivonnet y unos tres mil cubanos no blancos, la mayoría en la provincia de Oriente, principal teatro del alzamiento. Una ola de represiones, persecuciones y una intensificación del racismo se extendieron por todo el país. La república oficial celebró el gran crimen, y lo sometió de inmediato a un olvido al que se fueron sumando —por la dura necesidad de sobrevivir y labrarse algún ascenso social— la mayoría de los discriminados y dominados en aquella sociedad.

En el año 2007 el Partido Comunista de Cuba creó una Comisión Nacional por el centenario del Partido Independiente de Color. Su primera conmemoración fue la dedicada a la fundación del PIC, el 7 de agosto de 2008. Un gran número de estudiosos y activistas ha aportado conocimientos, eventos e iniciativas desde entonces a hoy, los cuales son en realidad la continuación de las actividades y estudios que desde mucho antes venían realizándose. Nos une a todos la actitud decidida de contribuir al combate contra el racismo y la unión de todos basada en la justicia y la igualdad, que a la vez forma parte de la imprescindible defensa y profundización del socialismo cubano, mediante la divulgación, el debate, el conocimiento y la promoción de medidas e iniciativas. Las conmemoraciones de este año constituirán un paso firme en la recuperación de aquellos eventos históricos, y una expresión clara de la conciencia de la necesidad cubana de asumir la complejidad de nuestra composición nacional y cultural. Ambos logros resultan indispensables para avanzar en el camino de la comprensión de lo esencial de nuestro proceso histórico y, sobre todo, en el camino de la construcción de una sociedad más justa.

Prólogo a los Apuntes cronológicos sobre el Partido Independiente de Color

Esta cronología pone en nuestras manos un instrumento nuevo y un aporte notable en el largo camino de los estudios sobre las cuestiones de raza y racismo en Cuba. Un equipo de investigación del Archivo Nacional de Cuba, dirigido por Bárbara Danzie León, nos ofrece el resultado de un prolongado y difícil trabajo de búsquedas y localizaciones pacientes en 14 de las colecciones que guarda esa institución que atesora fondos de una importancia crucial para los especialistas, pero es casi desconocida a nivel de la sociedad cubana. El equipo utilizó también un fondo del Archivo del Instituto de Historia de Cuba. Seleccionó tres publicaciones periódicas de la época estudiada y las trabajó, con la colaboración de tres hemerotecas principales de esta ciudad. El texto que leerán es el fruto de ese trabajo y de las inferencias, selecciones y comentarios de los investigadores; al mismo tiempo, constituye un buen ejemplo de cómo la tenacidad y la laboriosidad pueden enfrentar y vencer obstáculos e incomprensiones.

El trabajo con fuentes es fundamental en la investigación histórica, pero el análisis y las demás labores intelectuales y de exposición realizadas por el investigador son indispensables para que exista un logro válido. Apuntes cronológicos sobre el Partido Independiente de Color cumple ampliamente ambos requisitos. Su asunto es la organización política fundada en 1908, el intento de un conjunto de activistas sociales y sus seguidores de utilizar el sistema político y la libertad de expresión de la primera república cubana —la que va del 20 de mayo de 1902 a la Revolución del 30— para llevar adelante su lucha contra el racismo antinegro y por demandas de derechos y mejoras de la situación en que vivían los no blancos. Aquella organización fue calumniada, perseguida, aislada y finalmente aniquilada por el gigantesco crimen del verano de 1912. Hace bien la Presentación en resaltar el recurso que utilizó el equipo, de combinar la presentación de fragmentos de documentos y de prensa con los de criterios expresos de los participantes e involucrados en aquellos eventos. Les dan lugar de esa manera a dos tipos de realidades que siempre componen los hechos que después consideramos históricos, y que está obligado a establecer y manejar atinadamente quien quiera ser historiador: las que pueden medirse, datarse, narrarse —“objetivas”, por mal nombre—; y las motivaciones, creencias, criterios e ideologías que vivían los que efectivamente actuaron y protagonizaron el evento, que en modo alguno son secundarias respecto a las primeras.

Por el primer asiento de esta Cronología conocemos que el joven Evaristo Estenoz fue uno de los que respondió al llamado de José Martí y participó el 24 de febrero de 1895 en el alzamiento de Ibarra, provincia de Matanzas, junto con Juan Gualberto Gómez y el estudiante Juan Tranquilino Latapier; eran hombres, como se decía entonces, “de color”. Por el último asiento de Apuntes… conocemos que en 1918 —23 años después— Juan Gualberto y el abogado Latapier se opusieron a otro intento de Abelardo Pacheco, uno de los jefes de los protestantes de 1912 en la provincia de Santa Clara, de constituir un nuevo partido que se decía que iba a continuar la labor del Partido Independiente de Color (PIC). Pacheco había sido uno de los miles de soldados humildes del Ejército Libertador [1]. Me impresionó la coincidencia, pero sobre todo que los implicados fueran participantes de la Revolución del 95. Aquella experiencia había formado la conciencia política y las actitudes cívicas de los más jóvenes, y definido el lugar histórico que alcanzó el más maduro, Juan Gualberto Gómez. Y pensé que los protagonistas de los Apuntes… y gran número de los demás que se mencionan en ellos también eran veteranos del 95.

Ese dato nos devela un aspecto que a mi juicio resultó una condicionante decisiva para el desenvolvimiento del PIC y para la tragedia de 1912. La Revolución del 95 —que prácticamente está ausente en esta cronología, porque no forma parte de su asunto— fue el evento mayor y el más trascendente de la época. Ella modificó a fondo y de manera abrupta en Cuba los reacomodos usuales a la posemancipación en la América del siglo XIX, que dejaban en gran medida intacto el complejo de desamparo, graves desventajas materiales e ínfimo crédito social de los africanos y sus descendientes, y mantenían incólume el racismo antinegro. La Revolución de 1868-1878 —aunque no pudo llegar al Occidente, donde vivía y trabajaba la mayoría de los esclavos del país—, tuvo que ser abolicionista radical para ser revolución, y contó con una grande y destacada participación de negros y mulatos, libres y esclavos. Eso le dio un fortísimo tinte revolucionario al fin de la esclavitud y planteó la posibilidad de una Cuba integrada racialmente [2]. Pero la colosal conmoción revolucionaria de 1895 a 1898 fue incomparablemente más lejos, a través de una guerra popular anticolonial que creó un gran Ejército Libertador —realmente plurirracial en sus mandos, y no solo en sus filas—, en el que negros y mulatos tuvieron una participación masiva. Entre otros grandes logros de valor permanente de esa Revolución —cuya ideología era expresamente antirracista—, estuvo la conversión efectiva de los negros de Cuba en los cubanos negros.

No intentaré sintetizar aquí lo que he escrito acerca de la Revolución del 95 y sus consecuencias durante la primera república, en lo atinente a los no blancos de Cuba, sus experiencias y cambios, las relaciones interraciales y las ideologías [3]. Pero insisto en que es imposible analizar bien y comprender este tema —y una multitud de otros temas históricos cubanos— sin atender e incluir los extraordinarios impactos de aquella Revolución en la vida de las personas, la sociedad, las instituciones, la política y las ideas cubanas de la primera república. Me limito a apuntar cuatro comentarios relativos al asunto de los Apuntes…

La Revolución fue la gigantesca y terrible escuela en la que adquirieron capacidades políticas y actitudes cívicas muchos miles de personas que sobrevivieron a ella. Un nuevo personaje muy prestigioso apareció en Cuba de inmediato y se mantuvo durante décadas: el veterano. A diferencia de los prestigios del siglo XIX, este no venía del nacimiento ni exigía ser blanco, ni posición económica holgada o conocimientos librescos. Venía de la actuación destacada del individuo para propiciar el acontecimiento más importante y primordial de la historia del país: la formación de la nación y el establecimiento del Estado independiente. Por tanto, ese prestigio social reunía tanto a personas cultivadas y con medios materiales, como a personas de condición humilde e iletradas, y no distinguía colores de la piel. Veteranos eran los presidentes de la república y los activistas del PIC. Es necesario representarse cuánta seguridad en sí mismos y legitimidad sentían los luchadores por la igualdad y los derechos de los negros, y qué fácil les resultaba promover confrontaciones o negociaciones, presionar, argüir, organizar, es decir, actuar en movimientos sociales y hacer política.

Eso puso a la orden del día una cuestión que se había planteado por primera vez poco después del final de la Revolución del 68: ¿por qué no hacer un partido político para impulsar los derechos y las demandas de la gente “de color”? Los primeros dirigentes y activistas no blancos de aquel tiempo comprendieron que la política popular tenía que encaminarse hacia una nueva insurrección por la independencia nacional, aunque al mismo tiempo formaron dinámicas organizaciones sociales de identidad racial y demandas de derechos. Veinticinco años después, la república recién nacida del patriotismo y el sacrificio masivo tenía muchas conquistas por satisfacer, y muchos patriotas impacientes que reclamaban que los derechos y los gajes fueran para todos los ciudadanos, sin importar su raza. Lo que en Brasil tardó casi 50 años después del fin de la esclavitud —el Frente Negro de los años 30—, en Cuba se intentó a los seis años del inicio de la república. La vía revolucionaria había creado aquí realidades y condiciones mucho más favorables. En 1908 nació la agrupación política que enseguida se convirtió en el PIC, con una identidad y una actuación muy definidas. Sus organizadores creyeron que ese partido cabría dentro del sistema político.  

Pero el nacionalismo era la ideología más arraigada y poderosa en la sociedad cubana, y su forma de patriotismo popular era la representación más avanzada de los asuntos cívicos. Ese nacionalismo era compartido por los líderes y miembros del PIC, y a él se referían cada vez que venía al caso, sin advertir que algunos de sus rasgos principales se volverían contra su partido. Porque la representación de cubano que vivía y defendía el pueblo era hija de una profunda unificación política que realizó una epopeya y se sometió a un baño de sangre para vencer al colonialismo, y protagonizó colosales jornadas cívicas frente a la intervención extranjera. Esa representación de cubano tendía a ser ciega frente a las cuestiones raciales y laborales, y las rechazaba en cuanto parecieran menoscabar la unión nacional. El nacionalismo popular —que albergó siempre la frustración del ideal mambí, la contradicción con la dominación burguesa y neocolonial y un proyecto de república por alcanzar— pudo ser entonces manipulado contra los movimientos sociales y raciales por los dominantes, que se proclamaban depositarios y guardianes de la nación, y que en su mayoría eran también nacionalistas dentro de su posición de clase. Pero todo eso pudo suceder porque el mundo ideológico y espiritual tenía los rasgos que describo, y porque la posrevolución republicana recortó a fondo la ideología mambisa, mantuvo creencias coloniales acerca de la limitada capacidad del cubano para gobernarse y fomentó un orden social conservador que favoreció la permanencia del racismo.

Como es usual cuando es reciente el final de las revoluciones, era muy fuerte la tendencia a evitar confrontaciones y a ceder o conceder en lo que fuera necesario para lograrlo. La eventualidad de una nueva intervención de EE.UU. —después de la segunda, que se extendió de septiembre de 1906 a enero de 1909— provocaba más temor que rechazo, y se podía invocar para justificar acciones contra las demandas de sectores populares y a favor del mantenimiento a ultranza del orden. En la coyuntura trágica de 1912, el imperialismo amagó con intervenir “en defensa de sus nacionales y sus propiedades”, y los Independientes de Color fueron acusados de antinacionales, de propiciar la intervención extranjera y, naturalmente, de racistas. No hubo solidaridad para ellos, se quedaron solos en los campos de su patria, y así enfrentaron la gran matanza que en Oriente sacrificó a muchos humildes por ser negros, como un gran escarmiento que fijara claramente los límites que no podían trascender los de abajo en la república cubana.

En la Presentación que leerán ustedes a continuación se hace una exposición de calidad relevante y muy detallada acerca de las características de los Apuntes…, el conjunto del cual forma parte y otros datos de interés. Eso me releva de alargar este prólogo. Sin embargo, no quisiera terminar sin destacar la abnegada, perseverante y silenciosa labor que está detrás de trabajos como este, que son puestos al servicio de los investigadores y los estudiosos. En este caso, la cronología constituye un paso firme hacia adelante en el conocimiento de un movimiento y unas ideas que fueron sometidos al más riguroso olvido. Hoy le damos a su rescate, además del homenaje tan merecido a los que no se conformaron con menos que toda la justicia —como le había prometido Martí a Juan Gualberto al borde mismo del 24 de febrero—, una pertenencia y un sentido mayores, sumándolos a los combates actuales contra el racismo en Cuba y por el logro de una sociedad más justa y mejor integrada.

 

Notas: 
 
1- El cabo Abelardo Pacheco ingresó el 26 de noviembre de 1895; era hijo “natural” de Lutgarda. En Índice Alfabético y Defunciones del Ejército Libertador de Cuba. Datos compilados por Carlos Roloff M. y Gerardo Forrest, La Habana, Imprenta de Rambla y Bouza, p. 714.
2- El Convenio del Zanjón, de 1878, por el que se estableció la paz sin independencia, declaraba que los esclavos que habían peleado contra España quedaban libres. En miles de personas del país, el orgullo naciente de ser cubano quedó unido al de ser libre de la esclavitud. José Martí comprendió profundamente estas fuentes integradoras, y las empleó en su estrategia y en su proyecto.
3- Ver, por ejemplo, de F. Martínez Heredia, Andando en la Historia (Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello / Ruth Casa Editorial, La Habana, 2009) e Historias Cubanas (Ediciones Luminaria, Sancti Spíritus, 2011). También “Ricardo Batrell empuña la pluma”, en F. Martínez Heredia, R. J. Scott y O. García Martínez, coordinadores: Espacios, silencios y los sentidos de la libertad. Cuba entre 1878 y 1912, Ediciones UNIÓN, La Habana, 2001, pp. 295-313.
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