Mencionar a Juan Formell y Los Van Van dentro de la escena musical cubana es hablar, sin lugar a dudas, de calidad sonora, de legado, de identidad popular, de cubanía… Durante cincuenta años, el tiempo de vida de Los Van Van, esta orquesta ha sido digna representante de toda esa cultura musical que distingue a esta, la Isla de la música. Con un Juan Formell gigante como referente y guía, compositor de gran valor, músico extraordinario, el Tren de Cuba ha permanecido por cinco décadas en la preferencia del bailador nacional y foráneo. Sus tantas producciones discográficas siempre llegaron al oyente con una propuesta de calidad, en algunos casos innovadora, en otros, fiel a esa sonoridad característica que situó al songo en el espectro sonoro de nuestro país y del mundo.

Fue una sorpresa para mí descubrir este nuevo fonograma: Mi songo 50 Aniversario, producido por la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales EGREM, y presentado a la edición Cubadisco 2021 en la categoría de Música Popular Bailable. Y es que, en esta ocasión, la sorpresa no fue exactamente gratificante.

Mi songo es, como bien refieren las palabras escritas por Samuel Formell, un álbum homenaje a todos aquellos cubanos que, integrantes de la agrupación o no, se han sabido vanvaneros por elección propia. Con una compilación de temas insignes de la orquesta, Samuel propone un recorrido por la trayectoria musical de los Van Van a partir de nuevos arreglos. Sucede que, cuando hay temas que fueron tan bien concebidos y populares en su propuesta original como “El buey cansao”, “Sandunguera” o “Azúcar”, por solo citar algunos, el hecho de versionarlos puede ser un arma de doble filo.

Versionar una obra musical solo es válido, en mi opinión, si ese nuevo arreglo tiene algo que aportar en el aspecto sonoro, conceptual o interpretativo. La reinterpretación a partir de códigos estético-musicales contemporáneos de temas conocidos, que han marcado hito en su momento de creación y durante muchos años después, es un camino que si no se recorre con sumo cuidado puede llevarnos a un resultado sonoro que a veces no es el esperado.

No se trata de que esta producción discográfica no sea de calidad. Los Van Van por sí solos son garantía musical asegurada; pero lo cierto es que este álbum nos sumerge en un mundo donde luces y sombras se dan la mano.

Un gran acierto del CD es la selección del repertorio, así como de los invitados: el gran Silvio Rodríguez, quien junto al inolvidable Juan Formell interpreta “A través de mis canciones”. El Caballero de la Salsa, Gilberto Santa Rosa, también dijo presente en esta ocasión, que, con el buen gusto que lo caracteriza, tuvo a bien cantar el tema “Quién no ha dicho una mentira”. Asimismo, otras destacadas figuras de nuestra escena musical coinciden en este fonograma, como Telmarys en “El buey cansao”, El Micha en “Azúcar”, Alexander Abreu en “Si a una mamita”, el saxofonista César López en “Anda, ven y muévete”, y el reconocido trombonista latino Jimmy Bosch en el conocidísimo “Sandunguera”.

La selección de los temas fue atinada, aunque el arreglo de los mismos en función de los invitados, en algunos casos, no fue el más logrado. Particularmente en “Azúcar”, este álbum nos muestra un Micha que no se escucha exactamente cómodo. La idea de traer a un cantante innegablemente urbano al terreno sonoro vanvanero habría sido mucho más acertada si hubiesen permitido que fuera “él mismo”. Estamos hablando de un intérprete que en principio tiene una manera de decir desde la improvisación rapeada, en la que el hecho de entonar pasajes melódicos extensos no es lo más común. Si a esto sumamos las características vocales de El Micha, quien posee un timbre ronco, oscuro, con una tesitura vocal para nada extensa, entonces es válido pensar que ponerlo a cantar parte del cuerpo de un tema como “Azúcar”, no fue la mejor decisión.

Otro momento que, aunque muy emotivo, no considero del todo acertado, fue la aparición en el ecuador del CD de un tema como “A través de mis canciones”. Aun cuando escuchar una obra como esta en las voces de Silvio Rodríguez y Juan Formell siempre es un regalo, no tuvo mucho sentido curatorial colocar en el centro del fonograma un tema que dista muchísimo del concepto genérico y orquestal presente en el resto de las composiciones aquí reunidas. Tal vez (intentando comprender la carga e importancia sentimental de este track), la mejor apuesta habría sido ubicarlo como apertura o cierre del disco.

Asimismo, en el resto de los arreglos no se hacen evidentes elementos musicales que aporten a nivel sonoro, conceptual e interpretativo algún valor añadido a los temas originales. El recuerdo de la exquisitez sonora, las certeras interpretaciones, ese primer acabado que arropa a obras como “Sandunguera”, siguen exacerbando en el oyente la añoranza por aquellas primeras versiones. Por su parte, el trabajo de mezcla y masterización tampoco estuvo a la altura. En sentido general, la preponderancia de las frecuencias altas deviene en una especie de desequilibrio que no favorece la identidad sonora del fonograma.

Más allá de aciertos y desaciertos, recibir un trabajo musical como el realizado por Van Van en Mi Songo, 50 Aniversario es siempre bienvenido por el público. En la banda sonora que acompaña la vida de muchos cubanos, la presencia de Van Van es obligatoria. Sentirse vanvanero, además de ser una elección que nace del amor por esta agrupación, es también una actitud ante la vida, por lo que es una suerte seguir contando con la presencia en la escena musical cubana de una orquesta como Juan Formell y los Van Van cincuenta años después.