Margaret Randall: “Hay que escuchar a los poetas”

Marilyn Bobes
12/1/2017

Conocí a Margaret Randall a finales de la década del 70, cuando vivía en Cuba como una ciudadana más de este país. Escritora, feminista, fotógrafa y activista política, nació y actualmente vive en Estados Unidos, pero su vida ha sido un constante peregrinar por naciones de todo el mundo, dígase Brasil, España, México, Nicaragua, La Habana y cortas estancias en Perú y Vietnam.

Recientemente regresó a Cuba para presentar una ambiciosa antología de poesía cubana, y lo hará de nuevo durante la próxima Feria Internacional del Libro —a celebrarse entre el 9 y 19 de febrero próximo en su etapa capitalina— para dar a conocer un libro de memorias sobre su vida en esta Isla, que saldrá bajo el sello de Ediciones Matanzas.


 

Enseguida accedió a esta entrevista exclusiva con La Jiribilla, donde responde algunas preguntas vinculadas a sus facetas como mujer infatigable y batalladora.

Sometemos, entonces, mis preguntas y sus respuestas a los lectores con la esperanza de que, de esta manera, especialmente las nuevas generaciones, la conozcan mejor.

Acabas de terminar una abarcadora antología de la lírica cubana de los siglos XX y XXI. ¿Por qué dar a conocer la poesía cubana en Estados Unidos?

En primer lugar, porque la poesía cubana es muy buena y merece ser conocida en todo el mundo. Adicionalmente, porque en estos momentos, como sabes, el pueblo de mi país tiene bastante interés por Cuba debido a las renovadas relaciones. Pero la información que hay, sobre todo en los grandes medios, sigue siendo deficiente y cuando no, francamente mala. Creo que los poetas a menudo cuentan las historias de sus países mejor que los historiadores o sociólogos. Hay que escuchar a los poetas.


Margaret Randall. Foto: Chris Felver, 2016

¿Por qué viniste a Cuba? ¿Cuáles fueron tus mejores momentos cuando vivías en la Isla?

Vine a Cuba en 1969, después de haber sufrido una represión política en México. Había participado, como muchos, en el movimiento estudiantil de 1968. Tuve que ocultarme, y era evidente que no podía seguir en el país. Tenía entonces cuatro hijos, de tres meses a ocho años de edad. Cuba nos recibió, como recibió a tantos en aquella época. Yo viví en la Isla 11 años, algunos de mis hijos varios más.

Me preguntas cuáles fueron mis mejores momentos… fueron muchos. Podría hablar de la vivencia junto a varios poetas jóvenes, o el aprender la fotografía con un grupo de fotógrafos. Podría mencionar cuando fui jurado del premio de poesía Casa de las Américas 1970, en el que trabajé con Cintio Vitier, Ernesto Cardenal, Roque Dalton y Washington Delgado. O el momento a mediados de 1975 cuando, junto a un millón de cubanos en la Plaza, escuché a Fidel explicar la parte que Cuba iba a jugar en la guerra de liberación de Angola que, como sabemos, ayudó también a poner fin al apartheid sudafricano. Pero la verdad es que mis mejores momentos fueron los que pasé en las tareas diarias, soñando y trabajando por un mundo nuevo. Ese mundo que soñamos no fue posible. Pero su contorno sigue inspirándome.

¿Qué piensas del bloqueo que mantiene Estados Unidos a Cuba?

Es absurdo y criminal. Aún dentro de la política de una administración estadounidense tras otra, no ha tenido el éxito que se proponía. Lo terrible es que ahora no veo mucha probabilidad de que termine pronto. Trump es un psicópata, y el congreso norteamericano está controlado por Republicanos. El futuro inmediato se vislumbra muy difícil.

¿Qué significaron los 60 y la contracultura en el contexto internacional?

Los años 60, en todas partes, fue un momento importante, de ideas nuevas, resistencia, originalidad y creatividad. Lo malo es que la gran mayoría de los textos y películas sobre esa época la idealizan; no suelen  analizarla con profundidad. Necesitamos ahora otra época similar.


 

¿Qué piensas de la literatura cubana actual?

Es rica, variada, con grandes textos y algunos mediocres, como en todos los países. Pero creo que, en general, la literatura cubana es una de las más interesantes del continente.

¿Qué hace Margaret Randall en estos momentos en Estados Unidos?

Sigo promoviendo la antología Only the Road/Solo el camino, que salió hace apenas unos meses. La presenté en la Feria del Libro de Miami, entre otros lugares, y en los próximos meses la llevaré a San Francisco, Chicago, Ohio, New York y otras ciudades.

En febrero voy a estar en La Habana nuevamente, para el lanzamiento del libro sobre mis años cubanos, Cambiar el Mundo: mis años en Cuba. En ese mes también saldrá en Estados Unidos otra obra mía sobre Cuba: Exporting Revolution: Cuba’s Global Solidarity. Se trata del internacionalismo cubano, que no se conoce a cabalidad fuera del país. En cuanto a mi propia poesía, acabo de publicar She Becomes Time, mi más reciente colección. Y estoy preparando otra: The Morning After. También he seguido traduciendo, dentro de la poesía cubana, varios libros de poetas individuales. En abril saldrán allá libros de Laura Ruiz Montes y Alfredo Zaldívar, y he terminado de traducir los de Yanira Marimón y Reynaldo García Blanco, que se publicarán en 2018. A mis 80 años sigo trabajando bastante.

¿Cómo ves el panorama político de tu país con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca?

Peligroso, no solo para mi país, sino para el mundo entero. Tener un psicópata en una posición de tanto poder es una cosa terrible.

¿Qué te interesa de Cuba, que vuelves sistemáticamente a este país?

Cuba vive en mí. Es una parte de mi ser.

Margaret Randall es… ¿una escritora, una feminista, una activista política?

Sí, toda la vida. Pero también una amante, una madre, una abuela, y recientemente una bisabuela. Soy una mujer cansada ya, pero con alguna energía todavía por jugar.

¿Cómo ves el futuro de Cuba y de América Latina en general?

En estos momentos, por el auge del neofascismo que nos azota en tantos lugares, lo veo muy difícil. Pero he vivido lo suficiente ya para saber que la historia es un péndulo que va y viene. Habrá otros momentos gloriosos. Tenemos que confiar en que los jóvenes de ahora los conducirán mejor que nosotros.