Máuser, cuando aún no era camarada

Jorge Sariol
20/1/2017

Adelante! ¡Marchemos! ¡Marchemos!

¡Basta ya de frases y de parches!

¡Hay que poner fin a la cháchara frívola!

¡Tiene la palabra el Camarada Máuser!

Vladimir Maiakovski

Una frase se hizo popular en Cuba tras el llamamiento a las armas que redactara Raúl Roa, para mover el espíritu de lucha de los jóvenes de la década del 30. Bajo el título “Tiene la palabra el camarada Máuser” [1], se convocaba contra la dictadura de Machado.

Quien fuera años después el Canciller de la Dignidad —epíteto que se ganaría en defensa de la Revolución cubana—, había tomado un verso del poema ¡Izquierda, marchen!, del poeta ruso-soviético Vladimir Maiakovski, según traducción al español de José Antonio Fernández de Castro y José Zacarías Tallet.

Entonces, el Máuser Modelo 70, basado en el de 1898, estaba siendo fabricado por la Winchester y era muy popular.

El llamamiento aludía a la simbiosis del concepto camarada y del fusil como símbolo, para ilustrar los ideales de justicia e igualdad.

Pero cuarenta años antes, el Máuser, en medio de la Guerra del 95, tenía otra connotaciónen Cuba.              

Por Real Decreto, la corona española declaraba reglamentaria para sus soldados —1893, 7 de diciembre— una de las armas más modernas de la época.


Ejercito español Batallón Valencia. Fotos: Cortesía del autor

El Máuser español —modelo 1893, 7×57 mm— sustituiría entonces al Remington 71/89, calibre 11 mm, modelo reformado del original estadounidense.

La creadora era la fábrica Mauser-Werke Oberndorf Waffensysteme GmbH, fundada por los hermanos Wilhelm y Paul Mauser en 1872, en Oberndorf am Neckar. Alemania y varios ejércitos, además del español, llegaron a usarlas: el de Prusia, del Segundo Imperio Alemán, y, más tarde, del Tercer Reich.


Corte lateral de un Máuser

De modo que los mambises conocieron el Máuser, lucharon contra él y, en no pocas ocasiones, al tomarlo por la fuerza, lo convirtieron en aliado.

El investigador Ismael Sarmiento, en su obra El Ingenio del mambí, cuenta al respecto:

Durante los períodos de la lucha por la independencia, las principales armas de fuego del Ejército Libertador de Cuba van a ser la yegua o escopeta bocúa —como le llaman al trabuco en Oriente, por presentar el cañón la boca acampanada—, el Springfield, el Relámpago, el Winchester calibre 44, la carabina Remington calibre 43 y el Máuser, de alcance del 2400 yardas, principal arma del Ejército Español, de la que llegan a tener una cierta cantidad, tomándosela al enemigo en el campo de batalla [2].

En verdad, el Máuser tenía tres virtudes: ser de repetición, con mayor potencia y con municiones más ligeras, de modo que el soldado podía llevar más cartuchos encima. Todo incrementaría, sin dudas, el porcentaje de bajas del enemigo y, en correspondencia, disminuiría sus tropas de combate.


Mambises en combate

Empero, un testigo presencial del ámbito insurrecto, que reconocía en el Máuser uno de los tres mejores instrumentos de combate de la época, daba en cambio una idea de cómo una debilidad no lo hacía tan mortífero como parecía.

Este fusil tenía una bala considerada moderna, larga, fabricada con plomo “…endurecido con una capa de cuproníquel, doblada abajo para impedir que el gas, al estallar la carga, se introduzca entre la envoltura y el núcleo de plomo, con un calibre de 0,305 a 0,315 de pulgada, por lo que no viene a ser más grande que un lápiz pequeño”.

Quien así escribía era el periodista norteamericano Grover Flint, que durante varios meses anduvo realizando trabajos reporteriles, reunidos luego en un texto titulado Marchando con Gómez.

Sin embargo, la limpia y pequeña bala del Máuser, por ejemplo, viaja con gran rapidez, la fricción con la atmósfera la esteriliza, y atraviesa la anatomía humana, dejando, a distancias ordinarias, en el punto de salida, una herida no mucho mayor que la de entrada y causando solamente una hemorragia insignificante. A menos que rebote, o rompa su cubierta de níquel por una indebida dilatación del plomo, nunca introduce partículas de ropa en la carne, y si se encuentra un hueso en su camino lo atraviesa dejándole un hoyito redondo, y rara vez lo astilla, lo fractura u ocasiona complicaciones peligrosas [3].

Aseguraba el periodista norteño que: “Tan poco se teme entre las fuerzas cubanas a las heridas del Máuser, que para un soldado ha venido a ser un descrédito el no tener una o dos de ellas, y que por esta razón se les ve a menudo exponerse innecesariamente al fuego, como un niño se lanza desde su puerta a una lluvia copiosa y vuelve a aquellos por mera excitación” [4].

Con todo, pareciera hiperbólica la aseveración de Flint. Lo cierto es que muchos guerreros cubanos encontraron muertes gloriosas ante los disparos de tan flamante arma. Y no pocos, como miembros del no menos glorioso Ejército Libertador, terminaron la contienda empuñando un Máuser, que había emprendido ya la reivindicación del discurso indiscutible de los pueblos.

Notas:
1. “Estamos viviendo no sólo el resquebrajamiento objetivo del régimen colonial. Estamos en presencia también de una revuelta de masas contra el imperialismo yanqui y su verdugo Machado (…) Por eso ya sobran la palabra y la pluma. La conciencia popular está madura para el vuelo redentor. Ahora se hace urgente predicar a balazos. La consigna es única y definitiva: ¡tiene la palabra el camarada Máuser!”.
2. Sarmiento, Ismael: El ingenio del mambí. Tomo I, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2008. pp. 60.
3. Flint, Grover: Marchando con Gómez. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2002. pp. 247.
4. Ídem anterior.