Para agradecer Festival de cine europeo

Joel del Río
27/6/2016

Del 11 al 18 de junio pasó por las salas cinematográficas de La Rampa y el Palacio del Segundo Cabo un notable evento que llamaron Primer Festival de Cine Europeo en Cuba. Si bien siempre se agradece la cuota de variedad y rigor artístico que suele proporcionar el cine del viejo continente, conste que tal muestra no es la primera, y además, convive con similares y simultáneos eventos de cine francés, español, italiano, alemán o sueco, por solo mencionar unos cuantos.

Habría entonces que perfilar el evento en posteriores ediciones, conferirle mayor intención a la curaduría de los títulos elegidos, garantizar que se ofrezca, en realidad, un panorama de lo mejor entre las más destacadas cinematografías del Viejo Continente, y seleccionar los filmes europeos del momento más competitivos, audaces y singulares, para que se distingan en la inundación de productos audiovisuales norteamericanos que colma la televisión cubana y, ocasionalmente, los estrenos del ICAIC.

Para que el público cubano responda con el entusiasmo que merece una muestra fundada sobre la necesidad de promocionar “diferentes culturas, intelectualidades e historias compartidas”, según anunciaron sus organizadores, es preciso mayor intencionalidad en la promoción, más elegancia en el destaque de la singularidad y reunir filmes contemporáneos, sobre todo, de una calidad muy alta y más o menos pareja, vengan de donde vengan.

Para inaugurar la muestra fue seleccionada la película italiana El joven fabuloso, dirigida por Mario Martone y ganadora de los principales premios cinematográficos que se otorgan en Italia en el año 2014. El filme trata sobre la vida de uno de los mayores poetas románticos italianos del siglo XIX, Giacomo Leopardi, que el director relata a partir de los archivos escritos y de sus numerosas misivas.

Así, El joven fabuloso muestra un personaje infeliz y afligido, aunque al mismo tiempo valiente, rebelde, irónico y alérgico a los hipócritas. El actor Elio Germano, ganador de la Palma de Oro de Cannes en 2010 por La nostra vita, entrega su rostro y su cuerpo a un personaje extraordinario en una película que explora los motivos principales de la maravillosa obra literaria. La representación italiana en el Festival de Cine Europeo se completa con otra película notable y muy distinta, La silla de la felicidad (2013, Carlo Mazzacurati), de modo que muy poco ha de reprocharse al segmento de este país.

Si bien la mencionada Italia, junto con Holanda (El Almirante), España (Loreak, Mapa), República Checa (La familia de Nicky, La historia de la cabra, antiguas leyendas de Praga), Suecia (Underdog, El círculo) y Portugal (El extraño caso de Angélica, José y Pilar) estuvieron representadas por embajadoras representativas de lo más emergente o significativo del cine nacional, hubo algunos países escasamente incorporados como el Reino Unido, Bélgica, Alemania y Hungría, cada uno con una sola película, y estamos seguros de que no siempre se eligió ni la mejor ni la más representativa.

También aparecieron varios productos afincados en la más indefendible medianía (por ejemplo, las películas francesas en colaboración con Cuba Fui banquero y Vuelos prohibidos) y se incluyeron demasiados títulos añejos o muy vistos ya, como por ejemplo, La cinta blanca, a nombre de Austria, y los filmes rumanos antiguos Entonces les condené a todos a muerte (1972) y Ciuleandra (1985), ambos dirigidos, para colmo, por el mismo realizador, Sergiu Nicolaescu; sin embargo, no hubo ni un solo título de la poderosa nueva ola del cine rumano, constituido hoy en uno de los vértices artísticos del cine europeo.

Si lo que se pretende es ilustrar al espectador cubano en las virtudes del cine europeo, no basta con anunciar repetitivamente que se exhibieron 15 filmes y cuatro documentales procedentes de 14 Estados miembros de la Unión Europea. Es preciso que esos filmes sean indiscutiblemente parte de lo mejor que producen sus numerosas y muy diversas cinematografías.

Fue una excelente idea incluir cinco documentales cubanos que han sido producidos en la Isla gracias al programa de cooperación Sparring Partners, que cuenta con financiación europea. Entre esos documentales hubo algunos bien significativos, como Héroe de culto, de Ernesto Sánchez, recientemente premiado en la Muestra Joven del ICAIC.