Selección de poemas

Nicolás Guillén
30/6/2016

Palabras en el trópico

Trópico,

tu DURA HOGUERA

tuesta las nubes altas

y el cielo profundo ceñido por el arco del Mediodía.

Tú SECAS en la piel de los árboles

la angustia del LAGARTO.

Tú engrasas las ruedas de los VIENTOS

para asustar a las palmeras.

Tú ATRAVIESAS

con una gran FLECHA roja

el corazón de las selvas

y la carne de los RÍOS.

 

Te veo venir por lo caminos ARDOROSOS,

Trópico,

con tu cesta de mangos,

tus cañas limosneras

y tus CAIMITOS, morados como el SEXO de las negras.

 

Te veo las manos rudas

partir bárbaramente las semillas

y halar de ellas el árbol opulento,

ÁRBOL recién nacido, pero apto

Para echar a correr por entre los bosques clamorosos.

 

Aquí,

en medio del MAR,

retozando en las AGUAS con mis Antillas desnudas,

yo te saludo, Trópico.

Saludo deportivo,

primaveral,

que se me escapa del pulmón salado

a través de estas islas escandalosas hijas tuyas.

 

(¡Dice Jamaica

que ella está contenta de ser negra,

y Cuba ya sabe que es mulata!)

 

iAh,

qué ansia

la de aspirar el humo de tu INCENDIO

y sentir en dos POZOS AMARGOS las axilas!

Las axilas, oh Trópico,

Con sus vellos torcidos y retorcidos en tus LLAMAS.

 

Puños los que me das

Para rajar los cocos tal un pequeño dios colérico;

OJOS los que me das

para ALUMBRAR la sombra de mis TIGRES;

oído el que me das

para escuchar sobre la tierra las pezuñas lejanas.

 

Te debo el cuerpo oscuro,

las piernas ágiles y la cabeza crespa,

mi amor hacia las hembras elementales,

y esta SANGRE imborrable.

Te debo los días altos,

en cuya tela AZUL están pegados

SOLES redondos y risueños;

te debo los labios húmedos,

la cola del JAGUAR y la SALIVA DE LAS CULEBRAS;

te debo el CHARCO DONDE BEBEN LAS FIERAS SEDIENTAS;

te debo, Trópico,

este entusiasmo niño

de correr en la pista

de tu profundo cinturón lleno de ROSAS AMARILLAS

riendo sobre las montañas y las nubes,

mientras un cielo marítimo

se destroza en interminables olas de ESTRELLAS a mis pies.

 

La montaña
 

El OJO no te engaña.

Lo que ves allá lejos

del SOL A LOS REFLEJOS,

es la montaña.

La mole que se baña

en helada blancura

que todo el año dura,

también es la montaña.

Esa UÑA, que araña

(como se araña un velo)

el velo AZUL del cielo,

es la montaña.

Y si HERIDO en su entraña

se alza el mongol y advierte:

-¡Libre vivir, o MUERTE!,

también es la montaña.

 

 

Llegada

¡Aquí estamos!

La palabra nos viene húmeda de los bosques,

y un SOL enérgico nos amanece entre las VENAS.

El puño es fuerte

y tiene el remo.

 

En el aro profundo duermen palmeras exorbitantes.

El grito se nos sale como una GOTA DE ORO virgen.

Nuestro pie,

duro y ancho,

aplasta el polvo en los caminos abandonados

y estrechos para nuestras filas.

Sabemos dónde nacen las AGUAS,

y las amamos porque empujaron nuestras canoas bajo

los cielos rojos.

Nuestro canto

es como un músculo bajo la piel del alma,

nuestro sencillo canto.

 

Traemos el humo en la mañana,

y el FUEGO sobre la noche,

y el CUCHILLO , como un DURO PEDAZO DE LUNA,

apto para las pieles bárbaras;

traemos los CAIMANES EN EL FANGO,

y el arco que dispara nuestras ansias,

y el cinturón del trópico,

y el espíritu limpio.

Traemos

nuestro rasgo al perfil definitivo de América.

 

¡Eh, compañeros, aquí estamos!

la ciudad nos espera con sus palacios , tenues

como PANALES DE ABEJAS silvestres;

sus calles están SECAS como los ríos cuando no llueve

en la montaña,

y sus casas nos miran con los ojos pávidos

de las ventanas.

Los hombres antiguos nos darán LECHE V MIEL

y nos coronarán de hojas verdes.

 

¡Eh, compañeros, aquí estamos!

Bajo el SOL

nuestra piel sudorosa REFLEJARÁ los rostros húmedos

de los vencidos,

y en la noche , mientras los ASTROS ARDAN EN LA PUNTA

DE NUESTRAS LLAMAS,

nuestra risa madrugará sobre los RÍOS Y LOS PÁJAROS.

 

Un poema de amor

No sé. Lo ignoro.

Desconozco todo el tiempo que anduve

sin encontrarla nuevamente.

¿Tal vez un siglo? Acaso.

Acaso un poco menos: noventa y nueve años.

¿O un mes? Pudiera ser. En cualquier forma

un tiempo enorme, enorme, enorme.

Al fin, como una ROSA súbita,

repentina campánula temblando,

la noticia.

Saber de pronto

que iba a verla otra vez, que la tendría

cerca, tangible, real, como en los SUEÑOS.

¡Qué explosión contenida!

¡Qué trueno sordo

rodándome en las VENAS,

estallando allá arriba

bajo mi SANGRE, en una

nocturna tempestad!

¿Y el hallazgo, en seguida? ¿Y la manera

de saludarnos, de manera

que nadie comprendiera

que ésa es nuestra propia manera?

Un roce apenas, un contacto eléctrico,

un apretón conspirativo, una MIRADA,

un palpitar del corazón

gritando, aullando con silenciosa voz.

Después

(ya lo sabéis desde los quince años)

 

ese aletear de las palabras presas,

palabras de ojos bajos,

penitenciales,

entre testigos enemigos.

Todavía

un amor de “lo amo”,

de “usted”, de “bien quisiera,

pero es imposible”… De “no podemos,

no, piénselo usted mejor”…

Es un amor así,

es un amor de abismo en primavera,

cortés, cordial, feliz, fatal.

La despedida, luego,

genérica,

en el turbión de los amigos.

Verla partir y amarla como nunca;

seguirla con los ojos,

y ya sin OJOS seguir viéndola lejos,

allá lejos , y aun seguirla

más lejos todavía,

hecha de noche,

de MORDEDURA , beso, insomnio,

VENENO, éxtasis, convulsión,

suspiro, SANGRE, MUERTE…

Hecha

de esa sustancia conocida

con que amasamos una ESTRELLA.

 

FICHA
Nicolás Guillén: Periodista, poeta y político cubano, considerado por su obra como Poeta Nacional de Cuba. Nació en Camagüey en 1902 y murió en La Habana, en 1989. Estuvo entre los fundadores de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, siendo el primer presidente de esta organización. Fue merecedor de la Orden José Martí en 1981. Fue el primer autor cubano que recibió el Premio Nacional de Literatura, en 1983. Buena parte de su producción gira alrededor de dos grandes temas: la exaltación del negro y la situación social. Creador de una numerosa obra poética, en la que se cuentan los libros, Motivos de son (1930), El son entero (1947), El gran zoo (1967) y Por el mar de las Antillas anda un barco de papel (1978).