Un calígrafo llamado Eliseo Diego

Norberto Codina
29/6/2020

A Fefé, hada madrina de su herencia

Eliseo Diego, con su caligrafía limpia y entrañable 
escribió para mi alma, en Güines,
hace veinticinco años 
sobre la alegría de la amistad, 
“de su compañía en estas páginas 
y en las otras de la vida” 
(…) ¿Qué demonios hacíamos mi alma, Eliseo, y 
estas pobres páginas en las calles de Güines, hace 
un cuarto de siglo?

 El Autor[1]

En más de una ocasión mi buen amigo de tantos años Enriquito Saínz ha recordado la anécdota de cómo una mañana acompañábamos a Eliseo en su paseo habitual alrededor de la manzana donde vivía —que en parte es nuestro barrio—, y este nos hizo detener frente a una verja, señaló una escalerita y nos llamó la atención regodeándose con el descubrimiento —ya de su propiedad— de que la misma no iba a ninguna parte. Era el gozo afable de explorar lo cotidiano, en su afán de “nombrar las cosas”, lo cual lo ejercía como una aventura traviesa, tal vez por eso su libro favorito fuera La isla del tesoro, y el humor de su hijo Rapi lo dibujara como un pirata. Ese sitio, 19 entre H y G, forma parte de mi hoja de ruta casi diaria, y en cada ocasión que veo los cinco escalones que rompen contra la pared me sorprendo sonriendo mientras evoco al amigo como en un poema que le dediqué, “al buen Eliseo, y al maldito Diego”.

Caricatura hecha por Rapi a su padre. Foto: La Jiribilla

Esta es una de las varias anécdotas y pasajes que pudiera compartir a tenor de mi conocimiento y admiración por el hoy centenario autor, pero prefiero detenerme en la relacionada con el ejercicio de su caligrafía, por aquello de que los peritos en grafología pueden hacer un examen del perfil de la personalidad del escribiente a partir de los rasgos de su letra. Ya fuera en el borrador de sus poemas y prosas, los apuntes para intervenciones públicas o sus generosas dedicatorias, la letra menuda de Eliseo da fe de su conciencia y entrega al oficio de la escritura y del saber poner una palabra después de otra, como demostración de su vocación machadiana por la belleza en el detalle mínimo, por aquello que de forma entrañable expresara su hija sobre cómo él, cuando como “orfebre de la palabra (…) comenzaba a escribir a mano, con su plumita, que era sagrada”, y al decir en la voz del poeta nos convidaba a entrar en “el olor de la noche como un recuerdo” y rescatar desde allí los sitios posibles o imposibles de la imaginación y la nostalgia.

El número de julio de 1990 de La Gaceta de Cuba contuvo un dosier de homenaje a Eliseo Diego por sus 70, con algunos de sus textos inéditos y valoraciones de amigos y estudiosos como Cintio Vitier. En esa época el diseñador de la revista era un artista de probada trayectoria, que le hiciera merecedor de los Premios Nacionales de Diseño y Artes Plásticas, José Gómez Fresquet, más conocido como Frémez, alguien a quien —por la amistad que compartimos y el personaje que fue— le debo en otro momento su crónica. Frémez, por demás hombre ilustrado, eligió para el fondo de la cubierta un tramado con la letra representativa de Eliseo, logrando a mi entender una atractiva imagen gracias a los rasgos estilizados del poeta.

Hace unos años Fefé Diego me hizo un regalo que mucho aprecié y guardo con celo, un original que consistía en una tarjeta con la caligrafía inconfundible de Eliseo —prefería como ya es sabido bosquejar sus conferencias de forma manuscrita—, cartulina que en perfecto estado encontró mientras ordenaba la papelería de su padre, y ahora la reproduzco tal cual, antes de desarrollar algo de la historia que le concierne:

Charla Consejo Provincial de Cultura (Norberto Codina) 14 de enero de 1976

  1. Introducción: Dificultad del tema. Mis “cualificaciones”

           Sus dos aspectos fundamentales:

1. Niños

2. Importancia del Arte (en este caso, Literatura)

            a) Literatura infantil. Literatura [tachado de] para y de los niños

     II. Breve examen del niño: no es estático (estatua) sino dinámico [subrayado]: es un proceso.

  1. Etapas: Rítmica: 4-6 años

                Imaginativa: 6-8 años

                Heroica: 8-11 años

                Romántica: 12 o 12 y más

  1. De acuerdo con esa diversidad de [tachado intereses] características ¿qué leer?  a) Relación entre las características y sus intereses.
  2. Breve panorama de lo que ha sido y es la literatura para niños.

Lazar Laguin. El viejo Djin Jottabich

Yuri Olésha. Los tres gordinflones

En el trienio 74-76 me desempeñé como director de literatura de la delegación provincial del Consejo Nacional de Cultura (CNC). Siendo entonces muy joven fue un triple salto que di desde la imprenta donde laboraba —la antigua Carteles— como ayudante de máquina, a esa responsabilidad tan afín a mis incipientes trasiegos literarios, y todo gracias a los buenos oficios y la amistad de Osvaldo Fundora. En algún momento organizamos seminarios mensuales con los asesores literarios de la antigua provincia de La Habana —recordemos que esto fue antes de la división político-administrativa—, y a ella invitamos como ponentes a reconocidas figuras. Para el tema de la literatura para niños hablamos con Eliseo, y este generosamente aceptó. La delegación provincial del CNC radicaba en la esquina de San Lázaro y San Nicolás, y recuerdo que fui a recogerlo a su casa de entonces en la calle E en el único transporte del que disponía, el panelito de la administración, donde el poeta iba tambaleante en el precario asiento del copiloto, y yo detrás en el piso del pequeño vehículo. Él hizo el trayecto de ida y vuelta conversando con el chofer, cuyo nombre ahora no retengo, pero sí que era una persona madura y muy correcta, y ambos sostuvieron todo el tiempo una animada charla. Recuerdo que cuando ya en su casa nos separamos, se despidió del conductor como lo hacen viejos conocidos. Está de más decir que su charla cautivó a los convocados.

El autor de En la Calzada de Jesús del Monte. Foto: Tomada de Granma

Dejo para los pedagogos y los especialistas de la materia —pienso en mi amiga Alicia Abascal que reúne ambos requisitos— el esquema puntual que fuera el eje de su intervención. Pero sí quiero llamar la atención sobre los dos únicos ejemplos que apunta, aunque ya conversando en el encuentro nombrara muchos otros clásicos de la literatura cubana y universal. No es nada casual que citara a El viejo Djin Jottabich y Los tres gordinflones, que habían sido publicados en amplias y hermosas tiradas, y que con gran aceptación enlazó a varias promociones de niños cubanos. Hoy el viejo Jottabich sigue formando parte del imaginario de la infancia de mi generación.

Para concluir quisiera darle la palabra a Fefé sobre esa extraña maestría de su padre de ir perfilando sus manuscritos con rasgos delicados, cuidadosos, pues ella nos brinda un certero resumen de esa vocación que le fue tan cercana. A la pregunta en una pormenorizada entrevista de que si “¿explicaba Eliseo por qué su letra cambiaba tanto a lo largo de los años?”, respondió: “No, y nunca le pregunté. Para papá el contenido de sus poemas era fundamental; pero, si se fijan, la forma del poema en la página, los espacios, también. Le gustaba ir escogiendo su letra, algo muy raro. Les he enseñado la de los trazos largos, él como que la dibujaba. Quizás era un problema de gusto gráfico, visual. Se demoraba cuando hacía una dedicatoria, dibujaba la letra. Su letra de jovencito no era fea, pero la fue mejorando en su afán por la perfección. Ya al final es una letra muy trabajada, casi estudiada”.[2]


Notas:
[1] Norberto Codina: “Cuaderno de travesía”, en Habiendo llegado al tiempo. Antología Homenaje a Eliseo Diego. Compilación y prólogo de Luis Rafael Hernández. Frente de Afirmación Hispanista, A. C., México, 2004, pp. 26-27.
[2] Elizabeth Mirabal y Carlos Velazco: “Heredar a Eliseo Diego. Entrevista a Josefina de Diego”, en Revista Crítica, no. 145, septiembre-octubre 2011, Universidad Autónoma de Puebla, pp. 51-86.