Venezuela y el reto post-Constituyente

Jorge Ángel Hernández
8/8/2017

Evento tras evento, siempre en medio de guerras desleales, el gobierno legítimo de la República Bolivariana de Venezuela que preside Nicolás Maduro, demuestra las bases de su legitimad. Más allá de errores o desviaciones que, aunque pertenecen más al ámbito individual, son achacadas al sistema; más allá de incomprensiones, ataques y hasta complicidad agresiva y desleal de algunos de quienes debían ser sus amigos naturales, los propósitos se cumplen y la revolución resiste y se regenera. Ante esos hechos, concretos y palpables, que no es posible borrar aunque la injerencia mediática construya una realidad ficticia, la reacción interna intenta arreciar sus maniobras y sigue el manual de instrucciones de su descolorido golpismo, aunque pretenda usurpar los estamentos de las llamadas Revoluciones de colores que, tras preceptos desiderativos y abstractos, pretendieron camuflar sus intenciones.

El presidente Nicolás Maduro, demuestra las bases de su legitimidad (minci.gob.ve) 

 

El triunfo de la Asamblea Nacional Constituyente, que intentaron sabotear por todos los medios posibles, desde la mentira previamente fabricada hasta la violencia más despiadada, incluso contra sus propios efectivos, con tal de tener imágenes que tergiversar, no solo demuestra que sus posibilidades de resistir y reimpulsarse son reales e inmediatas, sino que llama a una toma de conciencia que radicalice las bases ideológicas del proceso y concrete ciertas normas de comportamiento ciudadano que se han usado para subvertir y desestabilizar. O, en su defecto, que han servido a esos fines aunque se jure estar del lado revolucionario.

Se ha recurrido, con frecuencia, a la ilegalidad desde los propios ámbitos institucionales que detentan un poder estatal justo para ejercer legalidad, como las burdas campañas promovidas por la ex Fiscal Luisa Ortega, negándose a aceptar recursos que cumplen de pleno con la ley de la República. Y se ha incentivado la ilegalidad terrorista, la agitación y el terrorismo parlamentario y hasta el fraude en muy diversos ámbitos. Todo, para vender al mundo la sensación de caos e ingobernabilidad.

Sin embargo, la organización desarrollada por la máxima dirección del Estado ha conseguido ir ganando batallas cuando se decide a convocar abierta y masivamente al pueblo, que no solo está desinformado, sino que ha sido atacado con desabastecimientos y traperas puñaladas de empresas y empresarios que parecen impunes. Se ve la complacencia de esos anexionistas corporativos con la intervención injerencista de los Estados Unidos y, sobre todo, con su ministerio policial de colonias, la OEA.

Y por encima de todo, la Constituyente ha sido un paso importante que debía darle una buena lección a esos que se pretenden demócratas y aprovechan para condenar al gobierno legítimo venezolano por cualquier bola, o rumor infundado, sin preocuparse por el rigor que acompaña a la información ni al medio que la publica, pues se sabe que hay un aparato mediático global instrumentado para sustentarlo.

Se ha ganado batallas cuando se decide a convocar abierta y
masivamente al pueblo (periódico Crucero) 

 

Las posibilidades de seguir están, no obstante, dentro. La participación popular, profesional, artística, etc., debe entender este punto; debe mostrar que su sapiencia y madurez es capaz de profundizar en aspectos como estos, y dirimir las diferencias teniendo presentes estas bases esenciales de resistencia y crecimiento. Eso es lo que se llama unidad en la revolución. Allí, en la puesta en marcha de las individualidades, van a estar los ataques, las cizañas, los intentos de disuasión y deserción más abundantes ahora; al menos mientras siga sin progresar ese golpe de Estado que, a pesar de haber costado tanto, incluso a los contribuyentes estadounidenses, no acaba de triunfar.

Ese es, justamente, el llamado que haría a la intelectualidad creativa, mi gremio, que tanto juega a veces con vaivenes de despolitización. Ese es el reto esencial del capítulo post-Constituyente.