Asalto a la capital

Luis Rey Yero
23/8/2019

Nunca antes Sancti Spíritus había tenido en La Habana una representación tan numerosa de obras y autores, en su mayoría pertenecientes a lo más representativo de artistas emergentes de la provincia. En el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales se encuentra la exposición Piedras de río, conformada por una treintena de creadores que exhiben 50 obras entre instalaciones, fotografías, dibujos, grabados y humor gráfico. Los une la expresión más actual de crear bajo los signos de quienes expresan inquietudes, conflictos y reflexiones sobre el acontecer cotidiano desde una óptica problematizadora de las circunstancias en que viven. Cada cual revela, con discursos personales, modos de hacer caracterizados por el dominio factual y la síntesis ideoestética.

Centro de Desarrollo de las Artes Visuales. Fotos: Cortesía del autor

Como se afirma en las palabras de presentación, se trata de incluir aquellas voces más frescas y novedosas dentro de un prolífico universo visual que históricamente se ha debatido entre tradición y contemporaneidad, entre la técnica y el concepto, priorizando aquellos que viven y trabajan en la provincia, algunos de los cuales gozan de amplio reconocimiento internacional y han gestado sólidas carreras. Aquí los aúna la fuerza del terruño, los misterios del agua y de la piedra, dos elementos naturales definitorios del entorno geográfico de las ciudades de Sancti Spíritus y Trinidad, de donde proceden la gran mayoría de los expositores.

Entre los invitados por el curador Maikel Rodríguez Calviño, se encuentran espirituanos consagrados como Wilfredo Prieto, Adonis Flores, Ariel Orozco, Alicia Leal y Marianela Orozco, quienes se unen a figuras emblemáticas de la provincia como la dibujante Luisa María Serrano (Lichi), la instalacionista Lisandra López, el humorista gráfico Daniel Acebo, el fotógrafo Álvaro José y el historietista Osvaldo Pestana (Montos). Con ellos se encuentran quienes han logrado impactar por sus obras interactivas como la de Adonis Toledo, apreciada mediante la realidad aumentada con esculturas que hacen referencia a la necesidad de comunicación humana; la de Yasiel Elizagaray, quien insta al público a votar mediante boletas por la persona más popular  entre un conjunto de retratos de pequeño formato exhibidos, siendo el elegido el que ganará el derecho de hacerle un retrato de mayor formato; y la de José A. Rodríguez, que a través de un audífono estéreo introduce el himno nacional estadounidense en español y el cubano en inglés.

Obra de Álvaro José Brunet.

En el recorrido por las amplias salas del Centro, se aprecia una representación significativa de fotografías. Álvaro José hace su propuesta a partir de insinuaciones paradójicas como la del par de botas militares con  cordones rosados; Héctor Herrera recurre al huevo que manipula a su antojo para darnos otra visión metafórica de su consumo popular entre espinas que le brotan de la cáscara; Arachely Álvarez sugiere procesos transformativos de líquidos —transparente y ambarino— que se combinan y finalmente se separan cual si fueran alusivas referencias a metabolismos mentales; Mildrey Betancourt y Hugo Yasser, desde sensibilidades diferentes, presentan mediante la técnica macrofotográfica abstracciones de múltiples resonancias sígnicas; Marielina González busca la razón de ser de la mujer zaherida por una sociedad machista a través de un maniquí agredido por numerosos alfileres que lo cubren; Lisandra López compone un manojo de flores elaboradas con corolas de pastilla para darle continuidad a su poética sobre la posibilidad de salud humana; Rubén Pareja, con buena dosis de ironía, aborda el tema de la minusvalía con una prótesis de pierna a la que le inscribe el símbolo del atrapa sueños; Adonis Flores, con su granada en rojo, produce una explosión de posibilidades polisémicas.

Obra de  Adonis Flores.

Aunque menos representada la instalación, se aprecia un alto nivel de síntesis conceptual que linda con la ingeniosidad. Yorlin Pimienta hace que un ventilador encendido, colocado frente a la pantalla de un televisor, permita ondear a una bandera cubana; Osley Ponce magnifica lápices de madera que coloca de punta uno encima del otro para dar la sensación de frágil equilibrio; Moisés Bermúdez, con humor cáustico, cubre un gran paño de pared con afiches referentes a la sociedad de consumo norteamericana, los cuales llegan a hacer un cúmulo de basura al caer al piso para dar la sensación de lo desechable de los anuncios; Wilfredo Prieto acude al video para transmitir a través de un televisor, colocado en el piso como si fuera en pequeño formato, la ejecución de su megaproyecto Viaje infinito que construye en Zaza del Medio. Aunque tampoco hubo abundante representación del dibujo, se aprecian propuestas interesantes como la de Lichi, con sus dramáticas imágenes cargadas de dolor espiritual; Laura Vaillant, que acude a sus ancestros africanos para ofrecer retratos al carbón de meticulosa laboriosidad que se acercan a la fotografía; y Juan Carlos Lage, quien propone un nuevo paisaje donde aparece la armonía hombre-ciudad en estado de meditación.

 Obra de Osley Ponce.

Otras propuestas resultan reveladoras por el significativo oficio, como la de los artistas que acuden a la abstracción: Rafael González, quien emplea la chatarra para componer obras matéricas; y Raúl Cué, deconstructor de entramados de calles e inmuebles tomados de la realidad desde la semántica propia de la abstracción. En el bloque de las artes gráficas resaltan Ramsés Morales, que recién acaba de obtener un importante premio internacional de humor gráfico en Europa; Daniel Acebo, con ese humor que linda con el cubaneo a partir de una línea de exquisita factura; y Montos, con sus historietas delineadas desde la agresiva neofiguración. En grabado exhiben sus obras Alexander Hernández y Omar Fernández, cada cual con discursos propios que abordan la problemática del mestizaje de nuestra cultura.

Definitivamente, la exposición colectiva Piedras de río constituye un excelente regalo del arte espirituano para la ciudad de La Habana, próxima a cumplir su medio milenio. Ha sido una oportunidad de hermanar a un territorio que cuenta con dos antiguas villas fundadas hace 505 años como son Trinidad y Sancti Spíritus, ancladas entre la tradición y la actualidad de sus lenguajes artísticos. Por vez primera, un significativo número de  creadores de las artes visuales espirituanas —en su mayoría jóvenes— toman por asalto la capital del país. Enhorabuena.

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