La conocida actriz Kendall Jenner filmó un anuncio para Pepsi-Cola en el cual se unía a un grupo de manifestantes y lograba seducir a un policía, ofreciéndole sorbos de la bebida comercial. La cinta entraña un significado profundo y poderoso: la ideología como un producto vendible, atractivo e incluso irreverente, sensual. Sin embargo, traspasar los límites de lo que se percibe y tener una certeza son acciones que van más allá de lo meramente especulativo en materia de guerra y cultura. La ideología que se promueve a nivel planetario, precisamente, banaliza las bases de los derechos humanos y las resignifica desde el poder. No se trata referencias vacuas ni de conspiraciones sin base, ya que existen pruebas y hechos que demuestran el traspaso civilizatorio que para este siglo XXI vive la humanidad, de la mano de la ideología globalista.

“George Soros, magnate del mundo de las finanzas cuya tesis reside en el trabajo con las masas de humanos para generar
un cambio global”. Foto: Tomada de ABC

Tras la caída del Muro de Berlín, el neoliberalismo financiero declaró el fin de la Historia. Una tesis que, si bien estruendosa, no era original. En realidad lo que se quiso decir es que no había otro camino que la corriente del sistema imperante, el poder corporativo del dinero. Se habla de numerosos ideólogos, pero sin dudas, en materia de ingeniería política, ha ascendido en los últimos treinta años el empresario George Soros, magnate del mundo de las finanzas cuya tesis reside en el trabajo con las masas de humanos para generar un cambio global, de ahí el término de agenda globalista. Los ingenieros que se ocupan en esta línea, se presentan como luchadores por un progresismo cuyas bases serían la equidad de género, el medio-ambientalismo, la lucha antifascista, la igualdad racial, la libertad de prensa, de expresión y de mercado y en contra de lo que ellos llaman “populismos, conservadores y gobiernos nacionalistas y retrógrados”. Obvio que en la imposición de la lectura neoliberal de los derechos humanos, Soros introduce mucho dinero, dejando débiles y sin apoyos a sus enemigos, a quienes se les sataniza y estigmatiza como parias internacionales. 

En 2016, en conjunto con el escándalo de los 16 mil correos de Hillary Clinton filtrados a través de la prensa, el portal DC Leaks develó 25 576 documentos que prueban el impulso de la agenda globalista por parte de George Soros, así como unas doce técnicas mediante las cuales logra imponer su dominio. En esencia, este caballo de Troya se dedica a teledirigir las doctrinas de los derechos humanos contra rivales y personas incómodas, de manera que les resten legitimidad, y preparar así el terreno para operaciones más rotundas, ya sea de guerra abierta o golpe de Estado. Jamás en la ideología neoliberal propuesta para grupos de jóvenes, activistas y comunicadores, se promueve la equidad de poder adquisitivo, salarial o de clase. La palabra sindicato está abolida, a no ser que se trate de un movimiento antigubernamental y pro capitalista, como Solidaridad en Polonia. Tampoco se cuestiona el papel del corporativismo en el aumento de la inequidad y del estado fallido de las leyes y de los respectivos gobiernos. Toda visión objetiva, crítica, recibe paletadas de silencio y descrédito.

“La ideología que se promueve a nivel planetario, precisamente, banaliza las bases de los derechos humanos y las resignifica desde el poder”.

Y es que Soros se enfoca en la sociedad civil, para resignificarla y transformar su matriz en un agente de cambio orgánico. ¿Cómo una sola persona puede abarcar tanto poder? El analista Alfredo Jalife declara en una columna, en el diario La Jornada, que ello no solo se basa en la fortuna de unos 25 mil millones de dólares del magnate, sino en su papel como hombre de paja del globalismo y de la familia que lo impulsa tras bambalinas, los ultra millonarios Rothschild. De manera que el conglomerado detrás de Soros sobrepasa cualquier dimensión y hunde sus raíces en el capital más rancio y omnipotente, con posibilidades no solo de influir, sino de ordenar de forma directa. Los banqueros judío-británicos que manejan a este hombre son famosos por su mano negra detrás de los más grandes acontecimientos de los últimos tres siglos, desde la Batalla de Waterloo (la cual financiaron) hasta la Guerra de Secesión norteamericana y las dos conflagraciones mundiales de 1914-1918 y de 1939-1945. Entonces, el globalismo es la nueva ideología de la élite, cuyo disfraz progresista no solo es difícil de desentrañar por lo complejo, sino por el entramado de medios de prensa que funge como escudero y baluarte de las ideas y acciones.

La agenda globalista ha hecho del fin de la Historia, declarado tras la caída del muro de Berlín, un nuevo comienzo en la imposición de las tesis neoliberales: Estado mínimo, poder empresarial corporativo, imperio del capital financiero especulativo, control de los recursos naturales e incluso del crecimiento demográfico. Entre las tantas acciones reveladoras, los documentos publicados por DC Leaks abordan los esfuerzos de Soros por establecer un balance de la natalidad y la población, de manera que ello genere un impacto cultural en países de interés. La creación de nuevas identidades desligadas de los Estados nacionales y de la tradición familiar, pasa por el establecimiento de políticas migratorias en las fronteras de forma desregulada, así como en el surgimiento de bolsones neoliberales en torno a grandes aglomeraciones humanas, de manera que exista un quiebre del Estado de derecho. En su libro Soros, el quantum del Caos, el ex agente de la Agencia Nacional de Seguridad norteamericana, Wayne Madsen, no solo habla a lo largo de 26 capítulos sobre la imposición de una agenda globalista que abarca tanto a partidos de izquierda como de derecha (desde Podemos en España, hasta los nazis de Ucrania que llevaron adelante la Revolución Naranja), sino acerca de la soronización de las Naciones Unidas. En efecto, los organismos internacionales se han destacado en llevar adelante una visión ideologizada y neoliberal en el teatro de operaciones de la guerra expansiva del sistema financiero y sus matrices políticas a lo largo del mundo. Las acciones de acoso a gobiernos incómodos, e incluso la aprobación de agresiones armadas y coaliciones, pasan por las manos del globalismo.

“El caos, la manifestación, devienen ganancia económica neta, negocio, neoliberalismo en estado puro”.
Foto: Tomada de Contra Golpe

Pocos polos quedan libres de este colapso civilizatorio promovido adrede, quizás solo Rusia y China, dos naciones a las cuales Soros intenta restarles influencia mediante la financiación de golpes y revueltas de colores en los países que se hallan bajo su esfera de influencia. El caso paradigmático de Ucrania, que salió de la égida rusa a partir del ascenso de los nazis en 2004, fue solo un ejemplo más en el rosario de desestabilizaciones llevadas adelante dicha década en las naciones euroasiáticas y del Cáucaso. Un cinturón de gobiernos antirrusos era necesario para desarrollar una política de contención ante Putin, a quien Soros detesta y considera un dictador, un populista. En el nuevo izquierdismo que financia la agenda globalista se halla por supuesto el enfrentamiento a todo poder estatal fuerte y proteccionista, de ahí que una de las líneas de la política injerencista es restarles legitimidad a los países y otorgársela a las Naciones Unidas. Organismo este último, por cierto, que nadie elige y cuyo Consejo de Seguridad está basado en criterios obsoletos salidos de la Guerra Fría. Con la pandemia del coronavirus iniciada en 2019, el globalismo se propone como la única vía de salvación, con políticas cada vez más corporativas e imbricadas con las Naciones Unidas y sus dependencias. La promoción del cambio civilizatorio, con un ropaje progresista, levanta la bandera de los particularismos de género y raza, como una máscara para encubrir el ascenso de un solo centro de control global.

Los palafreneros de Soros y su agenda suelen acusar de conspiranoicos a quienes señalan las acciones e ideas macabras, pero las revelaciones de DC Leaks son demoledoras, no en balde el sitio fue echado abajo, una prueba más de que el poder existe y se cubre las espaldas. Otros epítetos, que incluso como autor en diferentes columnas ha padecido, son los de antisemita y agente ruso. Los sitios de facts cheking, o verificadores de datos, han creado cacerías de brujas para blanquear la imagen del magnate y desmentir que exista una agenda globalista. Sin embargo, se les ve la oreja peluda del capital financiero, pues muchos forman parte o reciben dinero de la Open Society Foundations. El sitio Zero Edge abordó en un artículo el estrecho vínculo entre Soros y el Departamento de Estado y calificó al magnate como “cuarto poder”, justo el sitio que le correspondería a la prensa, según la distribución clásica liberal de la sociedad política. Y justamente, de cara a América Latina sobre todo, una de las líneas de financiamiento es la comunicación y los periodistas, sobre todo aquellos medios que se basan en el paradigma horizontal y ciudadano de las redes sociales y la emotividad. Open Society coloca, como ya reveló el portal argentino Kontrainfo.com, tanto a medios de derecha como de izquierda en la lista de su personal confiable, desde el progresista Página 12 hasta el conservador Clarín. El fin es la imposición de una sola línea para lograr el control social.

El viejo paradigma civilizatorio ha caducado en la era de la inteligencia artificial y la robótica. Un nuevo mundo surge. Se crea, desde los laboratorios de las élites, otro pacto basado más que nunca en la disparidad de poder y la concentración de riquezas e influencias. Rápidamente, los cambios “espontáneos” se suceden a golpe de ingenierías dentro de la sociedad civil. El ala izquierda del Partido Demócrata, quizás la más globalista, asume el ropaje de un supuesto socialismo que enarbola a un Marx descafeinado, inofensivo, sin sus críticas mordaces a la desigual distribución de bienes y a las relaciones de producción. En esta versión soft de la política, el enemigo de la agenda globalista sufrirá un proceso de “hitlerización”, o sea el conocido adagio de “todo el que no piense como yo es Hitler”. Dentro de la hegemonía mediática de las redes sociales y los grandes medios, visibilizar narrativas alternativas se hace más difícil, debido a la dictadura del algoritmo. Facebook recientemente impuso normativas aún más fuertes de vigilancia, alertando a los usuarios de cuándo un amigo se “tornaba extremista”. Eso se traduce en crucificar moralmente a los incómodos, alejarlos del rebaño, estigmatizar la diferencia y la opinión. Justo lo que Soros promueve en nombre de la libertad y de la resignificación de la doctrina de los derechos humanos.

En la maniobra ideológica del cambio se pretende crear una generación orgánica y funcional a la élite, llamada “de cristal”, que se queje y proteste literalmente por todo. Justo el combustible caliente que requiere la Open Society en su estrategia de desestabilización. A su vez, contener a jóvenes y movimientos sociales, tiene como fin desideologizar a la izquierda como una oposición real al neoliberalismo y el logro así de un efectivo fin de la Historia. En el slogan de un mundo de desarrollo sostenible con todos, hay un trasfondo donde la convergencia de ideas esconde una hegemonía ideológica del gran capital banquero, financista y neoliberal.

“El conglomerado detrás de Soros sobrepasa cualquier dimensión y hunde sus raíces en el capital más rancio y omnipotente, con posibilidades no solo de influir, sino de ordenar de forma directa”.

La agenda del globalismo intenta decretar cada paso, transformando el futuro en un pedazo de hielo, predecible y bajo control absoluto. Desde plataformas como el Foro de Davos o las reuniones del Club Bilderberg se definen las líneas para este milenio en materia social, incluso desde el punto de vista de la moralidad. La apropiación del marxismo por parte de los neoliberales y por ende el nacimiento de una élite “progre”, son fenómenos que descolocan a las masas y las pierden en el entramado político posmoderno. Partidos de ultraderecha o de un conservadurismo radical, como Vox en España y la dupla Javier Miley y José Luis Espert en Argentina, ascienden debido al apoyo popular de un votante desideologizado, que no halla un ente que interprete sus anhelos como clase. Electores varones han respaldado propuestas derechistas, como parte de su rechazo a las arbitrariedades del feminismo neoliberal, que promueve leyes y políticas de discriminación e injusticia que nadie podría calificar de progresistas, aunque lleven ese cartel. El panorama distópico propende al caos sorosiano, tal y como lo refleja Wayne Madsen en su libro.

En el anuncio de la Pepsi, la actriz logra seducir a un agente del orden, haciéndole ver que rebelarse contra el sistema no es un acto necesariamente político, sino incluso un divertimento, un producto comercial, un ejercicio de placer. De esta manera, se banaliza y se esconde cualquier visión radical de las luchas sociales, a la vez que se las integra a la lógica del mercado y el consumo. El caos, la manifestación, devienen ganancia económica neta, negocio, neoliberalismo en estado puro.

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