Brevísimos y fugaces apuntes sobre Triángulo

Ulises Rodríguez Febles
22/2/2017

Triángulo, decía Amado del Pino, era su obra menos comprendida, y sin embargo, una de las que más amaba. Y es fácil de suponer, porque Triángulo resume algunas de sus más reveladoras obsesiones creativas, la síntesis de sus claves dramatúrgicas.  

En Triángulo todo es mixtura, contraposiciones de ángulos, fuga de los límites. Porque leyendo u observando este texto, se puede percibir la Cuba profunda, como Amadito la llamaba, pero también desandar los barrios de La Habana, donde vivió parte de su existencia.  

foto de Amado del Pino
Fotos: Cortesía Vital Teatro

En Triángulo viven los espacios y personajes que sedujeron al autor de Tren hacia la dicha, Penumbras en el noveno cuarto, El zapato sucio, para el que la poesía estaba en la crudeza de la vida, algo que pertenece a sus esencias como ser humano, una auténtica aptitud para desenvolverse en la vida cotidiana, que le permitía pasar en una conversación cualquiera, de lo culto a lo popular, de la jerga callejera, a lo poético y  coloquial.

Porque en Triángulo encontramos la gracia irónica y aplastante, su afán de búsquedas en el lenguaje, la construcción de personajes muy particulares a su poética, en el manejo de la estructura, en la invención de signos, resueltos con  una poderosa fuerza dramática.

Porque en Triángulo está la soledad como constante, el fracaso como condición trágica, la fugaz aparición de lo biográfico que hallamos en su dramaturgia, la esperanza como destino. 

Porque en Triángulo convive lo urbano y lo rural, en un diálogo intenso, visceral, y porque en Cuquito, Pablo o Miriam hallamos la alucinación como una provocadora vía de poetizar el miedo, las dudas, el dolor, la nostalgia.

Porque en Triángulo está la soledad como constante, el fracaso como condición trágica, la fugaz aparición de lo biográfico que hallamos en su dramaturgia, la esperanza como destino.  

Porque podemos encontrar la constante de muchos de sus personajes femeninos, su relación con la maternidad, su conflicto con los hombres, “que son todos iguales”, dice Miriam.

Porque en Triángulo están la desilusión, los ambientes sofocantes y opresivos, los personajes al margen, lo erótico, que a veces llega a lo libidinoso. Porque en Triángulo, según Amadito, logra su mayor grado de innovación estética, conseguida con una estructura abierta, fragmentada, que tiene como eje esencial a los personajes, la intertextualidad del diálogo, el uso de acotaciones mixtas, que definen su vocación de crítico, su naturaleza poética, su hondura psicológica, sus indicaciones técnicas, que demuestran un profundo conocimiento del arte teatral y sus posibilidades de representación.

Porque en esa rara mezcla, lúdica y provocadora de sus textos en que se funden Lucas Buchillones, Pablo Díaz o Volpino Rodríguez, con sus reminiscencias culturales, sedimentadas desde la infancia y juventud; la mezcla desconcertante de Angelito Santiesteban creando un sedimento ríspido y hermoso, mixtura de lo melodramático, el tango, la tonada campesina y la influencia de la lírica española. 


 

Porque en Triángulo está el fragmento donde se encuentran detenidos tres seres con sus fantasmas, cuyos ángulos dan al mar, a la funeraria, a la oficina de intereses, hoy embajada de los Estados Unidos, y a la vez rebasa los espacios únicos de los otros textos, para dimensionarse en espacios concretos y subjetivos de la memoria, creando disímiles signos, a veces inatrapables códigos que viven en una imagen, un sonido sugerido, una palabra, una música, un silencio, una luz.

Triángulo es su texto más raro, un tejido inexplicable de visiones, una emulsión de provocaciones.

Escenas y sucesos que se construyen en nuestro imaginario personal, límites que se traspasan y desbordan, cambian o transforman las líneas y ángulos; porque sus personajes jamás pueden cruzar las posibles sugerencias de las líneas, forcejean con ellos, pero sin salirse, al no ser en sus subjetividades, en sus libres  invenciones personales.

Porque en Triángulo está la vocación cívica del autor, su capacidad de reflejar problemáticas comunes, desde una perspectiva contemporánea, un teatro crítico y  sincero.

Porque en Triángulo encontramos sus visitas a problemáticas de la realidad, a veces a zonas inexploradas o no, pero a las que Amadito llega de una manera inédita, con su poética creadora.

Triángulo es su texto más raro, un tejido inexplicable de visiones, una emulsión de provocaciones. Quizás siga siendo incomprendido, pero él lo amaba, como una criatura de la diferencia estética, síntesis de sus hallazgos escriturales, una alucinación de sí mismo. Pienso que Triángulo es una de las vías de entender a Amado del Pino, de aprender a oírlo, a veces imperceptible, fugaz, siempre sensible e inteligente.

A él, mi querido amigo, que en sí mismo resumía las propias obsesiones de un triángulo vivo y fugaz, que tendrá que ser revisitado tenazmente, para encontrar con inteligencia ciertas claves de la dramaturgia contemporánea cubana.