Cables cruzados

Greity González Rivera
12/5/2016

A las madres cubanas que en Cuba siguen, 
porque ellas son las verdaderas triunfadoras.

 

–    Échate para allá. ¡Qué clase de calor, madreselva!
–    ¿Qué es eso de madreselva, Susy?
–    Nada, nada. Oye, ya sabes que yo soy muy calurosa, y hasta tu aliento me irrita. Hazme el favor, no hables más.
–    Susana, que somos marido y mujer, y yo no sé en Europa, pero aquí en Cuba tenemos que dormir en la misma cama.
–    Chico, ¿pero es que tú no te das cuenta el calor que hay? ¿O tú no tienes sangre en las venas?
–    Chica, a lo mejor no me doy cuenta, porque yo soy flaco, y nunca he sudado tanto.
–    Estás diciéndome gorda.
–    No, mi amor, si tú no estás gorda, sólo entradita en carnes. Ven, échate para acá. Vamos a dejar de discutir. Si están los cuatro ventiladores puestos a todo dar.
–    Ya lo sé. Por eso me siento como si estuviera en un aeropuerto. Mira, eres un cerdo. No te basta con no tener cuatro kilos para comprar un triste aire acondicionado. También tienes que decirme gorda.
–    ¡Susana!
–    Te voy a informar algo, Samuel de la Cruz Hernández, por si se te olvidó. Somos los padres de un hijo de cuatro meses, a quien le estoy dando mis hermosos pechos. ¡Tengo que comer! O si no, ¿de dónde quieres que saque combustible? Debería darte vergüenza. Pero claro, a mí fue la que se me olvidó que todos los hombres son iguales. ¡Yo lo que tenía que haber hecho es…!
–    Shhhh, vas a despertar al niño.
–    Yo lo que tenía que haber hecho es imitar a Niurka María, quien al segundo día de parir le empezó a dar a la chiquita leche evaporada, en vez de hacerle caso al médico de la familia. Gracias a eso, hace rato que duerme la noche completa, ¡y con aire acondicionado!  
–     ¡Niurka María lo que es una mala madre! ¡Y eso lo sabe toda La Habana!
–    ¡Niurka María no es ninguna mala madre! Ella es una mujer muy inteligente; o por lo menos, tuvo cerebro para parirle a un tipo que podía gastarse quinientos dólares en un aire acondicionado.
–    ¿Qué me estás queriendo decir?
–    Eso mismo.
–    Susana, yo no te obligué a parir.
–    No, si yo era la que quería. Yo era la que deseaba montar este aparataje. Samuel, mira a tu alrededor. Por el insoportable calor tuvimos que bajarlo todo de la barbacoa para la sala: cama, cuna, televisor, ventiladores. Estamos hasta durmiendo con la puerta abierta como dos indigentes. Y así y todo, el niño sigue lleno de sarpullido. Y lo peor, fíjate bien, es este reguero de cables en el piso. Me tienen loca. Cada vez que me paro de la cama para dar teta o para lo que sea, estoy muerta de sueño, y ya me he enredado como cien veces en esta cablería infernal. ¿No pudieras aunque sea disponerlos de manera que  nos queden por encima de las cabezas? 
–    Estamos en julio, Susy, pero tú verás como van pasando los meses y ya llegará diciembre y todo mejorará.
–    ¡Qué consuelo! ¿Y mientras? Me voy a volver loca, Samuel. Y nunca, nunca, se acaba. Por el día tampoco descanso. No sólo continúa la teta cada dos horas. También tengo que lavar, esterilizar pomos, hervir agua, hervir pañales, cocinar, fregar, limpiar, y sin ayuda de nadie. ¡Coño, si hoy por hoy, lo que yo quisiera es morirme a plazos!
–    Susana, mi amor. Hay que dar gracias a Dios por todo lo que tenemos. Tenemos un niño sano, un cuartucho, feo y caluroso, sí, pero nuestro. No es la mansión de Niurka María, pero nosotros somos los reyes aquí. Y además, nos tenemos el uno al otro.
–    Niurka María también es reina en su mansión. Y lo que me da roña, sí, no me mires así, roña, como a las vacas, es que ahora ella está durmiendo como si fuera María Antonieta. Y mañana viene una mujer a limpiarle y a cocinarle. Y hasta al gimnasio ya va todas las tardes. Una mujer que estudió ingeniería igualito que yo, que incluso estaba por debajo de mí en el escalafón, y que, y que…
–    No llores, mi reina. Que no se diga que tú nunca has sido envidiosa. Ven.
–    Perdóname. Estoy muy alterada.
–    Ya, ya. Oye, el niño está llorando.
–    Sí, ya le toca. ¡Ya voy, nene!.
–    Cuidado, Susy, hay un cable atravesado ahí.
–    ¡Maldición! ¡Qué golpe me he dado en este dedo! ¡Me cago en Dios cabrón!
–    ¿Te dolió, mami?   
–    No, si es que yo te digo a ti…

Especial para La Jiribilla

FICHA
Greity González Rivera Editora y narradora cubana. Nació en La Habana, en 1980. Reside en Estados Unidos. Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de La Habana (2002) y Master of Arts in Spanish, por Florida International University (2015). Durante siete años trabajó como museólogo especialista en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba. Ganó el Premio Pinos Nuevos de Narrativa con el libro de cuentos Tópicos, publicado por la Editorial Letras Cubanas en 2009. A su llegada a EE.UU. en el año 2010 funda La Pereza Ediciones, casa de publicaciones que con cuatro años de vida, cuenta con un catálogo significativo de autores y con amplia distribución física en el territorio norteamericano, España y gran parte de Latinoamérica.