Calendario que no se deshoja en vano

Rafael Grillo
9/3/2017

Cuando en 2012 fui llamado junto a los también escritores Raúl Aguiar y Dazra Novak para conformar el jurado del Premio Calendario en el apartado de Narrativa, pensé en un primer momento que tenía por delante un festín de lectura. Pero al atacar aquella montaña de mecanuscritos —alrededor de 20 cuadernos— y enfrascarme en el repaso concienzudo, no en el de lector simple que se guía por el instinto del placer y abandona cuando quiere, sino en el de quien carga sobre su espalda el peso de un veredicto, fui cayendo preso, paulatinamente, de la decepción. Volumen tras volumen, iba en busca del filón dorado, del genio sumergido, y no aparecía. Iluso yo, que perseguía el talento precoz de un José Martí, o un Arthur Rimbaud, como si esos nombres no fueran aisladas Pléyades en la inmensa Vía Láctea de la Literatura.

foto de Diana Castaño Premio Calendario 2016 en Narrativa Infantil
Diana Castaño, Premio Calendario 2016 en Narrativa Infantil. Foto: Racso Morejón.

A la postre, Raúl, Dazra y yo decidimos de común acuerdo otorgar el lauro al libro de cuentos Ellas quieren ser novias, de Frank David Frías; y adicionar en el acta una mención para la obra presentada por Abel Fernández-Larrea. Tanto ellos —supongo— como yo, podíamos decir “misión cumplida”, y encima hinchar pecho porque facilitaríamos la salida a la luz de un volumen de calidad satisfactoria.

Con el paso de los días, sin embargo, fui mirando con mayor lucidez y sentido de justicia la encomienda pasada. Me vinieron a la mente ejemplos como estos: Alejo Carpentier (1904-1980) dio por terminada su novela iniciática en 1933, la bastante olvidada ¡Ecué-Yamba-Ó!, y no fue hasta casi cumplidos los 45 años que produjo su primer opus magnum El reino de este mundo (1949); en tanto, José Lezama Lima (1910-1976) no alcanzó su definición mayor hasta diez años antes de morir, con Paradiso, novela publicada en 1966. ¡Y son ellos los hitos indiscutibles de la literatura cubana del siglo XX! Por su parte, un Premio Nacional de Literatura, Daniel Chavarría (1933- ), asegura no haberse empeñado en escribir hasta que se consagró a Joy, novela salida en 1978.

Fuera del contexto local, baste recordar a Jorge Luis Borges (1899-1986), genio sin discusión, que si bien publicó Fervor de Buenos Aires a los 24 años; ni ese ni sus dos cuadernos de poesía posteriores quiso reeditarlos, y no fue hasta Historia universal de la infamia (1935) que consideró haber escrito algo digno de figurar en sus obras completas.

Luego, una conclusión se me hizo obvia: no se puede pedir peras a una mata de mamoncillos; y en definitiva, el concurso anual que convoca la Asociación Hermanos Saíz y cuyos premios publica la Casa Editora Abril, está dirigido a los menores de 35 años, sector de autores donde la mayoría son inéditos o han publicado uno o un par de libros apenas.

Llegado este punto, me las di de “Funes el memorioso” y empezaron a brotarme nombres: Yoss, Raúl Flores, Jorge Enrique Lage, Erick J. Mota, Anabel Enríquez, Michel Encinosa Fu, Eldys Baratute, Yerandy Fleites, Legna Rodríguez Iglesias, Antonio Herrada, Yonnier Torres, Carlos Manuel Álvarez, Elaine Vilar, Grethel Domenech, Diana Castaños, Dennis Mourdoch, el propio Abel Fernández-Larrea y tantísimos otros que (perdónenme si los olvido) han alcanzado el Premio Calendario en cualquiera de sus categorías en disputa (Narrativa, Poesía, Para Niños y Jóvenes, Ciencia Ficción, Teatro, Ensayo) y forman parte hoy del frondoso y multiverso bosque de las más jóvenes hornadas de la literatura cubana contemporánea.

Con este copioso catálogo aclarándome la cabeza, se hizo patente que las hojas de este Calendario no han caído por gusto; y, en cambio, puede a estas alturas vanagloriarse de haber cumplido con creces su función de servir de envión emocional a los nuevos, asentar autoestimas y motivar a seguir por la ruta de la escritura, a la vez que iluminar a los críticos y editores sobre voces emergentes y capacidades en formación; y hasta de educar al lector en el hábito de la curiosidad y el riesgo como contraparte a la adicción por el camino trillado de los grandes nombres.

Tal vez ninguna de las obras que han obtenido o que recibirán el Calendario ocupe a la larga un lugar en la lista de los mejores libros cubanos del siglo XXI. Pero, sin dudas, es altamente probable que sí estén ahí uno o varios de los nombres recompensados en su protohistoria como escritores con el lauro de la AHS.

Y mención aparte merece el trabajo de la Casa Editora Abril como entidad encargada de publicar los volúmenes. Porque estrecheces económicas a un lado y alguna que otra pifia en el acabado editorial, lo cierto es que un valor agregado han puesto a esos libros cuando nomás entrar a una monótona librería cubana, se hacen reconocibles los Calendario por su apariencia particular (aún con los cambios de imagen producidos en el tiempo), siempre dinámica y moderna, entre los muchos volúmenes de tantísimas editoriales, que no alcanzan a distinguirse por un diseño de colección adecuado.