Cántalo, pero báilalo: tiempo de charanga

Emir García Meralla
2/3/2020

Uno de los grandes encantos de la década de los ochenta fue la manera en que los cubanos pudieron disfrutar de la música hecha en el resto de las ciudades del país. Para muchos, descubrir la música que se estaba haciendo en provincias, y valorarla, fue motivo de alegría; aunque los grandes beneficiarios resultaron aquellos músicos que fuera del radio promocional de la capital tuvieron sus minutos y horas de fama.

En las emisoras de radio de alcance nacional, fundamentalmente en Radio Progreso y en su programa La discoteca popular, que conducía Eduardo Rosillo, comenzaron a escucharse orquestas del interior del país —del campo, como se les solía llamar—con más fuerza, y algunos de sus temas se colocaron en las listas de popularidad de aquel momento.

Nombres como el de Los taínos de Mayarí, Los rítmicos de Palma, la orquesta Aliamén, Maravillas de Florida, y sobre todo la Original de Manzanillo, se comienzan a manejar de modo más cotidiano entre bailadores y seguidores de la música cubana. El puntillazo de este ascenso a la popularidad lo marca el programa radial Alegrías de sobremesa, que transmitía Radio Progreso y que, coincidentemente, animaba Eduardo Rosillo. Más no podían pedir aquellos músicos.

 Fotos: Tomadas de Internet
 

Pero será la orquesta proveniente del Golfo de Guacanayabo, la Original de Manzanillo, la que mayor cuota de popularidad alcance de todas estas agrupaciones. En parte, ese arraigo que comienzan a ganar se debe al sonido peculiar que impusieron; pues dejaron de ser una versión de la orquesta Aragón para adquirir una personalidad única en el universo musical cubano, al fundir el son con otros sonidos propios de la cuenca del río Cauto y del río Toa [1]. Esto se debió, en lo fundamental, al tratamiento armónico que su director, el pianista Wilfredo “Pachi” Naranjo, imprimió a los violines, y a la capacidad de componer e improvisar de su cantante principal: Cándido Fabré.

Fabré, que no posee una gran voz pero sí un decir sonero muy peculiar, dio a la orquesta un sello que contrastaba con el carácter que antes de su entrada le había distinguido. Y es que la Original tenía como patrón fundamental el trabajo de la orquesta Aragón; carácter que había sido complementado con el golpe del órgano manzanillero —existen en el oriente de Cuba diversas formas de ejecutar este instrumento que responden a patrones muy particulares: si se escucha el órgano santiaguero, este tiene su propia cadencia; así ocurre con el de la zona de Palma Soriano, aunque esta sea una ciudad ubicada a las afueras de Santiago de Cuba—, lo que daba a sus interpretaciones una cadencia contagiosa que complementaron la voz y las composiciones de Fabré.

En esta misma década de los ochenta, los Karachi habían impuesto el gusto por el merengue a golpe de trombones, y provenían del mismo centro de Santiago. A mediados de la misma llegaba otro sonido del oriente; solo que para este momento la ciudad de Manzanillo pertenecía a la provincia Granma, surgida a raíz de la división administrativa y política en 1976.

El sonido de la Original se fue colando en el gusto cotidiano, y tanto las emisoras de radio como los bailadores exigían su presencia y sus temas, que para esta década se convertían en letras de excelencia, comparables a las que en ese entonces generaba Adalberto Álvarez para su orquesta. 

Temas como “El camaronero” y “Quién ha visto por ahí”, entre otros, fueron fomentando la leyenda de esta orquesta, en la que destacaban las largas cadenas de improvisaciones de Fabré, que en ocasiones se extendían por casi una hora ininterrumpidamente.

Cándido Fabré.
 

Sin embargo, corresponde a Pachi Naranjo el mérito de devolver a los bailes en este momento el gusto por el bolero, algo que comenzaron a agradecer los bailadores. Y es que después de tanto gozo, refrescar y abrazar una mujer hermosa, y recitarle al oído, animó y revivió el placer de enamorar para muchos. Ese repertorio de boleros homenajeó a importantes compositores, cuya obra para ese entonces comenzaba a perderse en el laberinto del olvido bajo el eufemismo de “clásicos” del género.

La Original será la única orquesta importante que sobrevivirá a los eventos que se desarrollaron en la década siguiente, aunque en determinado momento Cándido Fabré se haya marchado de sus filas para perseguir el sueño de tener su propia versión de la misma.

Pero esa historia está por contar.

Nota:
 
[1] Esto ocurre en el mismo instante en que el musicólogo Danilo Orozco comienza a revelar sus investigaciones acerca de formas primarias del son, como el nengón y el kiribá, entre otras.