Carlos y Rafael: Yongolailan

Joaquín Borges-Triana
31/5/2017

Las llamadas tecnologías de punta brindan posibilidades nunca antes pensadas de grabar, escuchar y producir nuevos sonidos y músicas. Estas emergentes experiencias sonoras son el resultado de un acceso y disponibilidad tecnológicos no predecibles hace solo unos años, y de unas condiciones mediáticas gestadas en las dos pasadas décadas, cuyas consecuencias aún, en mi opinión, se desconocen (la sociedad de la información y la explosión informática han permitido el desarrollo de un nuevo esquema de consumo de mensajes, que convierte al habitante de una cibercomunidad en un ser democráticamente participativo y respetuoso de las subculturas emergentes). Así, en lo que se ha denominado era post-industrial (término en referencia a un periodo de tiempo no definido exactamente y ligado a determinados entornos urbanos) se inician nuevas relaciones con los sonidos y con ellas, la reconfiguración de los lenguajes que a tales sonidos se asocian. En las aludidas nuevas circunstancias urbanas híbridas, es que el correlato tecnológico y social propicia el surgimiento de las que se conocen como músicas sin patria, las cuales poseen la capacidad de apelar a poblaciones similares generacional o contextualmente en sitios muy distantes del planeta.


 

En ese contexto es que se ubica la música popular electrónica o Electronica. En los estudios de música popular, la denominación Electronica, con mayúscula y sin acento, designa internacionalmente a todos los géneros y estilos de música popular electrónica. Igualmente, solo una parte de la música popular electrónica se produce y conduce como dance music y hay una abundante creación que, aunque no pensada desde la mirada académica, su objetivo no es el baile ni ser consumida dentro del ámbito de la cultura de club.

En lo concerniente a Cuba, en buena medida por las carencias tecnológicas que ha tenido el país, las corrientes que se reúnen en torno a la música electrónica y sus dos principales subgéneros, el techno y el house (con ramificaciones como Jungle, gansta-rave, drum&bass, trip hop, hardcore techno, acidhouse, breakbeat, micro house, trance, funkhouse, minimal, voicebeat…), demoraron en comenzar a desarrollarse. Ahora bien, eventos como el denominado ProElectrónica, bajo los auspicios de la Oficina PM Records, o el muy popular y ya desaparecido Festival Rotilla, dejan claro que en el presente resulta significativo el interés que entre los creadores cubanos se está dando por la música electrónica.

Cabría decir que quienes entre nosotros se han orientado hacia esta variante sonora contemporánea, por mucho tiempo han tenido que hacer su obra desde una estética pobre y doméstica, en consecuencia y proporción con las limitaciones tecnológicas propias del contexto cubano.

Todo lo anterior viene a colación a propósito de un muy interesante disco de música electrónica titulado Yongolailan y acreditado al dueto de Carlos y Rafael, una producción fonográfica en la que se incluyen en total 10 temas. Galardonado en 2015 con el Premio Cubadisco, este es un álbum en el que sus protagonistas van más allá de lo meramente bailable, para entregarnos una rica mixtura o hibridación musical.

Así, los integrantes de este dueto no se limitan a trabajar únicamente con máquinas, sino que en un par de cortes de la grabación invitan a dos instrumentistas. De tal suerte, en las piezas “En tu balcón” y “Chinatown Downtown” intervienen Yelfris Valdés y Jorge Aragón. Igualmente, el buen gusto de Carlos y Rafael para construir gratas texturas sonoras, cálidos timbres y atmósferas que nos envuelven se percibe a lo largo de cortes como “Blue & Vert”, “Antaño”, “Malecon 90's”, “Promenadedans la baie”, “Sueño tropical”, “Blow up”, “Afuera en el Patio” y “Serenade for the Moon_Aire de Mar”, y donde por momentos escuchamos pinceladas que aluden a los códigos del pop.

Una producción fonográfica como Yongolailan, de Carlos y Rafael,  corrobora que nuestros creadores de música electrónica popular, hoy localizables no solo en Cuba sino también fuera del país, han empleado desde el sintetizador en sus distintas generaciones, las ondas martenot y hasta el theremin para la realización de sus ideas, ya sea dentro de lo bailable o en expresiones que persiguen otras miras.

De tales intenciones, entre los recursos que ahora mismo se están utilizando entre nosotros, cabría mencionar el cut and paste (corte y pega), la estética del error, el lowfidelity, el ruido y lo atmosférico en cierto grado psicodélico, los loops ya programados o nuevos que se diseñan y el jitter, por solo aludir a algunos. Además, con la audición de este disco, al menos a mí me queda claro que en la actualidad las nuevas tecnologías desarrolladas fundamentalmente para la producción de músicas para las pistas de baile, mestizadas con todas las influencias sonoras/musicales imaginables, desde Xenakis a Kraftwerk, desde el jazz americano al noise japonés, brindan la posibilidad de nuevas narrativas (mezclas, collages y bricolages) y de nuevas experiencias sonoras.