Carta a Roberto

Luisa Valenzuela
5/6/2020

Buenos Aires, junio 2, 2020

Muy querido Roberto,

Esta carta no es la primera que te escribo, ni quizá la última. Será breve y ni remotamente tan inspirada e intensa como quisiera, pero sé que no importa. Lo que percibirás, imagino, no serán palabras sino mi sentimiento, y mi sentimiento es inconmensurable y se une al de las miríadas de seres que supieron quererte y admirarte; quienes tuvimos la dicha de conocerte en persona, quienes te han leído, leen y leerán, quienes saben de tu gesta que es casi de fábula.

Me interno por el camino epistolar guiada por tu ejemplo cuando le escribiste tu “Última carta a Julio Cortázar”, pero hasta ahí no más llego, sin aspiración o pretensión alguna de emularte. Sé que es imposible. La poesía fue tu líquido amniótico, te internabas en la poesía con la soltura de quien pertenece incuestionablemente a ese universo oceánico y logra traducirlo y transmitirlo de la forma más amable que se pueda imaginar. Amable es decir, volviendo accesible y casi cotidiano, el misterio de lo íntimo. De la sorpresa, de la vida. Cerrás tu poema “Siempre me gusta vivir ya lo decía” con los siguientes versos:

(…). Me gusta

Verla arder por encima de nosotros como una llamarada

Donde los árboles más secos llegarán a las nubes.
 

Esa llamarada que supiste ser, Roberto Fernández Retamar, es llama votiva que seguirá ardiendo por los siglos. Porque si hay una inmortalidad en esta tierra, esa es la memoria imborrable de los pocos y pocas que supieron vivir como vos, respondiendo a todo lo mejor que puede ofrecer una persona. La generosidad, la solidaridad, la compasión y el amor fueron tus ejes. Y el espíritu combativo, y el humor; una alegría de vivir y una confianza contagiosa en el futuro de tu Isla y del mundo entero, aún en los momentos más aciagos.

“La generosidad, la solidaridad, la compasión y el amor fueron tus ejes”. Foto: Internet

En tu carta póstuma a Julio recordás todas las instancias épicas que compartieron. Lo que compartí con vos y tus queridas y tan queribles Adelaidas es épico solo para mí, pero me calientan el alma. Atesoro por ejemplo el último almuerzo en la galería de tu casa, tan celebratorio y lleno de cariño. Recuerdo a Adelaida señalándome los colibríes-mosca en la enredadera. Diminutas joyas relucientes, hoy para mí símbolo de cada momento que compartí con ustedes a lo largo de los años, esporádicos pero tan felices.

En tu extensa “Ultima Carta” lamentás haber llegado tarde, por demora en los vuelos, al entierro de Julio. Yo no tuve la menor posibilidad de asistir al tuyo, cosa que me habría gustado para acompañar a mi tan querida y admirada Laidi. Claro que ella estaba acompañada por toda Cuba y alrededores, y por el amor que supo cosechar en el mundo entero. Al acompañarte a vos en tu último viaje por tus lares la acompañaban a Laidi, quien es parte consustancial de tu espíritu. Así como vos lo sos del espíritu de ella, en este planeta Tierra y en cualquier otra parte.

He cantado tu himno, he hecho tu elogio.

             Que no haya sido en balde. Recuérdame.

             implorás en tu “Homenaje al olvido”.
 

Roberto, soldado de las ideas como te gustaba definirte, no solo el olvido te recuerda. Te recuerda el recuerdo y así será siempre.

Con indeclinable afecto y admiración,

Luisa Valenzuela.