Celeste Mendoza: 20 años de eternidad en la memoria

Leonardo Depestre Catony
23/11/2018

Curiosamente, Cuba es una tierra donde el linaje, la nobleza y la heráldica solo se reconocen en la música. Hemos tenido un rey de la melodía (Joseíto Fernández), un rey de los cueros (Chano Pozo), y un rey del mambo (Dámaso Pérez Prado). También un monarca (el danzonero Antonio Arcaño), una emperatriz del danzonete (Paulina Álvarez), y hemos contado con Rita Montaner, La Única, y con el señor Benny Moré, el Bárbaro del Ritmo.

En medio de esta singularísima corte, una mulata de gracia cubanísima y talento natural, de interpretación expresiva y gestual, dicharachera e ingeniosa, se nos presenta con sobrados méritos. La acompañan sus inseparables argollas, el turbante —que ella denominaba moñoy una sonrisa contagiosa. Es la Reina del Guaguancó, una de las figuras más destacadas de la música popular cubana de todas las épocas. Es por Celeste Mendoza por quien pido un réquiem, con todo el respeto de los orishas.


 

Afirman los musicólogos que el guaguancó surgió en el entorno urbano de los núcleos poblacionales de origen humilde. Su origen se remonta al siglo XIX, y “es posible que haya tomado su nombre después de años de existencia, pues se conoce un danzón titulado Guaguancó, que se bailaba en La Habana en 1893”, asevera el musicólogo Leonardo Acosta.

Santiaguera de cuna y nacida el 6 de abril de 1930, su familia se trasladó a La Habana cuando Celeste rozaba los 13 años. Debutó en programas radiales para aficionados y en 1951 ingresó en el cuerpo de baile de Tropicana. Eran los tiempos de las célebres producciones de Roderico Neyra (Rodney) y, en el propio cabaret, la chica veinteañera llamó la atención por sus dotes para improvisar y cantar, iniciando así su carrera de solista. En la televisión —que entonces nacía— tuvo su debut en 1953, en el programa Esta noche en CMQ, bajo la dirección de Joaquín Condall. Gracias a su natural carisma, que trasladaba a la pantalla y a los escenarios, Celeste podía convertirse en figura central de cualquier espectáculo.

Trabajó la canción con estilo de guaguancó. Es decir, tuvo la inusual capacidad de llevar a tiempo de guaguancó —o sea, guaguancosear— cuanto número pasó por su nutrido repertorio. Esto determinó que sus interpretaciones devinieran únicas y un espectáculo en sí mismas.

Años atrás, contó ella al recientemente fallecido periodista Omar Vázquez: “Fue Rita Montaner quien, al verme en un programa de televisión, expresó: ‘Al fin veo a una verdadera artista cubana que expresa en lo vocal y lo coreográfico, con espontaneidad, sin dobleces, nuestra música popular y folclórica. ¡Es la Reina del Guaguancó!’” Ciertamente, La Única no se equivocó.


 

Celeste realizó numerosas grabaciones —desde los tiempos de las antiguas placas sencillas de 45 r.p.m. hasta los modernos CD—, por lo que su voz permanecerá siempre, al igual que su imagen. Su última actuación televisiva tuvo lugar en el programa Perlas Cubanas, donde coincidió con Beatriz Márquez, el Coro Exaudi, Sara González y Mayra Caridad Valdés, entre otras destacadas voces femeninas.

Allí dijo a los presentadores que su mejor momento artístico había sido en París, en el teatro Olympia, donde la aplaudieron y la hicieron salir a escena varias veces. Celeste, no obstante, fue embajadora de la música cubana en otras muchas naciones, entre ellas Panamá, Venezuela, Puerto Rico, Estados Unidos, México, Unión Soviética, Polonia, Japón y  España.

De su primera presentación en la península ibérica, en julio de 1993, expresó: “Por la acogida que me brindaron, me dio la impresión de que estaba en Cuba, entre los míos. Fue algo maravilloso”.

Celeste, celestial, galáctica, astral. Todo eso fue la Reina del Guaguancó, quien se despidió de este mundo el 22 de noviembre de 1998, fecha de la cual se cumplen 20 años… 20 años de eternidad en la memoria.