En 1917 concluyó la Primera Guerra Mundial y el mundo conoció el triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia. Entre 1929 y 1933 se produjo la primera gran crisis mundial capitalista en Estados Unidos, que alcanzó un carácter general y dramático sin precedentes, no solo por localizarse en la relación entre la producción y el mercado, sino también por afectar las finanzas y generalizarse de manera global. En 1932 ganó las elecciones en Alemania el Partido Nacional Socialista y al año siguiente tomaron el poder con una política populista; de esta manera se inició una campaña propagandística a favor de la “raza superior aria”, contra la semita y su destino por implantar un “nuevo orden” en el mundo. Entre 1936 y 1939 ocurrió la Guerra Civil Española, un conflicto entre la defensa de la república y los intereses fascistas aliados a la monarquía, que sirvió de ensayo para el sometimiento de Europa por el fascismo. Comenzó también un proceso de descolonización en el escenario político internacional y esos gobiernos establecieron una nueva relación con sus antiguas metrópolis. Este fue el escenario histórico vivido por el poeta peruano César Vallejo.

La Primera Guerra Mundial marcó un cambio violento para todo el orbe y una crisis espiritual para la civilización occidental. Surgieron en el arte diversas tendencias después del impresionismo, cuyos procesos de construcción artística se definieron en el arte posimpresionista, que renunció a toda impresión de la realidad. El cubismo, el expresionismo, el surrealismo, el dadaísmo, el constructivismo y el futurismo, se apartaron del realismo. Se trató de hacer arte y literatura a partir de la inteligencia y más allá de las emociones primarias. Dos logros de la ciencia se extendieron más allá de sus disciplinas: en la Psicología, las exploraciones de Sigmund Freud en lo subconsciente, y en la Física, la teoría general de la relatividad de Albert Einsten, que demostraba que el espacio-tiempo era relativo. En la estética se manifestó el deseo de escapar del esteticismo sensual del impresionismo, el oropel del parnasianismo y en sentido general del modernismo, prefiriendo lo grotesco a los sentimientos hedonistas. La oscuridad de la depresión y el carácter atormentado o angustioso del ser humano fueron reforzados, y para ello se intentó crear un lenguaje artificial o propio que presentaba una nueva estética. La dictadura de lo nuevo ganó espacios, y ante el horror del avance de la modernidad, entre guerras y crisis, se inventaba un nuevo lenguaje artístico. 

Entre los años 20 y 30 emergió en México y Perú una corriente de “redención del indio”, mezclada con ideas socialistas provenientes de Europa; aparecieron dictaduras, como las de Argentina y Brasil, que descreyeron del abuso estadístico de la democracia; hubo una ampliación de las vías para la educación y la cultura en las sociedades; las Constituciones se ajustaron a la modernidad, incorporando el voto de la mujer, entre otras novedades. En ese contexto histórico y social surgieron tres relevantes movimientos vanguardistas en la literatura: el ultraísmo argentino, liderado en varias etapas por Oliverio Girondo —Veinte poemas para ser leídos en el tranvía—, Jorge Luis Borges —Fervor de Buenos Aires— y el “martínfierrismo”; el creacionismo del chileno Vicente Huidobro —Altazor—, y el estridentismo mexicano encabezado por Manuel Maples Arce —Andamios interiores. Crecieron otros discursos literarios como la poesía negrista y la literatura indigenista. En casi todos los países latinoamericanos surgieron vanguardias culturales, y las literarias se expresaron en numerosas revistas que representaban a grupos y generaciones. Dos grandes figuras sobresalieron con poéticas trascendentes y cierta independencia de las europeas: el chileno Pablo Neruda y el peruano César Vallejo. Neruda halló entre sus ciclos creativos un surrealismo original con Residencia en la tierra; Vallejo rompió con las poéticas que alimentaban las vanguardias en su original cuaderno Trilce.    

“En ese contexto histórico y social surgieron tres relevantes movimientos vanguardistas en la literatura: el ultraísmo argentino (…); el creacionismo (…); y el estridentismo mexicano”.

César Vallejo nació en 1892 en Santiago de Chuco, Perú, y era el menor de una familia de once hijos; sus padres hubieran preferido que se dedicase al sacerdocio. Sus dos abuelos habían sido sacerdotes católicos españoles y sus dos abuelas, indígenas, por lo que su mestizaje era biológico y por la vía materna y paterna. En 1913 se trasladó a Trujillo para estudiar Filosofía y Letras, aunque hubiera querido estudiar Medicina. César ayudaba al padre en tareas legales y trabajaba como maestro; entre sus alumnos estaba Ciro Alegría, un niño de siete años que después escribiría El mundo es ancho y ajeno.

Vallejo tenía mucha facilidad de palabra; le gustaba inventarlas, bajo una gran sensibilidad lingüística, modificándolas junto al quechua, que aprendió paralelamente al español, y estos ejercicios constituyeron un juego de adolescencia y juventud. Fue bibliotecario y disfrutaba bailar huaynos; se consideraba un “menocucho”. Admiraba a Chaplin por su enorme ternura, poseía gran sensibilidad social y participaba en los medios a favor de las reformas universitarias que se estaban poniendo en marcha.

“Vallejo tenía mucha facilidad de palabra; le gustaba inventarlas, bajo una gran sensibilidad lingüística, modificándolas junto al quechua, que aprendió paralelamente al español”.

En 1920 fue acusado en Santiago de Chuco de instigador intelectual de saqueos e incendios ocurridos en medio de unas fiestas públicas. En realidad, fue asociado a esos disturbios y encarcelado porque molestaba a las autoridades locales por su apoyo al movimiento estudiantil. La Federación de Estudiantes del Perú estaba dirigida entonces por Víctor Haya de la Torre, quien protestó y gestionó la salida de Vallejo de la cárcel al año siguiente. En 1922, basado en esta y otras experiencias, publicó en Lima uno de los libros trascendentales de la poesía en español: Trilce. Viajó a París en 1923 y nunca más regresó a Perú; en Francia se unió con Georgette Marie Philippart Travers, una muchacha de 18 años que vivía con su madre; a la muerte de la madre de Georgette se instaló en su apartamento, y se casaron en 1934. Realizó un viaje a Moscú en 1929, cuando rompe con el APRA de Haya de la Torre. Tuvo una intensa vida intelectual y política, profundizó en el marxismo, visitó España en 1930 y al llegar a París fue expulsado del país por comunista; de regreso a España, se afilió al partido comunista de ese país. Posteriormente vivió ilegal en París, donde murió en 1938.

En 1922, Vallejo publicó en Lima su poemario Trilce, “uno de los libros más originales de la vanguardia poética del idioma”. Foto: Tomada de Amazon

El poeta peruano publicó en vida dos cuadernos: Los heraldos negros (1918), con evidentes huellas modernistas, y Trilce (1922), con una definitiva e indudable vocación rupturista que muestra uno de los vanguardismos más originales del idioma. Gracias a la gestión de Georgette y de Raúl Porras Barrenechea, al año de su muerte se publicó en París Poemas humanos —según se ha comentado, el poeta lo había llamado parcialmente “Poemas en prosa”, pero los editores impusieron otro título—, y España, aparta de mí este cáliz (España, 1939), editado por Manolo Altolaguirre y cuyo pie de imprenta está encabezado por la siguiente leyenda: “Soldados de la República fabricaron el papel, compusieron el texto y movieron las máquinas”. Entre las ediciones de su obra poética completa fueron muy importantes la de Juan Espejo (Lima, 1965); la de la Colección Literatura Latinoamericana de la Casa de las América (La Habana, 1965), con prólogo de Roberto Fernández Retamar; la coedición entre la Editorial Arte y Literatura y la Casa de las Américas (La Habana, 1988), con un excelente estudio introductorio de Raúl Hernández Novás, y la edición crítica de la Colección Archivos bajo los auspicios de la Unesco (1989), con la colaboración de los peruanos Julio Ortega y José Miguel Oviedo y un grupo de estudiosos de la obra de Vallejo.  

Los heraldos… fue valorado por Federico de Onís como “ultramodernista”, pues se desvinculaba de la retórica modernista de entonces, e introducía una complejidad simbólica con el uso de palabras nuevas o neologismos y sintaxis de gran valor para la poesía en lengua española, novedad presente en toda su obra poética. Trilce —según algunos: tri de tri-ste y –lce de du-lce; según otros, una deformación de tres, pues cada ejemplar fue cotizado en tres libras, unos treinta soles— es uno de los libros más originales de la vanguardia poética del idioma, que recurre tanto al balbuceo infantil para la comunicación, libre de normas, y a la angustia y la ternura del amor familiar y la ternura, como al tema doloroso de la cárcel, dominante en toda su introspección. Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz,continúan las críticas del poeta a la incapacidad del lenguaje para expresar sentimientos y juicios. El sujeto lírico generalmente, es un niño, un indio, un iletrado o un rebelde, y su poética parte desde esa perspectiva infantil, de la subordinación, la ignorancia o la rebeldía.   

Vallejo batalló con el idioma y marcó una ruptura radical entre su personalidad nativa indígena y el sistema retórico hispánico, convirtiéndose en un intérprete de su pueblo y de los sectores más olvidados de la sociedad. Según algunos testimoniantes que Espejo contactó, el poema “Los heraldos negros” se originó a partir del impacto de una mala noticia, posiblemente la muerte de su madre; esa noche fue a un café y estuvo bebiendo hasta muy tarde sin conseguir ni embriagarse ni dominar la tensión angustiosa que lo torturaba. De regreso al hotel, uno de sus hermanos se revolvía en el lecho sin conciliar el sueño, y César, sentado a la mesita junto a su cama, escribió: “Hay golpes en la vida tan fuertes… iYo no sé!”. Ese año también había muerto María Rosa Sandoval, uno de sus primeros y grandes amores. No podía expresar el dolor con palabras, el idioma no le alcanzaba para manifestar el sufrimiento, el significado exacto de lo que sentía. “A mi hermano Miguel”, dedicado a la muerte de Miguel Ambrosio, el penúltimo de sus hermanos, resulta uno de los poemas de mayor intensidad lírica de este libro, por el estremecimiento logrado al remontarse a la niñez cuando jugaba a los escondidos con Miguel, que ahora le hacía “una falta sin fondo”.

“No podía expresar el dolor con palabras, el idioma no le alcanzaba para manifestar el sufrimiento, el significado exacto de lo que sentía”.

El enfrentamiento con las normas del idioma llegó a ser motivo de burlas por parte de algunos encopetados españoles. El 20 de septiembre de 1925 en el periódico El Imparcial de Madrid, Luis Astrana Marín, traductor de William Shakespeare —quien, por cierto, había cargado la mano con expresiones castizas lejanas al espíritu creativo del dramaturgo inglés—, se burlaba torpemente de los versos de Los heraldos negros: “Un poeta metido a panadero, a quien se le quema el pan en la puerta del horno, no se le ve todos los días”. El periodista y crítico peruano Antenor Orrego le contestó: “César Vallejo, como todo verdadero creador, es inclasificable. Hace versos como habla y habla como vive. Su arte, como todo gran arte, es un símbolo de la Naturaleza, una metáfora de la vida. Ve, siente, piensa y traduce directamente. Le importa un ardite la tradición”. Posiblemente algunos académicos españoles de su tiempo, como Miguel de Unamuno, no lo comprendieron, pero ello no resulta nada extraño a causa de los rezagos coloniales; sin embargo, los escritores de vanguardia europea sí lo apreciaron.

En Poemas humanos,que no publicó en vida, desplegó una gran cantidad de recursos estilísticos; uno de ellos es la construcción paralelística de tipo anafórico:

   1) Un hombre pasa con un pan al hombro

                                                     A) ¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?

   2) Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo

                                                     B) ¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?

   3) Otro ha entrado a mi pecho con un palo en la mano

                                                     C) ¿Hablar luego de Sócrates al médico?

   4) Un cojo pasa dando el brazo a un niño?

                                                     D) ¿Voy, después, a leer a André Bretón?

   5) Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre…

                                                     E) ¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?…

Se trata en realidad de dos conjuntos —uno señalado con los números en forma de enumeración y otro con las letras a manera de sucesión de interrogaciones—, una construcción en paralelo que se hace más intensa en la medida en que se subrayan palabras de manera anafórica, recurso estilístico cuyo origen se localiza en la tradición de la poesía quechua. Estos poemas contienen varios discursos condensados en uno; en este caso, producen una intensidad superior a partir del establecimiento de un contrapunteo entre la realidad objetiva de los pobres y su rebelión contra el injusto orden establecido, junto a las dudas que se plantea un intelectual; el sujeto lírico que cuestiona con interrogaciones a su contexto presenta una virulenta crítica contra los escritores que toman distancia de sus circunstancias.

“Vallejo batalló con el idioma y marcó una ruptura radical entre su personalidad nativa indígena y el sistema retórico hispánico”. Foto: Tomada de Internet

Estos procedimientos se hacen más complejos y agudos en el soneto “Intensidad y altura”. Vallejo propone cinco discursos en construcción paralelística, como los temas que entran, salen, pasan de un instrumento a otro, en una sinfonía:

Quiero escribir, (A1) pero me sale espuma, (B1)

quiero escribir muchísimo (A2) y me atollo; (B2)

no hay cifra hablada (C1) que no sea suma, (D1)

no hay pirámide escrita, (C2) sin cogollo. (D2)

Quiero escribir, (A3) pero me siento puma; (B3)

quiero laurearme, (A4) pero me encebollo. (B4)

No hay toz hablada, (C3) que no llegue a bruma, (D3)

no hay dios ni hijo de dios, (C4) sin desarrollo. (D4)

Vámonos pues, por eso a comer yerba,

carne de llanto, fruta de gemido,

nuestra alma melancólica en conserva. (E1)

Vámonos! Vámonos! Estoy herido; (E2)

vámonos a beber lo ya bebido (E3)

vámonos cuervo, a fecundar tu cuerva. (E4)

De esta manera, el soneto puede leerse también:

A1, A2, A3 y A4:

Quiero escribir,

Quiero escribir muchísimo,

Quiero escribir,

Quiero laurearme,

B1, B2, B3 y B4

pero me sale espuma,

y me atollo;

pero me siento puma;

pero me encebollo.

C1, C2, C3 y C4

no hay cifra hablada

no hay pirámide escrita,

No hay toz hablada,

no hay dios ni hijo de dios,

D1, D2, D3 y D4

que no sea suma,

sin cogollo.

que no llegue a bruma,

sin desarrollo.

E1, E2, E3 y E4

Vámonos pues, por eso a comer yerba,

carne de llanto, fruta de gemido,

nuestra alma melancólica en conserva.

Vámonos! Vámonos! Estoy herido;

vámonos a beber lo ya bebido

vámonos cuervo, a fecundar tu cuerva.

El quinto discurso es la integración de los cuatro, es decir, el resultado artístico del poema.

España, aparta de mí este cáliz, escrito entre 1936 y 1937, estuvo dedicado a exaltar el heroísmo de los combatientes republicanos en la guerra civil española; un texto sobre la tragedia del pueblo en su lucha por defender la república bajo el escenario dantesco de combates sangrientos en las calles. Aquí está incluido el poema“Masa”, uno de los más divulgados del libro, que en Cuba fue musicalizado por miembros del Grupo de Experimentación Sonora del Icaic. En él está expresado el tema de la solidaridad internacional a favor de una causa justa, en todo el simbolismo y la fuerza expresiva que merece. Como toda la obra de Vallejo, está desprovisto de sentido panfletario y se apoya en elementos artísticos y poéticos para hacerlos vivir más allá de las circunstancias específicas de la España de aquellos momentos.   

El 31 de marzo de 1937 aviones alemanes de la Legión Cóndor redujeron a escombros el pueblo vasco de Durango. Vallejo escribió un poema que tiene como título “Himno fúnebre a los escombros de Durango”. Posteriormente tacha la palabra “Himno” y escribe “Redoble”. Al leerlo se sienten los redobles y también el bombardeo:

Padre polvo que subes de España,
Dios te salve, libere y corone,
padre polvo que asciendes del alma.

Padre polvo que subes del fuego,
Dios te salve, te calce y dé un trono,
padre polvo que estás en los cielos.

Padre polvo, biznieto del humo,
Dios te salve y ascienda a infinito,
padre polvo, biznieto del humo.
[…] 

La personalidad de Vallejo fue compleja. El ensayista español Juan Larrea cuenta que antes de unirse a Georgette resolvía sus urgencias sexuales en París llevándose, como muchos, a alguna de las muchachas que a altas horas de la noche rondaban las calles, pero los problemas aparecían cuando el poeta se enamoraba. Cuando Larrea le preguntaba por qué no se decidía por una compañera, Vallejo le explicaba que la presencia de la mujer lo descomponía, perturbándolo a extremos, y le imploraba: “No dejes que me enamore, Juan”, como si ello dependiera de su amigo. De joven, fue conocido como “el poeta de la ternura” y también del dolor: había conocido a María Rosa Sandoval, quien murió en 1918, y sintió por Zoila Rosa Cuadra, Mirtho, un amor intenso cuya frustración lo llevó, incluso, a un intento de suicidio. Mantuvo un idilio con Otilia Villanueva, joven de 15 años cuñada de un colega, que alguna vez lavó o planchó su ropa; en Trilce aparecen poemas bajo estas inspiraciones, a veces de humor sombrío por la circunstancia objetiva y dura de la cárcel.

“La personalidad de Vallejo fue compleja”. Foto: Tomada de Internet

Vallejo fue uno de los mayores innovadores de la poesía en español en el siglo xx —su narrativa, periodismo, teatro, ensayos y traducciones no estuvieron a la altura de su poesía. Al escribir versos le faltaban palabras y las inventaba, a veces sustantivaba verbos, forzaba la sintaxis y hasta acudía a la escritura automática para encontrar dentro de sí alguna tristeza recóndita y mostrarla en todos sus matices. No tuvo reparos para usar arcaísmos y regionalismos, o vulgarismos que hacía “cultos”. Mezcló niveles de la lengua y los combinó con paralelismos y oposiciones, subordinó al mensaje la lógica tradicional de los tiempos verbales, despojó al verso de lo estéril en una eficaz síntesis expresiva de gran elaboración simbólica. Rompió normas gramaticales bajo sistemas que le resultaban más coherentes con la expresión poética, a veces con sentido gráfico o plástico, y también musical, atendiendo a los sonidos de las palabras.

Su transformación del lenguaje poético incluyó la lexicalización de frases y la deslexicalización de las establecidas, o la verbalización de adverbios con la perspectiva de una nueva sensibilidad americana. Se valió audazmente de recursos retóricos como la antítesis, los juegos de palabras o las asociaciones semánticas con gran imaginación. Multiplicó el Yo poético y produjo su desdoblamiento para provocar diferentes tipos de lecturas. Desplegó la complejidad de su mundo introspectivo acompañándose de la compasión. Usó la prosa y el prosaísmo en una admirable unidad del registro comunicativo. Compuso sonetos y los rompió intencionalmente. Penetró en los temas de la existencia humana desde las circunstancias más simples y habituales. Logró llegar a lo sublime, lo estoico o lo angustioso, con énfasis originalísimo. Combinó la perspectiva indígena y la popular en la nostalgia y la esperanza. Fue herético, pero en una nueva ideología de raíz cristiana. Incorporó el absurdo a la experiencia cotidiana. Su obra fue un canto a la justicia, alineada a las posiciones más revolucionarias y heterodoxas de su tiempo. 

“Posiblemente su mayor conflicto fue con el lenguaje; parecía que nunca quedaba conforme con su experimentación”.

Sus imágenes poéticas se acompañaban de un repertorio de figuras literarias que utilizaba según el contenido para regir sobre la forma. Estaba convencido de que eso formaba parte de la creación y de la obligación del poeta. Los sucesos injustos que padeció en 112 días en la cárcel, los acontecimientos vividos en la universidad y lo que vio ocurrirles a obreros y campesinos, contribuyeron a su empeño en buscar una autonomía poética que pudiera expresar tantos pesares; la angustia de los sufridos debía ser expresada en toda su intensidad. No hay en sus textos afán de atraer adeptos políticos ni proselitismo doctrinario, aunque sí ideología filtrada en lo artístico y la militancia política al lado de los desposeídos. Posiblemente su mayor conflicto fue con el lenguaje; parecía que nunca quedaba conforme con su experimentación, como tal vez sí se concilió Huidobro en el último canto de Altazor como objetivo supremo de la Creación. En Vallejo el propósito ha sido crear un lenguaje poético más accesible al lector común, acercarse a la comunicación popular bajo un sentido completamente creativo y artístico, como corresponde a los poetas integralmente revolucionarios.