Ciego de Ávila, tierra de tradiciones

Magaly Zamora Morejón
8/11/2018

Acunados por la política cultural de la revolución, hoy perduran en campos y ciudades de Ciego de Ávila, ancestrales tradiciones que tienen a la música y a la danza como protagonistas, y profundizan en la connotación social de su práctica.

Durante la seudorrepública se asentaron en los municipios de la actual provincia, núcleos de emigrantes antillanos que constituían una fuente de mano de obra barata para los nacientes ingenios azucareros. Ellos trajeron consigo sus cantos, bailes y tradiciones, que inicialmente eran practicados de manera espontánea en los barracones. Sin embargo, a partir del triunfo revolucionario encuentran asesoramiento a través de los instructores de arte para aportarle valor artístico a sus actuaciones.


Evolución del barrio La Narcisa simbolizado por el Gavilán, en la celebración 80 de las parrandas del poblado de Chambas, en Ciego de Ávila. Fotos: Osvaldo Gutiérrez
 

Hoy son apreciadas en su justo valor y se integran al patrimonio comunitario como símbolo de la cultura que contribuyeron a crear. Una muestra de ello es el  Festival de Danzas Folclóricas Eva Gaspar In Memoriam, que se celebra cada mes de marzo en el municipio Primero de Enero.

El evento trasciende las fronteras del territorio con agrupaciones invitadas de varias partes del país, para compartir canciones en creole, exposiciones de artesanías, comidas típicas e intercambios teóricos. Sobresalen por su connotación cultural la ceremonia vudú y la quema del diablo, que incluyen ritos haitianos como la ofrenda a los muertos y la solicitud de prosperidad comunitaria a los santos.

El evento, extensivo a consejos populares y poblados cercanos, honra la memoria de Eva Gaspar, inmigrante asentada en la región a inicios del siglo pasado, y devenida promotora cultural al rescatar las fiestas de Santa Teresa y fundar el grupo folclórico Nagó.

También resalta por su participación popular la Fiesta del Primero de Agosto, en el poblado de Baraguá, donde se ubica uno de los asentamientos más numerosos de inmigrantes jamaicanos en Cuba.

La celebración rememora la abolición de la esclavitud en las islas anglófonas del Caribe, en el año 1834, por la Reina de Inglaterra, y se nutre de las mejores tradiciones de la cultura antillana. Por esa razón el jolgorio envuelve a toda la comunidad, desde los mayores hasta los más pequeños, y no se limita a la música o el baile, sino que rescata también juegos como el críquet, la guerra de la soga y el palo encebado. Tampoco faltan las comidas y bebidas típicas: el pan de gloria con limonada, el vino de la flor de saril, el arroz con coco, la harina con quimbombó, el black cake y el pan de coco.

La festividad comienza desde la mañana y alcanza su mayor esplendor en la plaza del barrio, donde tienen lugar las coreografías, bailes en saco y los cantos.

Animador principal de la celebración es el conjunto folklórico La Cinta, surgido en 1975 a partir de la fusión del grupo danzario homónimo y del musical Calipso Boys, que tiene en su repertorio el baile que le da nombre, descrito por José Martí en La Edad de Oro.

No escapan al quehacer cultural de la provincia otras tradiciones como las campesinas, con su punto culminante en el enfrentamiento de los bandos rojo y azul, en el municipio de Majagua, cada noviembre. Partidarios de uno u otro color trabajan todo el año en la investigación y rescate de nuevos elementos, que posteriormente muestran en un espectáculo artístico durante el enfrentamiento entre ambos bandos.

Estas costumbres, que datan de inicios de la pasada centuria, poseen gran colorido y significación cultural, pues gracias a ellas hoy se conocen y practican sistemáticamente bailes como la caringa, el zapateo y el papalote, en tanto se tararean tonadas guajiras como Doña Joaquina y Don Pepe.

Reconocido nacionalmente con el Premio de Cultura Comunitaria, el foro posee un fuerte arraigo en la localidad y tiene como exponente permanente al conjunto músico-danzario XX Aniversario, que ha paseado los bailes guajiros por numerosas naciones.

Otras celebraciones de gran arraigo en la región son las del 10 de octubre, en la localidad de Venezuela, y las del 28 de enero, en Tamarindo; sin embargo, ninguna alcanza la masividad que se respira en las parrandas del Gallo y el Gavilán, en Chambas; y en las del Yeso y La Salina, en Punta Alegre.


Actuación del Conjunto artístico XX Aniversario del municipio de Majagua en el desfile inaugural
de la XX Feria Nacional de Arte Popular, que rinde homenaje a esta agrupación, en Ciego de Ávila
 

Fundados en las primeras décadas del siglo XX, estos festejos guardan semejanzas con los que se realizan en otras partes de la Isla, como Remedios o Camajuaní, y se caracterizan por el predominio de las construcciones artesanales y escultóricas en las carrozas, que reviven mitos y leyendas, la pirotecnia y la conga, entre otros elementos.

Estas parrandas de barrio, reconocidas con el premio Memoria Viva que otorga el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, están consideradas entre los festejos más arraigados en la tradición popular de la región y constituyen un símbolo de su identidad.

Por el significativo trabajo de rescate y vigencia de todas estas tradiciones, Ciego de Ávila ha sido sede desde 1989 de la Feria Nacional de Arte Popular, primero alternando con la provincia de Sancti Spíritus, pero desde 1999 como anfitriona permanente con carácter bianual.

El trabajo de las instituciones comunitarias, fundamentalmente de las casas de cultura, y el asesoramiento de los instructores de arte, ha sido determinante para conservar la esencia de cada tradición como un legado para las nuevas generaciones, a la vez que ha incentivado su seguimiento por los más jóvenes.